Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Cuba, Cuba Posible, Oposición

“Cuba Posible” y sus acólitos

El autor considera que Cuba Posible está comportándose con el mismo sectarismo exclusionista que el Gobierno cubano

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En vísperas del último congreso de la Latin American Studies Association en New York, la plataforma Cuba Posible (CP), con el financiamiento de Open Society y de WOLA, organizó una reunión de lo que su director Roberto Veiga llamó una “pléyade de creadores” que ha asumido de manera “honesta y creativa” el “reclamo histórico” de la patria. Toda una tentación mesiánica/trascendentalista que su subdirector Lenier González adosó con un toque franciscano cuando precisó que “Nos toca a nosotros luchar y sufrir por ello. Incluso nos toca, a muchos de los aquí presentes, ser incomprendidos. Ese es nuestro destino y nuestra cruz”.

Su objetivo fue, no obstante, más terrenal: reflexionar sobre los problemas internos de la Isla, así como sobre las políticas norteamericanas hacia Cuba, en el marco de un “diálogo intenso”, con diferentes modos de ver la situación “tal vez legítimos casi todos”, sin precisar directamente quienes están fuera y quienes dentro del “casi”. Pues aunque no lo crean, en el casi “se esconde el diablo”.

Me parece muy bien que CP se reúna, en New York o en La Habana. Me parece muy importante que potencie la discusión sobre el futuro de la Isla. CP es una plataforma legítima y con un rol limitado, pero positivo en muchos sentidos. Y creo que esta reunión tuvo a su favor figuras intelectuales aceptables, y algunas de primer orden como fueron los casos de Carmelo Mesa Lago, Pedro Monreal y Mauricio de Miranda.

Pero también creo que Cuba Posible está comportándose con el mismo sectarismo exclusionista que el Gobierno cubano. Solo que cada cual escoge a sus ilegítimos. Voy a recordar que en los mismos momentos en que se celebraba esta reunión, estaban en New York diferentes cubanos con méritos suficientes para estar en la reunión, e incluso en algún panel. Estaba, por ejemplo, Manuel Cuesta Morúa, activista cívico oposicionista con un perfil intelectual plenamente reconocido y que acaba de lanzar un programa político/social democrático de altos quilates. Estaba Rafael Rojas, a quien no tengo que presentar, y al que se permitió asistir en el público por petición propia. Estaba Armando Chaguaceda, un doctor en ciencias con una obra teórica de muy alta calidad. Y estaba yo, que al menos me merecía que me hubieran invitado a mirar sin hablar. Pero además, en New York viven numerosos intelectuales cubanos que nunca fueron invitados y permítanme mencionar a Samuel Farber —autor de los libros que yo hubiera querido escribir—, a Geandy Pavón, con una obra artística imprescindible y a María Antonia Cabrera Anrus, entre otros muchos.

Aunque, Roberto Veiga, en su discurso, juega con los posicionamientos (izquierda, centro, derecha), no creo que ello estuvo relacionado con las exclusiones. En muchos sentidos Cuesta Morúa es más de izquierda que el Gobierno cubano, ni hablar de Sam Farber, quien es oposicionista justamente porque es auténticamente de izquierda. Y la propia CP es un territorio ideológicamente muy diverso, que abarca desde propuestas de socialismo comunitarista hasta el bochorno retrógrado de reclamar, en pleno siglo XXI, un concordato entre el Vaticano y el Gobierno cubano. Y hasta donde sé, ninguno de ellos ha sido excluido.

La exclusión tiene que ver con otra variable: la lealtad al Gobierno cubano. Al menos esa variable blanda de lealtad que sigue considerando a la elite política cubana como un interlocutor legítimo y creíble (la apología al discurso supuestamente democratizador de Raúl Castro es enternecedor), al régimen como un dispositivo reformable y a los opositores que no creen en eso como fichas despreciables que justifican el “casi” de la legitimidad de “casi” todos que mencionaba Veiga en su discurso.

Por supuesto que es lamentable que algo así suceda, y que Cuba Posible siga haciendo el juego a la fragmentación a que el castrismo nos ha condenado para poder administrar y despolitizar a la sociedad. Es posible que no lo hagan por convicción, sino por conveniencia. Por eludir la represión del régimen político, a pesar de los efluvios democráticos de Raúl Castro. Pero me temo que, a estas alturas del juego nacional, es complicidad y oportunismo.

Pero, repito, es legítimo que Cuba Posible siga cuidando su espacio y reuniendo a su gente. Sobre todo, si consigue que alguien lo financie.

Lo que es ilegítimo, por falso, es que Roberto Veiga siga proclamando que Cuba Posible auspicia “…el encuentro y el diálogo entre cubanos de la Isla y de la emigración, con criterios muy disímiles”.

En realidad, lo que reúne, como el diría, “casi todos”, son acólitos.


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