Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Relaciones Cuba-Vietnam

Vietnam en la nostalgia

¿Qué busca el régimen cubano con esta amplia visita de los dirigentes vietnamitas?

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Lamento desentonar, pero no tengo interés en sumarme al “hit parade” y bailar con la música del momento, agradable pero ligera, habiendo otras cosas trascendentes que comentar.

No dudo de la importancia que puedan tener otros temas a debate en estos mismos instantes, pero me parece que para los cubanos no debería pasar inadvertido que el secretario general del Partido Comunista de Vietnam, con un miembro del Buró Político del Partido, un Viceprimer Ministro, el Canciller y los ministros de Industria y Comercio, Planificación e Inversiones, Agricultura y Desarrollo Rural, Finanzas y Construcción, estén realizando una visita “oficial y amistosa” de cinco días a Cuba.

Si se le suma a esa estancia el viaje de ida y regreso, para esos dirigentes representa casi una semana alejados de su país y de sus problemas inmediatos, para visitar una lejana, pequeña y empobrecida isla en el mar Caribe, a miles de kilómetros de distancia de sus costas, y que no representa ni un extraordinario mercado potencial para ningún producto ni un emporio exportador de nada que no sean lamentos, historietas, propaganda e insultos a quienes no admiran y aplauden incondicionalmente a su gerontocracia.

Como los sobrinos del “Tío Ho” siempre han dado muestras de no ser nada tontos, hay que preguntarse qué se persigue con tal nutrida delegación en este viaje, que se desarrolla entre la visita del Papa Benedicto XVI y la sexta Cumbre de las Américas, y se superpone con la llegada del presidente de México, es decir, con acontecimientos que aparentemente no tendrían nada que ver.

Depende de cómo se mire. Es cierto que estas actividades internacionales no se planifican de la noche a la mañana, y sería iluso pensar que la visita de los vietnamitas se encajó entre la del Papa y la Cumbre de Cartagena a última hora, pero es indudable que no puede verse aislada de los acontecimientos que están ocurriendo en estos días y los movimientos que está ejecutando La Habana.

Para un generalato acogotado entre reclamos del Vaticano por mayores libertades para los cubanos, y presiones continentales para buscar un entendimiento con Estados Unidos y así poder ser invitado a la mesa de las “personas decentes” aunque no sean tan “decentes”, en un momento en que la economía sigue estancada como siempre, y cuando cada vez más el mundo va conociendo la naturaleza represiva del régimen y su escalada sin frenos contra opositores pacíficos, la sombra de los vietnamitas y su Doi Moi (“renovación”) podría resultar altamente refrescante en La Habana para contribuir a reforzar una imagen de cara recién lavada muy necesaria y urgente.

El régimen podría tener en estos momentos una posibilidad de mejorar su imagen internacional, ante la disposición de muchos países del continente a olvidarse de la democracia y los derechos humanos en aras de señalar al “imperio” con el tema cubano, pero necesitaría determinados gestos para intentar pasar gato por liebre, y sin dudas que “camilleros” de la Cruz Roja dando porrazos, y decenas de disidentes detenidos en todo el país continuamente, no son el mejor esfuerzo de relaciones públicas y mejoramiento de imagen.

La Habana puede haber considerado que una “vietnamización” de su “actualización del modelo” contribuiría a enderezar la maltrecha economía, a la vez que vendría bien para su leyenda: al fin y al cabo los vietnamitas han ido logrando resultados económicos significativos sin aflojar en lo más mínimo las garras del poder, mientras que “nadie” puede acusarlos de haberse “aflojado frente al imperialismo”.

Este espíritu y esa admiración expresó Juventud Rebelde al señalar: “Cuando en 1986 Vietnam inició el proceso de Renovación —conocido como Doi Moi—, muchos pensaron que sus líderes habían equivocado el camino y otros apostaron porque fuera el primer paso para apartarse del socialismo. Sin embargo, nada más lejos de la verdad… Los vietnamitas supieron adecuar su proyecto a su realidad y las necesidades concretas del país y de la gente. Guiados por el Partido Comunista de Vietnam, el pueblo palpa en las calles, en la prosperidad de los negocios familiares, quizá hasta en el aire, los logros de más de dos décadas de Doi Moi, proceso que contempla la introducción de las lógicas del mercado en la economía, pero con orientación socialista… La inclusión y desarrollo del modelo de mercado, la evolución del sector privado, la integración a la economía global y la atracción de inversiones extranjeras han sido importantes para el despegue económico, pero siempre a partir de la estabilidad de la nación”.

Los vietnamitas no podrían aportar al régimen cubano ingentes cantidades de capitales, como hacen China y Venezuela, pero sí podrían aportar algo fundamental: tecnologías de administración en condiciones de pobreza, experiencias para producir con escasos recursos y la forma de utilizar al máximo los recursos humanos disponibles. Es cierto que años atrás los chinos trataron de transmitir esas mismas experiencias al régimen y Fidel Castro se negó rotundamente, pues no le interesaba para nada el bienestar de los cubanos.

A Raúl Castro tampoco le interesa, pero está en una situación en que si no logra levantar mínimamente la economía y las condiciones de vida de la población, a la vez que brinda cierta ilusión internacional de apertura vía Vaticano-Cartagena de Indias, corre el peligro muy real de tener que enfrentar un estallido social de pronóstico reservado e incalculables consecuencias. De ahí la lógica de intentar una variante “socialista” para mejorar sus inefectivas propuestas de “actualización del modelo” a partir del ejemplo de los vietnamitas.

Sin embargo, el problema fundamental a destrabar para que ese intento pueda tener algún efecto, aunque en La Habana no se mencione ni sus vulgares propagandistas lo sepan, radica en que mientras en Punto Cero, La Rinconada y el Palacio de la Revolución siguen recordando con cariño y nostalgia la ofensiva del Tet, la “ruta Ho Chi Minh”, la toma de la embajada americana en Saigón, y a Vo Nguyen Giap y Nguyen Van Troi, los sobrinos-nietos del Tío Ho ya no recuerdan demasiado ni se interesan mucho por esas cosas, y prefieren prestar atención, utilizar y conversar sobre Disney, Adidas, Niké, Starbucks, McDonald’s, Hilton o Sheraton, y comprar en centros comerciales de lujo como Cho Benh Thanh, L’Usine o Wing Art.


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