Exilio, Cuba, Miami

Paisaje después de la batalla del exilio

Cubanos, exiliados, emigrantes y refugiados, aguardan por ese final, siempre prolongado, que les permita definirse mejor

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Empecinarse, exagerar e insistir son rasgos típicos del exiliado, escribe Edward W. Said, al caracterizar una condición de la que participaba. Mediante ellos, el expatriado trata de obligar al mundo a que acepte una visión que le es propia, “que uno hace más inaceptable porque, de hecho, no está dispuesto a que se acepte”.

Esa negativa a adoptar otra identidad, a mantener la mirada limitada y conservar las experiencias solitarias marca a quienes han sufrido cualquier tipo de exilio, con independencia de raza y nación.

El problema con los cubanos se ha vuelto más complejo con los años, al mezclarse las categorías de exiliado, refugiado, expatriado y emigrado entre los miembros de un mismo pueblo.

El exiliado es quien no puede regresar a su patria —la persona desterrada—, mientras que los refugiados son por lo general las víctimas de los conflictos políticos. El expatriado es aquel que por razones personales y sociales prefiere vivir en una nación extraña y el emigrado es cualquiera que emigra a otro país.

En el caso de Cuba, hasta la reforma migratoria llevada a cabo por el Gobierno de Raúl Castro, salvo los expatriados residentes en Europa u otras partes del mundo —por lo general nunca en Miami—, quienes podían entrar y salir de la Isla sin problema siempre que cumplieran una serie de categorías que iban del gravamen al silencio, todos los demás caían en la categoría de exiliados, porque se les impedía el regreso a la patria, aunque no “practicaran” el exilio con igual fuerza. Y todos, además incluidos los expatriados, tenían que atenernos a un “código político”. Al mismo tiempo, la mayoría podían reclamar la etiqueta de “víctimas”.

La existencia de una difusión en las fronteras de estas categorías, la falta de límites, el poder saltar de una a otra sin problema ha sido causa de más de un conflicto y motivo de muchas incomprensiones en Miami y la Isla. Mientras tanto, cubanos, exiliados y refugiados aguardaban por ese final, siempre prolongado, que les permitiera definirse mejor. Empecinados, exagerados, insistentes.

Ahora este panorama ha comenzado a cambiar, no por la llegada del final sino debido a que existe la posibilidad de entrar y salir de Cuba, venir a Estados Unidos y regresar a la Isla, sin que se produzca una mayor definición política en el panorama. La categoría de “víctima” se equipara a los millones de latinoamericanos o de otras partes del mundo, incluso de Europa, que buscan un mejor destino.

No es que el exilio se termine mañana —para algunos incluso ello ha ocurrido— sino que se diluye día a día.


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