Embargo, The New York Times, Ébola
Ébola, embargo y editoriales
En los recientes esfuerzos contra el embargo, The New York Times ha visto una oportunidad para mantener una presencia importante para el público liberal y de izquierda
Primero fue el editorial pidiendo el fin del embargo, en el cual con una afectada pretensión de objetividad, se reunían unas cuantas verdades y otras medias verdades a modo de poner una de cal y una de arena. Lo erróneo no fue lo que se dijo, sino los vínculos que se establecieron entre los postulados y la conclusión traída por los pelos.
Pocos días después, para volver a tropezar con la misma piedra, sale el editorial sobre la presencia médica cubana en África para combatir el ébola, en el cual, para rematar, relacionaban la necesidad del fin del embargo con la ayuda de los médicos cubanos.
No es la primera vez que The New York Times se pronuncia disparatadamente con respecto a Cuba, ni la primera vez que los médicos cubanos son enviados en brigadas de ayuda médica a países del Tercer Mundo. Castro siempre ha utilizado la buena voluntad como moneda de cambio y de chantaje. Esto tampoco le resta importancia a este diario, probablemente el más leído y respetado en el mundo entero, con una reputación de periodismo agudo y cuestionador que se ha ganado, merecidamente, tras 163 años de publicación continua.
No me interesa disputar lo que se alega en los editoriales citados tanto como preguntarme las razones por las cuales lo hacen ahora. Cuál puede ser la oportunidad que se le ofreció al periódico y el pensado beneficio que obtendrá al publicar esa opinión en este preciso momento.
La prensa americana, plana y televisiva, siempre se ha vanagloriado de su objetividad, aunque este es un concepto a veces relativo y con fronteras que a cada rato se desplazan en diferentes sentidos. A diferencia de Europa, en donde muchos periódicos siempre han respondido a una línea partidista o a una bien definida línea política, en donde los lectores, siempre avisados, escogen sus medios de información según sus preferencias políticas e ideológicas, en los Estados Unidos ha existido muy poca diferencia entre la mayoría de los periódicos de peso nacional. Los matices se movían dentro de un espectro limitado.
Desde que apareció la prensa virtual, la blogosfera y la posibilidad de obtener información variada e inmediata a través de la internet, los diarios impresos (y los noticieros televisivos), para subsistir a la continuada pérdida de lectores que ha obligado a reducir presupuestos, cancelar servicios y cesantear periodistas, se han volcado a la opinión y al reforzamiento de la política editorial como atracción principal a sus lectores y a sus audiencias. Se han transformado un poco al viejo estilo europeo y ahora se han definido ideológicamente.
En la televisión la alineación político-ideológica está bien clara. Fox representa a la derecha y defiende ciegamente al partido Republicano. MSNBC es el paladín de la izquierda y defensor a ultranza del partido Demócrata. No se pretende objetividad, sino una postura política sin matices. CNN trata de mantener un frágil equilibrio para atraer al centro y a quienes no tienen una total definición partidaria.
Esto es un poco más pantanoso en la prensa plana, pero a medida que han perdido relieve nacional periódicos como Chicago Tribune y su ahijado The Los Angeles Times,The New York Times ha ascendido casi en solitario a acaparar el terreno del centro-izquierda y de la muy tímida izquierda convencional, que es más bien de limosina.
Su creciente radicalización se debe también a la necesidad de mantener una identidad en oposición a los otros tres diarios más leídos en el país: USA Today, The Wall Street Journal y The Washington Post. Los dos primeros hace tiempo que funcionan en la derecha. El último ha dado un giro tremendo en el último año, desde que pasó a manos de una corporación creada por Felipe Bezos, el creador, dueño y señor de Amazon. También ha formado alianzas temporales de colaboración con los principales diarios europeos de centro-izquierda como The Guardian, El País, Der Spiegel y Le Monde.
Dada la poca diferencia de principios ideológicos entre el establishment de izquierda y el de derecha, (más allá de las delirantes acusaciones de los extremistas de ambos bandos, todos están unidos en tratar de conservar el status quo), los políticos americanos se definen en base a poses o gestos que realizan con respecto a causas, hechos significativos y situaciones emergentes.
En los recientes esfuerzos de algunos grupos de cabildeo contra el embargo, cuyas voces han alcanzado más resonancia, en las encuestas realizadas en el sur de la Florida sobre la posición actual de la comunidad cubana con respecto al embargo y en los recientes cambios de la Unión Europea con respecto al comercio con Cuba, The New York Times ha visto una oportunidad para expresar una posición que lo mantenga como una presencia importante para el público liberal y de izquierda. La prensa no hace política, se beneficia de ella mediante la influencia que tenga sobre sus lectores.
Se ha dicho que el responsable de estos editoriales fue el periodista Ernesto Londoño. No lo sé, aunque sí firmó el comentario a la respuesta de Fidel Castro al primer editorial. Londoño es colombiano. Vino a Estados Unidos en 1999 a cursar estudios de periodismo y de asuntos latinoamericanos a University of Miami, donde fue galardonado por su labor periodística en el periódico de la universidad. Cubrió noticias locales para Dallas Morning News y luego pasó a The Washington Post, de donde se despidió hace dos meses para pasar a la junta editorial de The New York Times. Tiene gran experiencia reportando desde Kabul, Bagdad y El Cairo, en donde ha sido ubicado en medio de los conflictos. Sin embargo, más allá de ser colombiano, de sus estudios universitarios y de su posible interacción con miembros de la comunidad cubana miamense, su experiencia con respecto a Cuba se limita a cubrir la prisión de la base de Guantánamo. Pero como todos los gatos latinoamericanos somos pardos ante la mirada anochecida de los americanos, pues un colombiano debe ser, en consecuencia, un experto en Cuba.
Quizá su desconocimiento lo llevó a redactar sus paniaguados argumentos que le valieron unos pescozones editoriales del mismísimo Fidel Castro. Quizá por ello también se le olvidó mencionar que es claro que el de Cuba es el único gobierno que puede decidir enviar centenares de médicos en una misión internacionalista, porque es el dueño de sus destinos y los profesionales no tienen alternativas. No se cuestionó como un país en el cual los pacientes tienen que llevar sábanas limpias y bombillos a los hospitales, puede decidir en unas horas el envío de médicos a otro continente.
Más allá que el envío de personal calificado de las fuerzas armadas, los Estados Unidos y otros países no tienen poder para decidir a dónde van los médicos. Esto se hace mediante organizaciones no gubernamentales y la participación voluntaria de los especialistas de la salud. Para que estos trabajen hombro con hombro junto a los cubanos en una situación de emergencia no hace falta, ni la ha hecho en el pasado, ningún cambio político.
De todos modos, Cuba no es más que una oportunidad de alineamiento ideológico para The New York Times, lo cierto es que Cuba y los cubanos le importan bien poco al diario y al gobierno americano. Nunca han abandonado el concepto que expresara en 1946 el entonces embajador americano en Cuba, Henry Norweb, sobre los cubanos: “...poseen el encanto superficial de niños listos mimados por la naturaleza y la geografía, pero bajo esa superficie combinan las peores características de una desafortunada mezcla e interpenetración de las culturas española y negra: son vagos, crueles, inconstantes, irresponsables y de una deshonestidad innata”.
Nada molesta más al hombre y al intelectual condescendiente del primer mundo que a quienes percibe como indios con levita, calificación que se dice nos endilgó como pueblo Sara Bernhardt en 1887. Pero de entonces a estas fechas los cubanos hemos perdido la levita y nos hemos convertido en objeto de interés folclórico. Resulta irresistible tomar la pose de defender a esa pequeña islita, enfrentada al gigante que la bloquea, poblada de andrajosos que enarbolan sus fusiles y levantan sus puños para defender su patria y su anacrónico sistema de gobierno. No importa que ya nadie se lo crea. Vestimos bien a los paternalistas.
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