Opinión

El complejo de culpa

8 de enero de 2008, a las 8 de la noche: Un cazuelazo electrónico, una bulla opositora.

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Sentirse culpable es el mar. El complejo de culpa multiplica la distancia entre el exilio y la Isla.

Según el complejo de culpa, usted no puede tener iniciativas para Cuba porque usted no está allá, donde se reparten los golpes. Tampoco puede apoyar las iniciativas de adentro si éstas implican algún riesgo físico o emocional. No sería responsable. Hasta enviar información o donaciones modestas a los disidentes es contraproducente. La Seguridad del Estado presentará estos materiales como una prueba más de que la oposición es dirigida y financiada desde el exterior.

El complejo de culpa es el agente infiltrado en cada exiliado cubano. Usted ha logrado ubicarse a una distancia prudencial del CDR, el sindicato, la UJC, la policía y el contingente Blas Roca. Pero el complejo de culpa se fue para el mismo país, para la misma ciudad y el mismo barrio que usted. Usted está aquí, a buen recaudo, pero el complejo de culpa lo sujeta sin piedad por la membrana más sensible.

El complejo de culpa conoce bien su pasado. Sabe lo que está en su expediente y también lo que no está. Con su sonrisita cómplice, fue testigo presencial de sus medias verdades, su aquiescencia, sus aplausos, su silencio oportuno y también, hay que decirlo, su ausencia heroica a una marcha, una elección, una asamblea. Puede inclusive contar anécdotas muy graciosas que le ganarían a usted buena fama de pícaro, contorsionista, equilibrista, malabarista, ilusionista, elefante y payaso. Usted es un poco olvidadizo, pero el complejo de culpa tiene excelente memoria.

La sospecha, el rumor, la intolerancia, la sordera, el protagonismo enfermizo y el parloteo vertical tienen un lugar bien ganado entre los héroes cubanos prisioneros del imperio. El complejo de culpa los ha superado a todos.

El complejo de culpa es el más eficiente de los agentes infiltrados en el exilio. Él puede lograr desde aquí lo que no consigue allá el aparato represivo: aislar a la oposición, rendirla por hambre y silencio. Por el bien de su conciencia, usted sólo contribuye al sustento de su familia y del statu quo.

El miedo y sus descendientes —la autocensura, el disimulo, la doble moral, el silencio—, le convencieron hace tiempo de que usted no es valiente. El complejo de culpa se lo recuerda a diario. Apoyar a la oposición es garantizar su condena. Pero en su caso es mucho más: un desparpajo, un descaro. El complejo de culpa le exige ser consecuente. Usted siempre fue cobarde. A lo sumo, analista.

El 8 de enero, a las 8.00 p.m., algunos cubanos proponen alzar el volumen del radio, la televisión, la música como señal solidaria por la libertad y el cambio. No conozco a esos cubanos, no tengo a Ochoa en un altar. Pero yo no elijo los símbolos. Un cazuelazo electrónico, una bulla opositora, no me parece mala idea. Yo no estoy allí, estoy aquí. Sólo puedo mencionarlo, darlo a conocer de algún modo.

Lo sé, es un acto de fe. Podría ser una broma, una trampa, un papelazo. Entre hacer el ridículo y no hacer nada, hay que arriesgarse. Haga usted lo que crea. Pero sin complejos. Sin culpa.


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