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La dictadura castrista reconoce su ineficiencia

Los miles de cubanos que perderán sus empleos serán reorientados hacia la actividad privada, algo inexistente y que requiere una infraestructura con la que no cuenta el país

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La reciente disposición de la dictadura cubana de dejar sin empleo a más de medio millón de trabajadores —lo que representa un sexto de la población laboral activa del país vinculada al Estado— es, hasta hoy, el mayor reconocimiento público de la incapacidad que siempre ha permeado al sistema político impuesto a los cubanos. Como es de esperar en estos casos, no fue Raúl Castro ni el llamado Consejo de Estado quien dio la noticia, sino la Central de Trabajadores de Cuba (CTC, sindicato único que no agrupa, sino que sojuzga a la fuerza laboral de la Isla); una manera de evadir la responsabilidad y darle un tinte patriótico y de “masas” a la situación.

Se sabe que lo que gana un profesional en Cuba no va más allá de los 26 dólares mensuales. Pero la vinculación a una empresa, una tienda, una industria, y aun a una institución de servicios, es la que permite el robo hormiga que a su vez nutre la amplia red de mercado negro —que incluye la reventa de bienes abstractos— causante de que el cubano de a pie se mantenga en condición de subsistencia. Ahora, más de medio millón de isleños quedarán sin empleos y, entre otras consecuencias, el mercado clandestino “subirá” sus precios hasta niveles prohibitivos.

El comunicado de la CTC anuncia que el proceso de desactivación de los trabajadores comenzará de inmediato y debe estar concluido en el primer trimestre de 2011. Los trabajadores que sean “escogidos” para perder el empleo serán reorientados en mayoría hacia la actividad privada. Es decir, serán reorientados hacia algo inexistente y que requiere una infraestructura con la que no cuenta el país, cuyo establecimiento necesitaría tiempo y recursos para su creación.

La determinación de quienes se quedan “fuera” y quienes no dependerá de los estudios que al respecto realicen la CTC y el Partido Comunista de Cuba, desde arriba hasta abajo. No hay que ser un genio para dictaminar que, debido a la cantidad de trabajadores que está en juego y a la diversidad de las actividades fundamentales de cada sector, la decisión justa brillará por su ausencia y el “sociolismo” encontrará un buen pasto para recrecer.

Según la CTC, las plazas imprescindibles, en el sector estatal, son aquellas que se relacionan con la educación, la policía, agricultura, construcción y otras de este corte. No se menciona la cultura.

Dice la CTC que estas medidas son necesarias para consolidar los 52 años de victoriosa existencia de la revolución cubana. Así, será revitalizado el principio de distribución socialista: se reducirán los gastos sociales, se eliminarán gratuidades indebidas y subsidios excesivos, además del estudio como fuente de empleo y la jubilación anticipada. Otros cambios de naturaleza semejante son que “Todo este proceso se efectuará sobre bases y normas nuevas y se modificará el actual tratamiento laboral y salarial para [los trabajadores] disponibles e interruptos, pues ya no será posible aplicar la fórmula de proteger o subsidiar salarialmente de forma indefinida a los trabajadores” (las cursivas son mías). Sin comentarios.

Pero hay más buenas noticias para la consolidación de la revolución socialista: “el exceso de plazas sobrepasa el millón de personas en los sectores presupuestado y empresarial”, anuncia el comunicado. De modo que debemos esperar una segunda vuelta.

“Nosotros llamamos pueblo si de lucha se trata, a los seiscientos mil cubanos que están sin trabajo deseando ganarse el pan honradamente sin tener que emigrar de su patria en busca de sustento”. Este enunciado corresponde a La historia me absolverá, la autodefensa de Fidel Castro en el juicio por el asalto al cuartel Moncada y considerado el documento guía de la revolución cubana.



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