Esclavos y culis

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Esclavos y culis

El hombre como equipo* (fragmento)

Manuel Moreno Fraginals

La tendencia al suicidio entre ciertos grupos de negros fue vista con honda preocupación por los sacarócratas, pues un negro muerto era una inversión perdida. Los campos cubanos están llenos de cuentos de negros ahorcados, lo que revela la persistente presencia de esta imagen, frecuente en las plantaciones. En la mínima y esporádica enseñanza religiosa que se impartía a las dotaciones se hacía énfasis especial en que el suicidio era pecado gravísimo, con eterna condena de fuego infernal. Y los curas párrocos, en sus visitas a los ingenios, insistían en el tema.

Sobre prédicas católicas y suicidios de negros hay abundante bibliografía. Ver, para el siglo XVIII, Antonio Nicolás Duarte de Estrada: Explicación de la doctrina cristiana acomodada a la capacidad de los negros bozales (La Habana, 1796). Sobre la tendencia al suicidio, ver igualmente las observaciones de los tres grandes médicos que dejaron obra científica escrita en Cuba sobre enfermedades de esclavos: Francisco Barrera y Domingo: Reflexiones histórico-físico-naturales-quirúrgicas (La Habana, 1798). Bernardo Honorato de Chateausalins: El vademécum de los hacendados cubanos (Nueva York, 1831). Y Henri Dumont, op. cit. Barrera y Domingo tienen numerosas observaciones sobre el particular e, inclusive, dedica un epígrafe especial a “el esplín, es decir, la última maldad de acabar la vida por sus mesmas manos”. En Chateausalins y Dumont también abundan las observaciones sobre suicidios. Los suicidios en masa parece que fueron igualmente frecuentes. Por citar sólo dos casos, en los documentos de la sublevación del ingenio “Alcancía”, en 1843, se menciona a 40 negros que se ahorcaron en una ceja de monte. Y en otro informe, de 18 de julio de 1835, sobre una sublevación en Aguacate, se notifica que la partida de los perseguidores halló a diez negros ahorcados (AGI, Cuba, 2212a). Anselmo Suárez y Romero, en sus diversos escritos se refiere a más de 20 casos de esclavos suicidas. Los ricos fondos manuscritos de la Comisión Militar Ejecutiva Permanente (ANC), están inundados de documentos e investigaciones sobre suicidios individuales y colectivos. La situación llegó a revestir tan graves caracteres que el escándalo llegó a la corte en la década de 1840 y el Rey solicitó una investigación. Con tal motivo se formó un apasionante y voluminoso expediente con el título de Causas que influyen en el frecuente suicidio de nuestros esclavos y medidas que deben adoptarse para evitarlos. (ANC, Real Consulado, 149/7362). Informaron al Rey, entre otros, el señor Obispo, el fiscal de la Audiencia Ignacio González Olivares, y una comisión nombrada por el Real Consulado. Todos, sin dar cifras concretas, reconocieron que el índice de suicidios entre los esclavos negros cubanos era el más alto de que se tuviera constancia en el mundo y concluyeron que, naturalmente, “…no es el maltrato de los esclavos el que ocasiona los frecuentes suicidios sino la falta de instrucción religiosa”. En resumen, los culpables eran los negros que sabían que el suicidio era pecado mortal. Según las incompletas estadísticas cubanas, que no incluían los numerosísimos suicidios de los ingenios, el 83% de los suicidas en Cuba, en la década de 1840, eran negros esclavos. (Félix Erenchun: Anales de la isla de Cuba, La Habana, 1856-1861, p. 1390).

Demografía de los culis chinos en Cuba (1853-1874). Los suicidios[1]

Juan Pérez de la Riva

Entre todas las causas de muerte de los culis, el suicidio no sólo fue la que mayor porcentaje reclamaba, sino también la única sobre la que estamos bien informados. La legislación española consideraba el suicidio, o su tentativa, como un delito, y, por tanto, figura con regularidad en las estadísticas criminales; así, sabemos que en 1855 se reportaron 62 suicidios de chinos y, al año siguiente, 101; en 1857, 151 sobre una población recensada de 16.178[i]. Pero algunas de las veces no se daba cuenta a las autoridades y se enterraba al culí en un rincón del batey, sin más ceremonia que la presencia de sus compatriotas adscritos a la propia finca, que realizaban discretamente algunos ritos de la tradición taoísta. En 1862, hubo 173 suicidios de chinos sobre un total de 346 suicidios registrados en toda la Isla[ii]. El censo realizado ese año nos permite aventurar algunas comparaciones; ateniéndonos sólo a la población recensada, las tasas respectivas serían, por 100.000 habitantes: chinos 500, esclavos 35, blancos 5,7[iii]. Es decir, que, en proporción, los chinos se suicidaban 100 veces más que los blancos y 14 veces más que los negros.

Cuba tenía entonces la tasa más alta de suicidios del mundo: uno por cada 4.000 habitantes, y esto debido exclusivamente a los chinos, pues para el resto de la población la proporción sería sólo de uno por 8.072 habitantes. En la misma época ocurría en España un suicidio por 7.045 habitantes.

(…) Se puede afirmar que mientras duró el trabajo contratado, la tasa de suicidio entre los chinos cubanos fue de las más altas del mundo, comparable sólo a la de los culíes peruanos, fiel reflejo en ambos casos del inhumano trato de que eran víctimas. En 1858, la Audiencia de La Habana[iv] declaraba en el discurso de apertura de los tribunales: “Los individuos de esta raza tienen poco apego a la vida… recién llegados a un país extraño, sometidos a un trabajo constante, ignorantes del idioma e imposibilitados por lo mismo de hacerse entender y de que los entiendan, buscan en el suicidio, por medio del opio generalmente, el término de sus males, que su imaginación abulta tal vez por haber venido con ilusiones que no podían lograrse”.

No todos los chinos se suicidaban con opio, ésta es una leyenda propalada por aquellos que querían hacer aparecer al culi como un vicioso incorregible. La realidad era más simple y mucho más patética; un buen día, en general un domingo, el chino sin decir palabra se acicalaba, vestía sus mejores ropas y… al día siguiente amanecía ahorcado de un árbol o de un pozo[v]. A veces estos suicidios eran colectivos, como los de los indios aborígenes de Cuba cuando la conquista. En diciembre de 1870 se ahorcaron en una noche 14 chinos de la dotación del ingenio “Dos Marías” en casa de Pablo Carrolilla, propiedad de don José de la Portilla, y ¡eran los últimos culíes que quedaban en la finca![vi].

El suicidio en masa de los chinos impresionó mucho a los contemporáneos. Mientras los hacendados, por boca de José Antonio Saco[vii] consideraban que de “raza tan corrompida y perversa no (era) extraño ese resultado… (pues) lo perpetran por pura venganza” contra sus patronos, algunos extranjeros supieron ver más lejos y más hondo. Una norteamericana, Mrs. Julia Ward Howe[viii] escribía en 1860: “Tanto se emanciparon a sí mismos de su dura condición, dándose voluntariamente la muerte, que fue necesario aligerar la carga de sus espaldas y dejarles ese mínimum de bienestar que es necesario para mantener el deseo de vivir”. “El ejemplo se ha hecho contagio —añadía otro viajero, el francés Duvergier de Haurann—[ix] [tanto] que la importación de chinos ha faltado poco para ser abandonada, y que [el] gobierno, amenazado en sus ingresos, se ha alarmado”. Por desgracia, el culi salía barato y era de fácil reposición, para que ni los hacendados ni el gobierno se preocupasen mucho por su muerte.

* Capítulo 1, “Trabajo y sociedad”, de El Ingenio; tomo II, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978, pp. 10-11.

[1] Tomado de El Barracón y otros ensayos; Editorial de Ciencias Sociales, 1975, pp. 480-483. Publicado previamente en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí; año 57, nº. 4, 1967, pp. 3-32.

[i]Estadística criminal, 1855. Ver Erenchum

[ii] Se han manejado cifras obtenidas en Saco, J. A.; “La estadística criminal en Cuba”; La América, 12 de enero de 1865, y de la “Memoria del censo de 1861/62”.

[iii] Las cifras absolutas eran: chinos 173, esclavos 129, blancos 75, y las poblaciones respectivas: chinos 34.050, esclavos 370.530 y blancos 756.610. Población total de la Isla: 1.396.470.

[iv] Citado por Valverde, A. L.; Estudios jurídicos; etc., p. 34.

[v] Quesada, G.; Los chinos y la Revolución cubana; p. 17. Ed. 1946,

[vi] Chuffat; Apunte histórico sobre los chinos en Cuba; p. 36.

[vii] Saco, J. A.; “La estadística criminal en Cuba”; La América, 12 de enero de 1864. Reproducido en Colección Póstuma; p. 143.

[viii]A trip to Cuba; Boston, 1860, p. 219.

[ix] “Cuba et les Antilles”; en Revue des Deux Mondes; t. 65, París, 1866, pp. 164-165.

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