Relaciones entre Brasil y Cuba

Benicio Schmidt

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Las relaciones entre Brasil y Cuba pueden ser exploradas, analíticamente, desde muchas y diferentes perspectivas. Cultural e históricamente, los dos países han sido considerados “primos”, debido al destino común de haber sido receptores de grandes masas de esclavos africanos para trabajar en la extracción de commodities típicas del colonialismo, principalmente el azúcar. Además, los rasgos tropicales, expresados por el arte popular, por la música, la literatura y la pintura, también han estado marcados por semejanzas notables.

Incluso en la actualidad, ante las diferencias sobresalientes de sus regímenes, en materia de regulación económica y social, por no hablar del funcionamiento de las instituciones políticas contrastantes, se acumulan experimentos compartidos por medio de trabajos sistemáticos, tanto en el campo de la industria cultural en general, como en la cooperación en servicios públicos y en el terreno científico-tecnológico.

El ascenso persistente de Brasil en el escenario internacional diplomático y comercial, que señala su papel histórico, desde el siglo XIX, de resistencia al predominio económico de las potencias occidentales, lo acerca a Cuba, que desempeña análogo papel en relación a la hegemonía capitalista. Estas semejanzas están forjando una particular cultura híbrida, al estilo de la que se ha forjado por la integración globalizada y contradictoria de Latinoamérica en el sistema internacional en las últimas décadas[1].

Es necesario apuntar que a pesar de tener una superficie de 110.900 km2 (un poco mayor que el Estado de Pernambuco), una población de doce millones de habitantes y un PIB de US$ 46 mil millones (el 4,3 por ciento del PIB de Brasil), Cuba posee dimensiones gigantescas en política internacional[2]. En función de esa importancia internacional, Brasil estuvo en contra de la expulsión de Cuba de la OEA en 1962, manteniendo una coherencia durante todos los gobiernos democráticos, al combatir el embargo económico impuesto por Estados Unidos[3]. A diferencia de Argentina, Brasil —en su ciclo democrático, interrumpido por la dictadura militar— ha sido consistente en su posicionamiento frente a Cuba, tanto en el ámbito de las relaciones internacionales como en las agencias multilaterales, defendiendo el reingreso de Cuba a la OEA, y absteniéndose en Naciones Unidas de amonestar a Cuba por su conducta en relación con los derechos humanos[4].

Algunas simetrías históricas no pueden oscurecer el papel político y humanitario relevante que la sociedad cubana ejerció frente a la aparición del fenómeno del “exilio político” de diversos grupos ideológicos de toda América Latina y el Caribe, especialmente, a partir de finales de la década del 60. El exilio político constituye, entre los siglos XIX y XX, un factor permanente de la política latinoamericana. Los desplazamientos con destino a Latinoamérica estaban provocados por sublevaciones contra las órdenes imperiales, por crímenes y otras causas. En muchos casos, como en los de Brasil y Chile, los exiliados, de variada naturaleza, sirvieron como arma demográfica en la expansión de fronteras políticas y económicas. Igualmente, es necesario subrayar que el exilio en sí mismo ha sido uno de los diferentes mecanismos utilizados para tratar con las oposiciones a los regímenes autoritarios o dictatoriales del área. “Encierro, destierro o entierro”[5].

En este sentido, Cuba, en el transcurso de la implantación de su utopía socialista, siempre atrajo a grupos políticos rebeldes ante el orden constituido. Muchos de los actuales dirigentes y cuadros de partidos predominantes en los sistemas políticos nacionales de la región estuvieron exiliados en Cuba o se capacitaron en ese punto de convergencia para la diáspora latinoamericana, cuyos reflejos se pueden detectar tanto en el discurso político actual de líderes gubernamentales, como en la literatura producida en toda el área, con la notable excepción de Brasil[6]. De cierta manera, Cuba, a partir de 1960, repitió la función de refugio de agentes revolucionarios o, simplemente, disidentes políticos, que ejerció la Revolución Mexicana desde 1917, ofreciendo un ethos de solidaridad y una sociedad altamente diversificada a los necesitados.

La centralidad de Cuba frente a las persecuciones y fracasos políticos de muchos liderazgos latinoamericanos y brasileños sirvió, de manera especial, para forjar eslabones de amistad y solidaridad siempre visibles en los tensos ambientes de la representación política. Esto no disminuye el número de incidentes y frustraciones de exiliados en Cuba, como indican diferentes estudios y testimonios[7].

Históricamente fuertes, las relaciones entre Brasil y Cuba asumieron en 1961 una orientación oficial más patente de apoyo a la Revolución Cubana, con la toma de posesión del presidente Jânio Quadros, bajo el manto de la “política exterior independiente” inaugurada entonces. Jânio Quadros recibió al Che Guevara en Brasilia, lo condecoró y apoyó las propuestas cubanas en la reunión de la OEA efectuada en Montevideo, a la cual envió como delegado especial al gobernador de Río Grande do Sul, Leonel Brizola, su adversario nacionalista y defensor de Cuba. Jânio Quadros renunció a la Presidencia, pero la solidaridad activa con Cuba continuó durante el gobierno de João Goulart (1961-1964).

Brasil rompió relaciones diplomáticas con Cuba el 13 de mayo de 1964, inmediatamente después del golpe militar que derrocó a Goulart, para simbolizar el rechazo a la “política exterior independiente” formulada por el presidente Quadros en 1961, y que estaba basada en estrechar relaciones con el Tercer Mundo. En medio del tenso escenario de la Guerra Fría, Jânio Quadros visitó Cuba en 1960, y se brindó, sin éxito, como mediador en la crisis entre Estados Unidos y la Isla.

A la ruptura de 1964, le sucede un alineamiento automático con Estados Unidos, y Brasil reclamó en Santo Domingo (1965) sanciones internacionales a Cuba ya propuestas por los norteamericanos. Fue entonces cuando Cuba ofreció asilo y entrenamiento militar a los militantes brasileños. Los conflictos con los militares se agudizan, especialmente, tras la incursión de Guevara en Bolivia, en 1967, mostrando el perfil militarmente internacionalista y subversivo de los cubanos en Latinoamérica.

Después del período de mayor distanciamiento ideológico entre los gobiernos de Cuba y Brasil, entre 1964 y 1978, el diálogo informal entre funcionarios gubernamentales de ambos países se hizo habitual, dado el alcance de sus intereses. Aparte de Brasil y Cuba, no había por aquellos años otros países de la región que mantuvieran relaciones diplomáticas estables con países africanos o de Europa Oriental. Los contactos entre cubanos y brasileños para intercambiar sus percepciones acerca de la coyuntura internacional tenían como escenario las reuniones anuales del GEPLACEA (Grupo de Países Latinoamericanos y Caribeños Exportadores de Azúcar), así como la sede de la Organización de Naciones Unidas en Nueva York.

Tal posición no se correspondía con el “pragmatismo diplomático” de los militares brasileños en el poder. En los casos de China y de Angola, la relación implicaba ventajas económicas para Brasil, no así en el caso de Cuba. Por consiguiente, a pesar de todo el apoyo militar de la Unión Soviética y de Cuba, el primer reconocimiento diplomático que obtuvo Angola del mundo occidental, el mismo día de su independencia, el 11 de noviembre de 1975, provino de Brasil. En plena crisis energética de los 70, Angola tenía petróleo para exportar a Brasil. Por otra parte, con la salida de Portugal del poder colonial, la lusohablante Angola podría desempeñar un papel semejante a Brasil en la misma comunidad lingüística. El presidente Geisel racionalizó, entonces, la nueva política, subrayando el hecho de que así los nuevos países descolonizados de África y los productores de petróleo de Oriente Medio tendrían otras opciones que la simple adhesión a los países comunistas. En el ámbito de la política internacional, incluso la aceptación por parte de Estados Unidos de la resolución de la OEA (1975), que permitía a sus miembros restablecer relaciones con Cuba, no alteró la posición negativa de Brasil sobre este punto.

Al principio de los 80, influyentes comerciantes brasileños ejercieron fuertes presiones sobre el poder controlado aún por los militares, a favor de reanudar los lazos diplomáticos con La Habana. Las razones de la Confederación Nacional de Comercio para restablecer las relaciones eran: 1) la imposibilidad de enviar productos directamente a Cuba sin imponer a las operaciones pesados gravámenes intermediarios; 2) el deseo de sacar provecho a la apertura cubana a las inversiones extranjeras para la construcción de centros turísticos (Ley 50, febrero de 1982); 3) el temor de perder oportunidades de negocios en beneficio de Argentina, que se hallaba en fase de ampliar sus relaciones con Cuba.

A despecho de esto, las relaciones culturales eran fuertes y crecientes, como lo demuestra la exportación de telenovelas a la Televisión Cubana.

Tras la toma de posesión de Sarney (1985), la Comisión de Política Exterior de la Cámara de Diputados vuelve a tomar la iniciativa, suspendida por los militares, y recomienda la reapertura de relaciones con Cuba. Por su parte, a los cubanos les tocaba, asimismo, suavizar sus críticas a los militares (“gorilas”) brasileños. Curiosamente, en los comicios de 1984, Fidel Castro elogia a Tancredo Neves y critica a Lula por pedir elecciones directas y no apoyar a Neves[8]. El proceso de restablecer relaciones con Cuba, incluso bajo condiciones civiles y democráticas, fue largo y penoso. Muchos factores repercutieron negativamente, en especial sobre la institución militar brasileña: la convocatoria de la conferencia sobre la deuda externa, patrocinada por Fidel Castro, exigiendo la suspensión unilateral de pagos; el acercamiento entre Cuba y la Teología de la Liberación, con las obras de Frei Betto aproximando a Cristo con Marx; el intento cubano de secuestrar al ex viceministro de Cuba, Manuel Sánchez Pérez, en Madrid, capital de un país aliado, en diciembre de 1985; la presencia de tropas cubanas en Angola, así como las presiones de grupos aliados de los cubanos en Brasil, como el Partido Comunista Brasileño (PCB), el Partido de los Trabajadores (PT) y el Movimiento Revolucionario 8 de Octubre (MR-8).

La derecha más ilustrada abogaba por un rápido restablecimiento, como demuestran los fragmentos de una carta enviada por el diplomático José Guilherme Merquior al presidente Sarney en abril de 1986: “Otro gesto de gran atractivo para la izquierda: restablecer relaciones con Cuba. Se pasarían seis meses digiriendo ese manjar, obligados a pensar que, en definitiva, ¡este Sarney incluso no es tan reaccionario . . .! Cuba, hoy, no ofrece mayores peligros en América del Sur. El guevarismo ya está superado, mientras que la reanudación tiene tres ventajas para nosotros: a) abriría un significativo potencial de exportaciones brasileñas; b) permitiría a Brasil influir, en buena medida, en el comportamiento internacional de La Habana, como hace México, en sentido moderador y realista; c) evitaría que, en el futuro, nuestro restablecimiento se produjera subordinado a una reconciliación diplomática entre Cuba y Estados Unidos, reconciliación que, a medio plazo, es tan segura como lo fue la pasada década el reconocimiento de Pekín por Washington[9].

Para evitar cualquier alusión al carácter ideológico de su decisión de reanudar relaciones con Cuba, José Sarney encarga a su entonces ministro de Comunicaciones, Antônio Carlos Magalhães, en un viaje secreto a Cuba, la misión de definir las bases del restablecimiento de relaciones. A quien ocupaba el cargo de canciller en ese momento, José Roberto de Abreu Sodré, correspondió la tarea del anuncio oficial. Ambos ministros eran considerados representantes de la derecha, fuertemente vinculados al régimen militar, y así, se trató de evitar que el gesto presentara connotaciones identificadas con preferencias ideológicas.

El 25 de junio de 1986 se reanudaron las relaciones diplomáticas entre ambos países, terminando un período de veintidós años de aislamiento, más largo que los veinte años de interrupción de relaciones brasileñas con China, restablecidas en 1974, o que la interrupción de relaciones con la Unión Soviética (1947-1955). En realidad, el alineamiento internacional automático de Brasil con Estados Unidos, principal responsable de la decisión aislacionista hacia Cuba, había terminado una década antes[10].

Frente a las resistencias de los militares, se ejerció la presión de la comunidad empresarial. No podían despreciarse las ventajas de un circuito comercial que, antes del restablecimiento, ya preveía una exportación anual de 150 millones de dólares a Cuba. La Presidencia de la República, tanto en la persona del general João Figueiredo, como en la de José Sarney, se vio forzada al restablecimiento, a causa de las presiones entrecruzadas de los grupos empresariales y de los grupos burocráticos de nivel medio dentro del aparato del Estado. Una simbiosis clientelista entre agentes públicos y privados, que redunda en una política sincrética, donde cuesta trabajo delimitar la relativa independencia de la Presidencia de la República de las autoridades económicas y de las diplomáticas.

En el contexto de las relaciones diplomáticas posteriores a la Guerra Fría, se consolida la actual configuración institucional regulando las relaciones comerciales internacionales. Se produce la desvinculación de los ámbitos económicos y militares de poder; la expansión financiera en la que el nuevo régimen de acumulación se desarrolla dentro del antiguo, y se crean grandes empresas multinacionales, todo lo cual hace mucho más complejo el escenario.

Brasil extiende su agenda multilateral de comercio, provocando tensiones en el ámbito doméstico de decisión, donde ciertas características del Estado clientelista cobran sus razones y precios, en la medida en que grupos empresariales nacionales exigen el reparto de la decisión. En el ámbito doméstico, los intereses de los actores políticos relevantes (el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y los grupos de interés) configuran lo que se puede definir como las estructuras domésticas de preferencias. Por consiguiente, la decisión de reanudar relaciones contó con muchos ingredientes, aparte de los considerados, formalmente, de Estado.

La política exterior brasileña, excepto en raros períodos, siempre ha estado muy cerca y en función de los intereses económicos que confirman una posición de resistencia al dominio de las potencias industriales. La misma industrialización brasileña ha sido un desafío, una tenaz resistencia a la división internacional del trabajo establecida por los países hegemónicos. En ese sentido, la política exterior siempre estuvo articulada con la diplomacia económica, procurando edificar un país abierto comercialmente e industrialmente innovador[11].

El estado actual de las relaciones de Brasil con Cuba apunta hacia un incremento del comercio, de la cooperación académica y científica, y hacia la total estabilización de las relaciones políticas en el nivel de las organizaciones internacionales. Todo ello tiene que ver con las posibles repercusiones de la transición política cubana, a partir de que se hiciera efectiva la salida de Fidel Castro del poder.

Actualmente, el comercio genera un flujo entre ambos países que no alcanza aún los 500 millones de dólares anuales. La cooperación académica ha estado compuesta por acuerdos y convenios de intercambio de profesores y estudiantes, todos ellos investigadores incorporados a proyectos aprobados previamente por la Coordinación de Perfeccionamiento de Personal de la Enseñanza Superior (CAPES), del Ministerio de Educación brasileño. La cooperación científica se ha concentrado en el liderazgo de la Empresa Brasileña de Agropecuaria (EMBRAPA), y en la cooperación en el área de salud pública (vacunas, principalmente), teniendo como objetivos los programas preventivos contra endemias que asuelan el Brasil actual, principalmente la fiebre amarilla. En los temas de salud han tomado parte, en Brasil, agencias, institutos, hospitales y universidades, además del propio Ministerio de Salud.

En las áreas biológicas, ha habido una particular y notable cooperación, principalmente en los esfuerzos vinculados al control de plagas, así como en la utilización de commodities para uso energético, como es el caso de la caña de azúcar con vistas a la producción de etanol.

Todas esas relaciones deberán ser matizadas de algún modo por los contornos de la transición político institucional que está en camino. A ese respecto, existen varias perspectivas, además de las que representa el pensamiento republicano estadounidense más conservador, lo que implicaría una “reconquista de Cuba como frontera económica de Estados Unidos”. Entre las prospecciones hegemónicas se encuentra el paso hacia un régimen de connotaciones chinas, una especie de neodemocracia, que libere las regulaciones económicas socialistas centradas en el control y en el licenciamiento estatal, combinado con el mantenimiento de un poder político monopolizado por el Partido Comunista cubano.

Los liderazgos cubanos están, aparentemente, tranquilos. Fidel Castro está apartado del poder efectivo hace un año y medio, y nada grave ha sucedido. El régimen ya emprendió la liberalización en muchas áreas; como en lo referente a las inversiones extranjeras directas, o en la reglamentación de las profesiones. Así, no habría el riesgo de una verdadera contrarrevolución social, como ocurrió en Rusia entre 1991 y 1992, y los mayores cambios radicarían en el estilo de administración de gobierno, ahora más colectiva, y todavía bajo la égida de Raúl Castro[12].

Uno de los efectos paradójicos del esfuerzo educacional cubano, que entre otros logros acabó con el analfabetismo histórico —que contrasta con los datos revelados por el Tribunal Superior Electoral (TSE) de Brasil, donde hoy, de 128 millones de electores, alrededor del 52 por ciento no terminaron el primer ciclo (enseñanza elemental) y el 8,2 por ciento son analfabetos—, es causado por una sobreproducción de personal de nivel superior, que la poco diversificada economía cubana es incapaz de absorber. Esto hace imperiosa la “exportación” de mano de obra cualificada, principalmente en el área de la salud. En este sentido, tanto Venezuela como Brasil han recibido médicos cubanos, incluso desconociendo las normas corporativas nacionales vigentes en el sector de la salud pública. Además, es notable el papel desempeñado por la Escuela Latinoamericana de Medicina, de La Habana, que ofrece un curso de seis años de Medicina para, preferentemente, estudiantes de áreas marginadas de África, Latinoamérica, Asia e, incluso, de Estados Unidos. Allí se han graduado cerca de 900 brasileños, que hoy tratan de homologar sus títulos para ejercer la profesión en Brasil, provocando, con ello, enormes tensiones entre las corporaciones médicas, el Congreso Nacional y el Ministerio de Educación, en función de las estrictas normas dictadas por el Consejo Nacional de Educación[13].

A despecho de la intensificación de las relaciones bilaterales, a partir de 1986, la capacidad relativa de la influencia cubana en la región se ha visto reducida por la aparición de mecanismos de articulación política lastrados por compromisos con la vigencia de valores y prácticas democráticos. Es así como Cuba ha sido boicoteada para formar parte del Grupo de Río, creado en 1986, y que tuvo un papel destacado en la pacificación centroamericana. A la ausencia de Cuba en los debates de la OEA, y en el Grupo de Río, se sumó la exclusión de la Isla de los principales mecanismos de integración económica en el hemisferio. La participación cubana en las reuniones de las cumbres iberoamericanas vino a suplir, en parte, esa carencia; así como la iniciativa venezolana de crear una Alternativa Bolivariana para los Pueblos de las Américas (ALBA).

Cuba y Brasil han trabajado, de manera incesante desde 1988, para formular e implementar acuerdos en las áreas de geología y, ahora, de petróleo, teniendo como objetivo la explotación del área cubana del Golfo de México. Lo mismo sucede en el ámbito de las operaciones en Cuba de la compañía Vale do Rio Doce, estudiando la explotación conjunta de minerales raros. Recientemente, en ocasión de la visita a la Isla del presidente Lula (15 de enero de 2008), Petrobrás firmó nuevos acuerdos operacionales para la explotación en zonas profundas. La empresa estatal brasileña efectuará prospecciones y extracción de crudo en aguas profundas, en la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de Cuba en el Golfo. Toda esa zona ha sido dividida en 59 áreas, donde operan la española Repsol, así como otras empresas de India, Noruega, Malasia, Canadá y Venezuela. Desde la última visita brasileña, incluyendo contratos para la construcción de carreteras, resulta un montante de mil millones de dólares, basado en créditos del Banco de Desarrollo de Brasil (BNDES) a empresas brasileñas que poseen tradición en trabajos en el extranjero. Estos acuerdos convierten a Brasil en el segundo socio económico de Cuba en Latinoamérica, inmediatamente después de Venezuela[14].

Con esto, tres años después, en los mismos términos del acuerdo firmado en 2003, Petrobrás regresa al área cubana del Golfo de México. En aquella ocasión, las relaciones se interrumpieron por la intervención de Hugo Chávez, un cambio en la orientación de la Compañía Cubana de Petróleo, y por un desacuerdo de Estados Unidos con el proyecto. La empresa brasileña ya había trabajado en Cuba entre 1998 y 2001, volvió con proyectos ambiciosos en 2003, y cerró la oficina de representación en 2005. Asimismo, en la actualidad, está prevista la construcción de una fábrica de lubricantes que será operada, de manera conjunta, con la empresa estatal cubana.

El primer acuerdo de Petrobrás con los cubanos atrajo la atención de Estados Unidos, debido a que la empresa se estaba expandiendo hacia Irán y Libia. Mientras tanto, en Cuba hay malestar en relación a promesas incumplidas por parte de PDVSA, la empresa petrolera venezolana[15].

Estas inversiones también contemplan una apuesta por el futuro de Cuba, como una economía de mercado y un sistema político más abierto. Las perspectivas de mayores flujos de comercio e inversiones de la creciente economía multinacionalizada brasileña en Cuba deben prosperar, fundamentalmente, debido al crecimiento paralelo de la economía de la Isla.

En el panorama actual de la política latinoamericana, el protagonismo de Cuba y de Venezuela —fuertemente centralizada en los papeles desempeñados por Hugo Chávez— ha generado, frecuentemente, tensiones con Brasil. El creciente movimiento venezolano en defensa de un liderazgo estratégico en la región está firmemente basado en la diplomacia petrolera. Como quinto productor de petróleo del mundo y abastecedor de Estados Unidos, Chávez ha procurado establecer nuevos métodos y reglas de intervención política ostensiva, incluso fuera de sus fronteras nacionales. La vaga concepción del “Socialismo del Siglo XXI”, respaldado por la reinvención de un proyecto bolivariano para Latinoamérica, ha tratado de sustituir, de cierta manera, el papel desempeñado por la utopía socialista difundida por Cuba a partir de las incursiones militares en África, América Central y Suramérica. El proyecto de Chávez tiende a crear obstáculos a la pragmática diplomacia brasileña. El enfrentamiento entre las petroleras brasileña, venezolana y cubana es una fuerte señal de ello. Además de las tensiones creadas recientemente en función de la producción de biocombustibles propuesta por Brasil, su mayor productor en potencia. Fidel Castro se ha opuesto públicamente a dicho proyecto, respaldado por la hipótesis, todavía general y abstracta, de que faltarán tierras para la producción de bienes alimentarios. Chávez se ha mantenido relativamente neutral, porque en su posición de gran productor de petróleo no tiene ninguna preocupación. Brasil podrá utilizar, estratégicamente, la producción de etanol y de otros derivados de la biomasa para rediseñar sus líneas históricas de política exterior con nuevos acercamientos a Estados Unidos, un gran consumidor en potencia[16].

En la última visita del presidente de Brasil a Cuba, se hizo evidente el malestar provocado por la divergencia entre los dos países, especialmente, en torno a la cuestión energética[17]. Las relaciones, asimismo, se han visto empañadas por el asilo político que Brasil ha concedido a artistas y desertores de la Isla, a partir de los polémicos episodios que se produjeron en ocasión de los últimos Juegos Panamericanos, celebrados en Río de Janeiro en 2007.

Las probables líneas de cooperación e integración entre Cuba y Brasil dependerán de la propia reinserción plena de Cuba en la economía de mercado mundial, igual que dependerán de los rumbos asumidos por los cubanos, después de la jubilación o retiro de Fidel Castro. Según el cínico parecer del ex ministro José Dirceu, exiliado en la Isla durante varios años, los cubanos sólo aguardan la salida de Fidel para la plena apertura de su economía, matizada por un estilo chino de gobernabilidad. Insinúa, incluso, que, en dependencia de las circunstancias, Cuba volverá a ser un gran polo turístico que atraerá, inclusive, a grandes capitales brasileños. Los tiempos actuales serían muy diferentes de la coyuntura en la que se creó la Cuba revolucionaria[18].

Es interesante señalar cómo, en función de la poca cantidad y la baja calidad de los trabajos de análisis sobre Cuba y el área del Caribe, la posición negociadora de Brasil se debilita. Aunque haya tenido, y tenga todavía, un papel central en las negociaciones de varias crisis en Centroamérica y el Caribe, a pesar de que haya enviado tropas en los 60 a la República Dominicana, subordinadas a Estados Unidos, y aunque esté al mando de los efectivos de Naciones Unidas en Haití, Brasil es, prácticamente, un desierto de trabajos científicos sobre Cuba y la región. Esto hace que las autoridades diplomáticas y los grupos de interés económico busquen otras fuentes para abastecerse de informaciones y de análisis. Ni siquiera el inminente proceso de transición política en Cuba posFidel Castro ha tenido la repercusión y el alcance necesarios para elaborar una estrategia diplomática correcta.

Resulta patente, por otra parte, que analistas internacionales, y los mismos cubanos, están muy bien informados y produciendo buenos y adecuados análisis acerca del proceso de transición, tomando en consideración, inclusive, las nuevas prescripciones económicas globales. Para Brasil, tal deficiencia analítica es inexplicable, entre otras razones, porque la propia economía brasileña está siendo liderada, de modo creciente, por empresas que se han multinacionalizado y que tienen, igualmente, una fuerte presencia en el área del Caribe (Petrobrás, Embrapa, Vale do Rio Doce, Gerdau, Marcopolo, etc.)[19].

De cualquier manera, las posibilidades de las relaciones están depositadas, más que nada, en la evolución del cuadro político cubano. El propio futuro cubano depende, por otro lado, de la diversificación de su matriz productiva, igual que otros países pequeños hicieran el siglo pasado con éxito total.

[1] El autor agradece los comentarios e informaciones complementarias que el periodista de asuntos internacionales Walter Sotomayor ha tenido la generosidad de ofrecer, tras la lectura de la versión anterior de este trabajo.

[2] Pio, Carlos; “A abertura económica cubana”; en Correio Braziliense; (19; 01; 2008), p. 19.

[3] Vigevani, Tulio y Oliveira, Marcelo de; “Brazilian foreign policy in the Cardoso`s era: the search for autonomy through integration”; en Latin American Perspectives; n.º 156, vol. 34, septiembre de 2007, pp. 58-70.

[4] Gomes Saraiva, Miriam; “Brasil y Argentina; política externa para América Latina en tiempos recientes”; en América Latina Hoy; 45, 2007, pp. 127-140. En 1998, Brasil vuelve a formular su posición de manera más suave, condicionando el regreso cubano a la OEA a la democratización de su régimen político.

[5] Luna, Félix; Historia General de la Argentina; Planeta, Buenos Aires,1995.

[6] Ver, por ejemplo, las obras de numerosos novelistas contemporáneos, como las del chileno Roberto Ampuero, Boleros en La Habana; (Planeta, Santiago de Chile, 1996), que reflejan las diferentes etapas de asimilación de la cultura y de los dilemas políticos cubanos por autores de la región, con la acentuada ausencia de los artistas e intelectuales brasileños en la misma situación, y cuya producción es, comparativamente, irrisoria.

[7] Rollemberg, Denise; “The Brazilian Exile Experience: remaking identities”; en Latin American Perspectives; n.º 155, vol. 34, julio de 2007, pp. 81-105.

[8]Veja; 43, 1984.

[9] Fuente: http: //www.olavodecarvalho.org/convidados/0122.htm.

[10] Nazario; Olga; “Brazil`s Rapprochement with Cuba; the process and the prospects”; Journal of Interamerican Studies and Worlds Affairs; n.º 3, vol. 28, otoño de 1986, pp. 67-86.

[11] Moniz Bandeira, Luiz Alberto; “Brazil as a regional power and its relations with the United States”; en Latin American Perspectives; n.º 148, vol. 33, mayo de 2006, pp. 12-27. Hay autores en desacuerdo con esa visión “autonomista” respaldada antiguamente por la CEPAL. Ver, por ejemplo, Grabendorff, Wolf; “La política exterior de Brasil, entre el Primer y Tercer mundo”; en Nueva Sociedad; n.º 41, marzo-abril de 1979, pp.108-119. Ver, asimismo, otras obras donde las referencias a Cuba, en particular, son escasas, en función de la seducción por elaborar una “gran teoría” de las relaciones internacionales de Brasil, sin mayor énfasis en informaciones y operaciones prácticas de la propia política internacional representada por el país. Por ejemplo, Altemani de Oliveira, Henrique y Lessa, Antônio Carlos (organizadores); Relações Internacionais do Brasil: temas e agendas; Saraiva, São Paulo, 2006, 2 t.

[12] Ver “Memórias da Guerra Fria”; entrevista al general ruso Nikolai Leonov; Folha de São Paulo (Caderno Mais); 13 de enero de 2008.

[13] Huish, Robert; “Cuban medical internationalism and the development of the Latin American School of Medicine”; en Latin American Perspectives; n.º 6, vol. 34, 2007, pp. 77-92.

[14]La Nación; Buenos Aires, 17 de enero de 2008.

[15]Valor; São Paulo, 16 de enero de 2008, p. A4.

[16] Félix, Jorge; “A integração sul-americana sob ameaça”; Eu&-Valor; São Paulo, 18 de mayo de 2007.

[17] “Um abraço em Fidel”; Correio Braziliense; Brasilia, 16 de enero de 2008, p. 18.

[18] “O Consultor”; Revista Piauí; São Paulo, n.º 16, enero de 2008.

[19] Ver, por ejemplo, Bell Lara, José; Cambios Mundiales y Perspectivas-Revolución Cubana; Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1999 y Martínez Puentes, Silvia; Cuba: más allá de los sueños; Editorial José Martí, La Habana, 2003.

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Número de páginas: 8 páginas

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Revista Encuentro de la Cultura Cubana, 48/49, primavera/ verano de 2008