Introducción

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Casi dos siglos de estadísticas muestran que, a lo largo de su historia colonial, republicana y revolucionaria, Cuba ha ocupado los más altos puestos entre las tasas de suicidio continentales y mundiales. A la luz de esas cifras, no sería demasiado arriesgado considerar al suicidio como una tradición nacional.

En el estudio más abarcador publicado hasta ahora sobre el tema, Louis Pérez Jr. menciona una leyenda caribeña, recogida por Florence Jackson Stoddard, que habla de Cuba como “El Bello País de la Muerte”. Por su parte, las mitologías nacionalistas cubanas insisten en la muerte como alternativa desde el momento en que no puede alcanzarse la independencia política o el socialismo. Y no es casual que, en la introducción a la Constitución vigente, el suicidio de la población indígena esté considerado, junto a las sublevaciones de esclavos y los alzamientos independentistas, entre “las tradiciones de combatividad, firmeza, heroísmo y sacrificio forjadas por nuestros antecesores”.

Historiadores, sociólogos, antropólogos, filósofos y escritores se han preguntado por la reincidencia cubana en el suicidio. En las páginas que siguen aparecen algunas de esas reflexiones. Quedan fuera, por supuesto, muchas de ellas. (Las más notables, quizás, las de Guillermo Cabrera Infante en el ensayo “Entre la Historia y la Nada”, publicado en la revista Escandalar e incluido después en Mea Cuba).

Este dossier ha sido preparado por Pedro Marqués de Armas, escritor y psiquiatra, quien desde hace más de una década trabaja en un estudio sobre el suicidio en Cuba. Su texto “El suicidio, ¿una cualidad de lo cubano?” parte de una entrevista que le hiciera Duanel Díaz, publicada en http://duaneldiaz.blogspot.com/2007/06/el-suicidio-en-cuba-dilogo-con-pedro.html.

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