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Emigrantes, Crisis, Costa Rica

Una “crisis” distinta

Las herramientas de análisis propias de la época de la guerra fría, que con evidente eficacia se utilizaban ayer, resultan incompletas hoy

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Si algo se puede afirmar sobre lo que viene ocurriendo con los cubanos que ahora tratan de llegar a la frontera sur de Estados Unidos, y están retenidos en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua, es que esta “crisis” —que más bien aún es un peligro o amenaza de crisis humanitaria, pero que ya puede catalogarse de problema regional— desafía los esquemas anteriores, que siempre estaban a mano para analizar situaciones similares en el pasado.

Para complicarle más la tarea a quienes se empeñan en la labor de examen, el desafío al mismo tiempo contiene aspectos similares a lo ya ocurrido, por lo que se entiende —aunque no se justifica— la tentación de reiterar ideas y explicaciones, como si asistiéramos a una simple repetición.

No es así. Las herramientas de análisis propias de la época de la guerra fría, que con evidente eficacia se utilizaban ayer, resultan incompletas hoy; las descripciones que convencían con un par de párrafos pasan por alto los detalles en la actualidad; las socorridas referencias a una supuesta conducta tradicional del gobierno cubano ignoran comportamientos anteriores.

Todo ello contribuye a que mucho de lo escrito hasta el momento sobre el tema tenga un olor a rancio. En lo que respecta a Cuba, desempolvar los archivos siempre es necesario, pero nunca resulta concluyente.

Por ello es necesario, acotar al menos ciertos puntos, delimitar los hechos:

  • No estamos ante un nuevo Mariel. Ni va a producirse una segunda crisis —aquí sí el concepto adquiere su definición mejor— en la Isla, como la que culminó en el puente marítimo Mariel-Cayo Hueso, que en poco tiempo trajo unos 120.000 cubanos a la costas de Florida. Tampoco asistimos a una repetición de la “Crisis de los Balseros”.
  • Para decirlo de forma más breve: esta no es una crisis dentro de Cuba, sino fuera de Cuba. La diferencia es notable, y permite al gobierno de La Habana la puesta en práctica de una táctica distinta.
  • Lo que sí existe es una crisis perpetua en Cuba, que ha llevado en los dos últimos años a que unos 100.000 cubanos entraran en EEUU, con documentos legales que autorizan su entrada o sin ellos. Cien mil cubanos en dos años, de una población aproximada de 11 millones de habitantes, es una cifra que indica un fracaso colosal del sistema cubano. Aunque ello no es noticia.
  • Lo que viene ocurriendo en Costa Rica es un hecho —indudablemente penoso— que ha captado la atención de la prensa, pero que solo forma parte de un éxodo masivo que viene produciéndose desde hace años.
  • Tanto el gobierno de Cuba como el de EEUU han mantenido siempre una política migratoria ajustada a la situación y los intereses políticos de cada cual.
  • Durante años —principalmente luego de Camarioca y los llamados “Vuelos de la Libertad”— el gobierno de La Habana redujo al mínimo o prohibió la salida del país, ya desde antes obligaba a quienes deseaban marcharse a largos años de trabajo en la agricultura e impedía irse a los profesionales en cualquier campo. Al llegar a la presidencia el republicano Ronald Reagan, Washington mantuvo la puerta casi cerrada. Precisamente entonces Costa Rica era el “tercer país” que acogía a los cubanos en tránsito, pero siempre y cuando ellos tuvieran los documentos indispensables y que hacían posible gestionar la visa estadounidense en el consulado correspondiente en su territorio (el famoso I-130). Los cubanos sin la documentación requerida, y sin una cuenta bancaria en Costa Rica, gestionada por el gobierno costarricense, no podían entrar en San José.
  • Durante la época de este procesamiento insólito, en que la oficina de la aerolínea española Iberia actuaba como una especie de consulado espurio en Cuba, ocurrieron ilegalidades en las visas, detención del proceso y reinicio desde cero.
  • Si sirve de algo para señalar un cambio de circunstancias en Cuba, cabe señalar que nunca se produjo protesta alguna frente a las oficinas de Iberia en La Rampa, en El Vedado, pese a que muchas familias cubanas perdieron el dinero por los fraudes ocurrido y tuvieron que comenzar de nuevo.
  • En varias ocasiones a lo largo de décadas, el gobierno de Fidel Castro amenazó —de forma directa o velada— con la posibilidad de un éxodo masivo, al cual se refirió públicamente con un énfasis de que estaría en condiciones de impedir. Raúl Castro no ha formulado tal tipo de amenazas desde su llegada al poder.
  • A partir de la promulgación del Decreto-Ley No. 302, que modificó en parte la política migratoria del Gobierno cubano —la Ley No. 1312 (Ley de Migración del 20 de septiembre de 1976— resulta muy difícil argumentar que cualquier cubano que llega a suelo estadounidense es, en alguna medida, un refugiado político, y merece una consideración especial.
  • Aquí vale la pena detenerse brevemente, porque la Ley de Ajuste Cubano no trata sobre el otorgamiento del estatus de “refugiado político”, a los efectos legales, a los cubanos que llegan a suelo estadounidense, ni tampoco es esta la razón de ser de la famosa ley. Pero desde el punto de vista de imagen y propaganda, hubo un cambio notable cuando se plantea la razón de existencia de la medida.
  • La Ley de Ajuste Cubano (LAC) ⎯promulgada en 1966, durante la presidencia del demócrata Lyndon Johnson⎯ se fundamenta en que los cubanos no pueden ser deportados, ya que el régimen de La Habana no los admite, que en cualquier caso estarían sujetos a la persecución y que en la Isla no existe un gobierno democrático.
  • La medida deja a la potestad del Secretario de Estado su aplicación, y para su cambio o abolición de forma adecuada requeriría de un acuerdo migratorio de mayor amplitud entre Cuba y Estados Unidos, especialmente en lo que se refiere al tema de las deportaciones de criminales, delincuentes o indeseables. Así que su mantenimiento no depende solo de Washington, sino también de La Habana.
  • Como en ocasiones anteriores, dicha ley debe salir a relucir como parte de la agenda de discusión en la reunión entre delegaciones de EEUU y Cuba que tendrá lugar el 30 de noviembre en Washington, pero el encuentro girará fundamentalmente sobre la puesta en práctica de los acuerdos migratorios bilaterales ya existentes. Si La Habana cambia su posición respecto a la aceptación de reportables, entonces la abolición de la LAC es más inmediata.
  • Sin un cambio en la actitud de Cuba hacia las deportaciones (EEUU quiere enviar 35 mil delincuentes cubanos de regreso a la Isla), existe la probabilidad de que la exigencia de un “gobierno democrático” sea pasada por alto.
  • De momento La Habana no parece estar jugando la carta de admitir a los reportables, al menos de inmediato y de forma masiva aunque ordenada. Si acaso a cuenta gotas, como ha venido ocurriendo.
  • Para el gobierno de Raúl Castro el interés es conseguir que la ley se caiga —o se modifique al punto de minimizarla— a consecuencia de las connotaciones negativas que tiene tanto en Latinoamérica como en EEUU. En la reunión de cancilleres en Centroamérica para tratar el problema de los cubanos varados el repudio a dicha medida fue unánime, incluso por parte de Costa Rica.
  • Castro tiene a su favor la tendencia al rechazo de los inmigrantes en EEUU, la oposición a la mismo por parte de la mayoría de los legisladores republicanos —incluso entre los cubanoamericanos, que hablan y proponen modificarla— y de buena parte de los demócratas.
  • Un cambio en la LAC, no su abolición, tendría un costo político nulo para el presidente Barack Obama, y para el Partido Demócrata en tiempo de elecciones. Gran número o la mayoría de los votantes estadounidenses de origen cubano, y en especial los republicanos, se oponen la entrada masiva de inmigrantes cubanos que luego del “Ajuste” viajan de visita a Cuba.
  • La Habana busca incrementar las ganancias económicas con los inmigrantes en general y especialmente con los que considera “respetuosos”, y que en el exilio llaman “obedientes”, pero al mismo tiempo intenta alimentar los argumentos de propaganda en contra de la LAC.
  • La aparente contradicción entre ambas posturas cesa si se analizan desde el punto de vista ideológico y de propaganda. Los beneficios económicos que le reporta una emigración del “llega y vira” no la afectan en su discurso ideológico, mientras que las ganancias en cuanto a la propaganda, de explicar la masividad del éxodo como consecuencia de la LAC, no son como para dejarlas a un lado.
  • El discurso del exilio no se salva tampoco de una actitud esquizoide, al declarar que Castro se beneficia del “Ajuste” y al mismo tiempo explicar lo que ocurre en Costa Rica como el producto de una conspiración de Raúl Castro para acabar con la ley.
  • No se ha destacado hasta el momento el silencio de los legisladores cubanoamericanos, y los aspirantes a la nominación presidencial republicana de origen cubano, sobre lo que ocurre en Costa Rica. Dicho silencio ha mostrado una actitud consecuente: no se puede estar a favor de modificar la medida y al mismo tiempo tratar de obtener dividendos políticos de lo que ocurre, de cara una elección presidencial donde se sabe que estar a favor de la entrada de cubanos no cuenta para nada. Ese es un tema superado, y en que los republicanos salieron perdiendo, luego de la primera elección de Obama. El senador Marco Rubio, por ejemplo, ha declarado en varias ocasiones ser partidario de modificar dicha ley y la medida de “pies secos/pies mojados”.
  • Más allá de la condena meritoria al régimen de La Habana, como causa fundamental del éxodo, en general el exilio cubano de Miami, y en especial el llamado “exilio histórico”, ha mantenido una actitud distante sobre lo que ocurre en Costa Rica. No son los tiempos de Fidel Castro, y tampoco los de Mas Canosa.
  • Con respecto a lo que ocurre en Costa Rica, Raúl Castro mantiene una actitud completamente opuesta a la que, ante un hecho similar, habría mostrado Fidel Castro. Tal actitud —y ese es su principal objetivo— lo presenta de cara a Washington como un gobernante dispuesto a buscar soluciones, no alimentar crisis. Ningún gobierno estadounidense —ni demócrata ni republicano— quiere ver siquiera la amenaza de una crisis migratoria cubana.
  • Asumir que lo que ocurre en Costa Rica es una maquinación del régimen cubano, donde mueve a sus peones a su gusto (Nicaragua y Ecuador) es empecinarse en una visión propia de la guerra fría. Aquí cada país ha actuado de acuerdo a preferencias y alianzas políticas, pero también según intereses propios y regionales. Si Cuba ha causado la crisis para presionar a Washington, por qué entonces Ecuador acaba de detenerla. La explicación tipo guerra fría no se sustenta, tanto por la dimensión del problema como por el hecho de que no ha estallado ni en Cuba ni en territorio estadounidense.
  • La protesta ocurrida en Cuba, cerca de la embajada de Ecuador en La Habana el viernes es una muestra clara de la nueva situación cubana (también los cubanos asistieron al lugar el sábado, pero la demostración fue de mucha menor intensidad). Toda protesta es política en Cuba, pero hay algunas más políticas que otras, y en este caso el gobierno no la consideró “políticamente dañina”. De lo contrario la habría impedido desde el inicio, o lanzado un acto de repudio contra los que protestaban. Que esta valoración haya resultado adecuada o no a sus objetivos se conocerá en los próximos días. Al permitir la protesta el gobierno intentó despolitizarla. En última instancia, los participantes no habían llevado a cabo un proceso que no estuviera legalizado actualmente, bajo las normas establecidas por el propio régimen. El cambio además vino de Ecuador, no de Cuba (el sábado el canciller de ese país anunció en su cuenta de Twitter que los ciudadanos cubanos que hayan comprado sus billetes de avión con destino a Ecuador antes del 26 de noviembre recibirán el nuevo visado establecido). Al permitir un acto completamente pacífico (no hay más que ver las fotos), brindó una imagen al mundo de permisividad, incluso democracia. Pero por otra parte también evidenció que los cubanos si están dispuestos a protestar, en asuntos que les interesan y que no vienen promocionados desde Miami. Lo ocurrido abre interrogantes y, por qué no, esperanzas.
  • La ilusión de que un acercamiento entre Washington y La Habana iba a mejorar las cosas en Cuba ha quedado suplantada por la realidad de aprovechar el momento para escapar. El alza en las salidas responde fundamentalmente al temor de que la normalización de vínculos entre ambos países pondrá fin a la LAC, que otorga un trato especial a los cubanos. Como suele ocurrir, la avalancha provocada por el miedo a la supresión o cambio de la medida está contribuyendo precisamente a que cada día resulte más difícil sustentar que se mantenga vigente.
  • Especificar que hay un cambio de estrategia —no simplemente de táctica— por parte del gobierno de La Habana no debe entenderse como una afirmación de apoyo y tampoco como una declaración de que bajo el mando de Raúl Castro se ha iniciado una etapa de democratización en la Isla. Aún la situación imperante allí es más cercana a los primeros años de mandato de Mijaíl Gorbachov —sin “glasnost” ni “perestroika” a la vista ni atisbos de que puedan ocurrir— que a una transición en avance del totalitarismo al autoritarismo, pero la fuerte intervención en todos los órdenes de la vida nacional ha ido lentamente cediendo el paso —casi siempre a regañadientes— a un gobierno centrado en los negocios y no en la ideología.
  • Continuamos presenciando el abandono de un país donde impera la represión, el desencanto y la inseguridad. Pero asistimos a un escape distinto. En mucho casos es simplemente temporal y sin necesidad de desprendimiento alguno. Y ello, por supuesto, está cambiando a un exilio que en buena medida ha dejado de merecer tal nombre.

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