¿Qué proyectan las autoridades?

Antonio José Ponte

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Lo más notable que haya trascendido de los debates celebrados dentro de Cuba en los últimos meses puede hallarse en las grabaciones fragmentarias de dos asambleas. Nada mejor que este par de grabaciones furtivas para hacerse una idea del nivel de las discusiones, pues arrojan más información que el rastreo entre líneas de los comunicados oficiales.

El 19 de enero pasado, Ricardo Alarcón preside una asamblea compues- ta por estudiantes de la Universidad de Ciencias Informáticas (uci). El cen- tro de estudios, construido donde, hasta hace pocos años, residiera una base de radares soviéticos, prepara a profesionales para la investigación científica y la guerra cibernética. Los egresados de la ucihan de saltar por encima de todas las desventajas tecnológicas del país. Constituyen una alter- nativa al poder de las transnacionales informáticas. Son una suerte de gue- rrilla. Toca a ellos velar por las posibles infiltraciones de información no deseada: forman una tropa de guardafronteras.

Para ingresar en la uci es preciso cumplir una serie de requisitos, no sólo de rendimiento escolar, sino de fiabilidad política. La asamblea que preside Alarcón no es, por tanto, una más en el ciclo de asambleas convoca- das por Raúl Castro. El presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular dialoga allí con la elite universitaria del país.

El alto dirigente se expone a una batería de interrogantes. A propósito de las elecciones, los universitarios objetan el sistema de candidaturas (Ale- jandro Hernández: «Yo miraba hace unos días, entrando al comedor, y veía las fotos, las biografías de todos los delegados y diputados, y decía: ¿quiénes son? Yo no sé quiénes son. Simplemente, estoy leyendo la autobiografía. Simplemente, estoy leyendo la biografía, los posibles méritos que tiene ese ciudadano. Pero que nunca lo he visto, que nunca ha visitado la uci. Ese ciudadano que yo no sé quién es, ¿de dónde salió?»). Los universitarios cri- tican el voto unido (Alejandro Hernández: «Ah, el voto unido… Voy a ir a votar por cada uno de ellos… ¡Si yo no sé quién es! En la libertad hay ladrones, como expresara José Martí. En la libertad hay personas que no son totalmente conscientes, que no son totalmente revolucionarias»).

Las objeciones al sistema electoral no pueden ir mejor encaminadas, puesto que las escucha el propio presidente de la Asamblea Nacional. Los reparos al voto unido no podrían apuntar más alto, desde que Fidel Castro exhortó a practicar esa variante de voto.

Los estudiantes de la uci se detienen en asuntos económicos (Eliécer Ávila: «¿Por qué el comercio interno de todo el país ha migrado al peso convertible, cuando nuestros obreros, nuestros trabajadores, nuestros campesinos cobran sus salarios en moneda nacional, que tiene veinticinco veces menos poder adquisitivo?»). Y dan con esta fórmula para expresar los inconvenientes de la circulación de doble moneda: «un obrero tiene que trabajar dos, tres jornadas laborales para adquirir un cepillo de dientes» (Eliécer Ávila).

Se ocupan de la imposibilidad de viajar al extranjero, de la negativa de hospedaje en los hoteles del país. Refieren la prohibición de acceso (aun tra- tándose de ese centro de estudios) a servicios imprescindibles como Google y Yahoo! Limitaciones todas que cabrían en el «exceso de prohibiciones» admitido por Raúl Castro en un discurso reciente.

Pero si despierta asombro la intervención de estos jóvenes, más asombro provocan las respuestas de Ricardo Alarcón. Porque, lejos de mostrarse receptivo, tal como correspondería en un proceso destinado a recopilar las inquietudes y problemas de la población, éste cancela la posibilidad de dis- cutir, descarta lo valedero de dichas críticas. Y cuando los estudiantes se refieren al derecho a viajar, él traduce la violación de ese derecho a un imposible económico. El problema no reside, a juicio suyo, en el permiso de salida impuesto por instancias estatales, sino en el hecho de que gran parte de la población del mundo carezca de presupuesto para viaje alguno.

Echa mano a lo autobiográfico (descendiente de una familia de ciertos medios, no alcanzó a visitar Tropicana o Varadero antes del triunfo revolu- cionario), y menciona varios casos de individuos desalojados de las tiendas neoyorkinas de Fifth Avenuedebido al color de su piel. Su contestación se acoge a los dos desvíos predilectos de la propaganda oficial: Estados Unidos y la Cuba prerrevolucionaria. Sin embargo, reconoce no estar al tanto de las restricciones de Internet, y admite que la cuestión de la doble moneda se halla pendiente de resolución.

Otra asamblea de la que han salido imágenes congrega a empleados cubanos de empresas extranjeras. La Agencia de Contratación a Represen- taciones Comerciales (acorec) reúne a sus trabajadores el 12 de enero en el Teatro Nacional. Uno de los puntos a tratar está relacionado con la aplica- ción de un nuevo impuesto sobre las gratificaciones extrasalariales. Nelly Cubillas, viceministra de Finanzas, preside la reunión. Lo paradójico salta a la vista: en asamblea no muy remota, estos mismos trabajadores fueron conminados a firmar un código ético que penalizaba la aceptación de tales gratificaciones. Ahora, gracias a un caprichoso giro de las leyes, se reconoce cualquier compensación con el fin de sacarle tajada.

Quienes obligan a buena parte de la población a procurarse con dificul- tad lo imprescindible, no pierden ocasión de rapiñar los pesos convertibles que puedan agenciarse unos trabajadores menos miserables. Pasan por alto el comportamiento veleidoso de éstos, cultivan una vista gorda digna de pro- xenetas. Necesitan pensárselo antes de paliar los estragos económicos, pero se muestran resueltos a la hora de dictar otro impuesto sobre las ganancias.

Tal como puede comprobarse en una de estas filmaciones, el anuncio del nuevo gravamen da pie a francas señales de descontento. A diferencia del debate celebrado en la uci, aquí no se trata de plantear interrogantes a la mesa directiva. Carcajadas y abucheos saludan a los dirigentes, aplausos a quienes piden la palabra para oponerse a la medida.

La elite universitaria y los empleados mejor pagados llevan lejos sus crí- ticas. De una asamblea que congrega a los futuros guardafronteras de la información se filtra material que reaparece en manos de corresponsales extranjeros. Del debate entre quienes trabajan con inversionistas extranje- ros, sale otra grabación, de peor calidad y duración breve. En ambos casos, gente de probada confianza (o así tendría que ser) se atreve a oponerse al sistema electoral establecido, rechaza un nuevo impuesto.

A partir de estas imágenes furtivas, cabe conjeturar si el resto de las asam- bleas no habrá contado con críticas parecidas. Cabe preguntar también si la intención de las autoridades distará de ser la que se aprecia en Ricardo Alar- cón. En medio de tantas hipótesis, queda en pie la cuestión de fondo apunta- da por uno de los estudiantes de la uci, Eliécer Ávila: «Una revolución, un proyecto socialista no puede avanzar sin proyecto. Y nosotros, nosotros esta- mos seguros de que existe: lo que queremos es saber cuál es».

Sabemos de las exigencias de cambio de la población cubana. Desconoce- mos, en cambio, qué pretende hacer Raúl Castro respecto a las intervenciones recogidas en los debates. Vale, entonces, la interrogante del estudiante univer- sitario. Habría que averiguar qué proyecto sostienen en Cuba las autoridades.

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