Sabias gaviotas
Sabias gaviotas
Reinaldo García Ramos
Para Orlando González Esteva,
que también a veces las visita
No conocen su fin, no lo presienten;
en la visión rápida del mar reciben
el alimento y la sorpresa
que las hacen huir, mirar
y regresar despacio;
no buscan fe, no se impacientan,
y así su vuelo sin temor prosigue.
Se posan sobre la tibia arena
sin dudar de que exista;
la tocan con sus únicos cuerpos
y no la necesitan;
la abandonan al emprender de nuevo
el recorrido extraño,
y no tendrán que recordarla.
Al atardecer, como cansadas
de demostrarnos su posesión del cielo,
se agrupan sobre la roca humedecida
y se dedican a una serena espera.
¿Qué pueden desear, qué aguardan
mientras la luz del sol poniente las recubre
de un esplendor cálido y rojizo?
Jamás la falta del amor las atormenta.
Si de repente el viento arrecia y las sacude,
entrecierran los ojos y en el mismo lugar
giran un poco, para sentir de frente
la ráfaga salvaje,
para evitar que el mismo aire
que las alzó en su gloria las derribe.
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