Opinión

Mucha salsa y poca carne

Lo único novedoso del Congreso de la UNEAC lo aportaron dos viejos capitostes del régimen: Eusebio Leal y Alfredo Guevara.

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En los momentos en que Raúl Castro permite a los cubanos alojarse en hoteles para extranjeros —pero haciéndoles pagar la tarifa máxima, con lo cual la tan publicitada gracia es puro simulacro, vulgo farol—, y autoriza la venta libre de electrodomésticos —pero a precios inaccesibles para la inmensa mayoría de los cubanos—, y deja que los nativos compren ordenadores —mientras blogs de internautas locales críticos con el sistema son bloqueados por el gobierno—, se celebró en La Habana el VII Congreso de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

Cuando me desempeñaba como diplomático en Bulgaria, el nieto de una empleada búlgara que yo tenía se quejaba del almuerzo que le daban en la escuela diciendo que siempre era "mucha salsa y poca carne". ¡Cómo me acordé de ese niño al ver el resultado del cónclave de la UNEAC! Resultado, por supuesto, previsible porque mientras no se cambie de cocineros no cambiará la comida.

También me acordé de congresos similares celebrados bajo aquellos regímenes marxistas europeos llamados con desafiante cinismo "democracias populares". Asistí de espectador a varios de esos circos donde el Estado totalitario mostraba su competencia en la doma del escritor y el artista, y donde se comía y bebía gloriosamente (lo que no ocurre en los cubanos).

Todos eran iguales. En todos se decía lo mismo. De cuanto oí en ellos sólo retengo con nitidez un refrán susurrado por un delegado socarrón: "Entre bueyes no hay cornadas"; y la pregunta que le hizo un cineasta búlgaro a un colega polaco: "¿La película es buena o soviética?".

El padre de los congresos de escritores de los países socialistas es el de 1934, en Moscú. Ha quedado como el más famoso y funesto. Comparándolo con el que ha concluido en La Habana, se advierten diferencias: aquél lo presidió Máximo Gorki, éste Raúl Castro; de aquél salió el aciago realismo socialista, de éste no salió nada. ¿Coincidencias?: en ambos se sublimó el acatamiento al poder absolutista y se derramaron loas sobre el gran cacique, convertido en el primer escriba de la tribu.

Lo único novedoso de este Congreso de la UNEAC lo aportaron dos viejos capitostes culturales del régimen. Uno de ellos, Eusebio Leal, historiador de La Habana, le hizo un guiño amable al exilio, del que forman parte sus dos hijos. Dijo que no se avergonzaba de los que viven fuera de la Isla.

El otro, Alfredo Guevara, un histórico de la revolución, ex presidente del Instituto de Cine y ex embajador en la UNESCO, hizo preguntas heterodoxas acerca del mito castrista que es la educación en Cuba: "…¿puede la escuela primaria y secundaria y el pre(universitario), tal y cual han llegado a ser, regenteadas por criterios y prácticas descabellados e ignorantes de principios pedagógicos, psicológicos elementales, y violadora de derechos familiares, ser formadora de niños y adolescentes, y por tanto fundar futuro? ¿Será que acaso por esos caminos se calcula puedan crecer las generaciones a las que tocará cumplir la inmensa tarea de esculpir, ante todo en su alma, la patria soñada? ¿Es que esa escuela continúa realmente la diseñada por la Revolución en sus primeros días? ¿Y aun antes en los territorios que se iban liberando?".

Y añadió: "Jamás podrá construirse con solidez a partir de dogmas, empecinamiento, desconocimiento de la realidad real o ignorando los mensajes alertadores de la experiencia y de los ciudadanos".

Habrá que estar alerta a los síntomas de reformismo que, como estos, vienen apareciendo de un tiempo a esta parte dentro del sistema, hasta ahora monolítico, del castrato.


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