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Actualizado: 02/06/2024 23:44

Lo que dejó 2007

Victorias pasadas, retos futuros

Pekín 2008: ¿Confirmación de la decadencia del deporte en la Isla o nuevo despegue de sus potencialidades?

Hace 29 años el deporte nacional alcanzó cotas excepcionales de maestría, expresadas en resultados a nivel internacional. En el transcurso de pocas semanas, en el año 1978, los atletas cubanos obtuvieron —con actuaciones descollantes— los campeonatos mundiales de voleibol femenino, boxeo y béisbol amateur. Casi tres décadas después, eventos similares reflejan el retroceso de nuestro deporte, víctima del férreo monopolio del Estado, que impone sus caprichosos intereses de dominación política a cualquier otra consideración.

El caso es que en el Campeonato Mundial de Boxeo de Chicago, en Estados Unidos, y las copas mundiales de voleibol femenino y béisbol, celebradas en Japón y Taiwán respectivamente, entre los meses de octubre y noviembre pasados, los representantes de la Isla no pudieron revalidar la supremacía que amasaron por tantos años.

Vender el diván

El boxeo, buque insignia del deporte nacional, ha logrado con algunos altibajos mantener la hegemonía alcanzada por primera vez en los juegos estivales de Munich 1972, sobre todo gracias a que es el único deporte olímpico que mantiene la más estricta separación entre los circuitos amateurs y profesionales.

Sin embargo, el Campeonato Mundial de Chicago se celebró sin la presencia de los púgiles de la Isla, en tanto las autoridades determinaron no asistir al evento so pretexto de evitar el acecho a que podían verse expuestos los atletas por parte de los promotores y buscadores de talento del boxeo rentado.

A estas alturas, la escuadra ya no pasea la distancia en los eventos internacionales, a veces gracias a la maestría deportiva que demuestran los pupilos foráneos de los entrenadores antillanos que el gobierno alquila a otros países. Además, se ha visto sensiblemente debilitada por la "deserción" —sí, así en lenguaje militar— en diciembre pasado de tres de los cuatro campeones Olímpicos de Atenas 2004, que escaparon durante un entrenamiento en Venezuela; así como por el fallido intento de huida del campeón olímpico y mundial Guillermo Rigondeaux y el campeón mundial Erislandy Lara durante los pasados Juegos Panamericanos de Río de Janeiro. Estos últimos, deportados misteriosamente a La Habana, se quedaron sin opción de hacer lo que mejor saben.

De momento, los tres primeros ya participan de los circuitos profesionales, hasta ahora con buena fortuna y contratos. En cambio, Rigondeaux y Lara padecen un agobiante ostracismo en la ciudad de sus sueños pasados. Ninguno puede aportar su calidad probada a las futuras aspiraciones del boxeo nacional.

Si se analiza la ausencia del Mundial de Chicago, llama la atención que el mismo líder que impuso a la delegación de la Isla el peligroso y hostil escenario de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Juan, Puerto Rico, en 1966, después de 41 años de adoctrinamiento político impida que sus atletas accedan a las mismas ofertas que recibe el resto y "premie" a los que huyeron con la inasistencia a la competencia para la que se preparaban. Los años no sólo han llevado a la ruina las edificaciones del país, sino también los argumentos y razones del convaleciente comandante.

Está por ver cuál será el futuro del deporte más medallista, cuando ya no cuenta con sus más rutilantes estrellas del momento y las aspiraciones de sus atletas son manipuladas cruelmente por los intereses del poder.

Ayer maravilla fui

A la escuadra femenina de voleibol, ganadora en las tres últimas décadas de tres títulos olímpicos, tres campeonatos mundiales, cuatro copas del mundo, dos Grana Gris, dos campeonatos mundiales juveniles, una medalla de bronce olímpica, además de la mejor jugadora y el mejor entrenador del siglo XX, le ha resultado muy difícil ascender a lo más alto del podio en las últimas competencias internacionales, y la recientemente concluida Copa del Mundo de Japón no es la excepción.

A pesar de la coyuntural ausencia de prominentes miembros de la élite mundial, como China, Rusia y Holanda, la escuadra de la Isla sólo pudo anclar en el cuarto lugar del certamen, sin alcanzar en esta ocasión uno de los tres boletos olímpicos puestos en disputa.

La dura competencia volvió a demostrar las enormes potencialidades de los talentosos jugadores, pero también serias deficiencias en importantes aspectos de juego, a saber, el recibo, la defensa de campo, la precisión en el saque y el mantenimiento de la concentración y la estabilidad del juego, que marcan la diferencia con las selecciones que, con mayor equilibrio entre todos los renglones de juego, han conseguido en los últimos tiempos ocupar la vanguardia del popular deporte.

Finalmente, a finales de diciembre, la selección obtuvo su clasificación para Pekín en el torneo correspondiente a la zona de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe (NORCECA), celebrado en Monterrey, México.

El fogueo y confrontación permanente que permiten las más importantes ligas profesionales viene a ser la causa de que la élite del voleibol femenino, reducida durantes años a tres o cuatro equipos de vanguardia, se vea animada por varias potencias emergentes que enriquecen y complejizan el panorama competitivo internacional e incluso continental, donde son varios los equipos que hacen resistencia a los elencos establecidos.

Los comentaristas de la televisión de la Isla insisten en que el equipo tiene potencial para imponerse. Pero ese reconocido talento que tantos lauros y admiración conquistó durante años, sólo puede concretarse en nuevas victorias si el voleibol femenino logra ponerse a la altura de las exigencias actuales de un deporte en pleno desarrollo. Los que juegan tienen toda la capacidad y el deseo, los que mandan tienen la pelota en su terreno.

Jugaron mejor que nosotros

El equipo norteamericano que enfrentó a la selección nacional en la final de la Copa Mundial de Béisbol, en Taiwán, lució muy superior. Cuba, que era la favorita precompetencia, no pudo repetir la victoria alcanzada en estos certámenes desde que en la década del cincuenta del siglo pasado se estableció como líder indiscutible del béisbol amateur a nivel mundial.

Esta nueva derrota se suma a las sufridas el año pasado en certámenes de primer nivel y parece demostrar que la hegemonía beisbolera ya no está segura.

Cualquiera puede decir que un solo país no puede acaparar todos los lauros en un deporte, pero en la Isla la pelota es un sentimiento y una razón política. El gobierno ha azuzado durante años una especie de chovinismo beisbolero que impide a autoridades y aficionados reconocer que no sólo los contrarios han crecido en maestría, sino que es evidente la merma en la calidad de los jugadores élites del patio en comparación con años atrás.

Ello se refleja en los resultados ante los adversarios mejor preparados, y también en la ostensible disminución del potencial ofensivo del equipo, otrora temido por su incontenible fuerza al bate o su incapacidad de arrollar a los contrarios de menor calidad, en este caso Alemania y Tailandia.

El asunto se complica para las aspiraciones de los isleños, no sólo porque son los únicos que no participan del fogueo y el desarrollo que proporcionan las mejores ligas profesionales del mundo, o porque muchas de las estrellas han escapado para demostrar su talento en esos escenarios que los regentes del deporte insisten en desconocer; se complica porque las autoridades deportivas y políticas, que son las mismas, se muestran incapaces de admitir la situación y los peligros futuros que enfrenta el deporte y la pretendida hegemonía universal.

La explicación oficial por esta derrota fue que los contrarios "jugaron mejor". Falta el análisis profundo y consecuente de las deficiencias y carencias que amenazan con convertir la hegemonía beisbolera cubana en cosa del pasado.

Gracias al fogueo profesional, incluso los países de menor tradición pueden presentar equipos e individualidades de creciente calidad —en el certamen recién concluido, Italia venció a Estados Unidos y Holanda a Cuba—, y los sustitutos de las grandes estrellas que animaron el béisbol nacional en las décadas del setenta, ochenta y noventa del siglo pasado no han aparecido todavía.

No se puede dar la espalda a la realidad y a la vez pretender mantener una hegemonía que nada tiene que ver con los tiempos que corren. En Cuba, ese deporte no tiene opción: o cambia para abrirse a los nuevos retos y horizontes o las victorias serán sólo un recuerdo grato pero insuficiente de un pasado glorioso pero irrecuperable.

El próximo año, al cumplirse el aniversario 30 de las grandes victorias de 1978, el deporte enfrentará su más grande compromiso en los Juegos Olímpicos de Pekín. La capital del gigante asiático puede ser el escenario de la confirmación de esa decadencia lamentable y evitable, o de un nuevo despegue de las potencialidades de los atletas de la Isla, ahora limitadas por el control y la manipulación política.

Los aficionados conservan la esperanza. Está por ver si los que mandan tienen el valor de tomar la decisión correcta.

© cubaencuentro

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