Zona espacial

Reina María Rodríguez

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La niebla dejada atrás.
El toro pintado en la cuneta
y los molinos blancos
que giran hacia el costado oscuro,
vértigo.
Un don para la muchacha.
que se acurruca en el ómnibus
y piensa que el paisaje la ve.
Un don para esos niños que sueñan
con pañuelos enredados a sus plantas
y ondulaciones del viento en las sierras.
Hay una familia mar
y una abuelita sierra
entre el trigo verbal que crece
menta y regaliz en la boca
empedrada, en la chupeta.
He regresado de allí
y alimento con los colores
rojizo-paja-ocre-tierra-ámbar-olivo
lo hospitalario de la sinrazón.
Comprendo que
mi vida podría empezar de otra manera
sin ver tanto mar
ni atarme morbosamente
a ellos, a ti,
a la miseria.
Pero hay “nonitos” por doquier,
símbolos “patrios”,
trapos rotos que la niña acaricia
para dormir en paz.

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