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Actualizado: 17/05/2024 1:04

Ernesto Fundora, Pensamiento, Ensayo

Ser desconfiados y críticos como ciudadanos

Ernesto Fundora ha publicado un libro cuya tesis fundamental es que, como civilización humana, esencialmente vivimos castrados y amordazados, pues somos una especie modulada e intervenida por poderes expolíticos y teocráticos

El cineasta, productor, documentalista, narrador, poeta, articulista y periodista cultural Ernesto Fundora (La Habana, Cuba, 1967), reconocido con varios premios internacionales por sus incursiones en el cine y la poesía, presenta Instinto de Barricada (Editorial Primigenios, 2023). Un ensayo sobre los designios de las insurrecciones que se convierte en una manual para “soñadores disidentes” frente a los modelos de las coordenadas que definen el nuevo orden mundial.

Folios de copiosas referencias sociopolíticas y culturales que abordan con perspicacia los desafíos que enfrentamos en la búsqueda de una salida a los trances que asedian al mundo contemporáneo. Glosas que se adentran en los índices de las utopías redentoras en un sumario de alegorías que dialogan con los mitos helénicos, el nacimiento del cristianismo, los corolarios de la Reforma, los ecos del Renacimiento, la Revolución Industrial, la Revolución de Lenin, los movimientos del 68, los hippies y los progresos en las comunicaciones con el objetivo de desentrañar los espejismos de una “civilización redentora” que, sin embargo, está asediada por el derrumbamiento.

“La tesis fundamental de este libro poliédrico es comentar que esencialmente vivimos como civilización humana castrados y amordazados, exentos de cualquier forma de soberanía, ya que somos una especie diseñada, controlada, amaestrada, una especie modulada e intervenida por poderes expolíticos y teocráticos, pero nuestro egocentrismo antropológico, natural o artificial, sujeto a continuas reprogramaciones, nos impide percibir esta rareza del ciclo y el principio de servidumbre que hay de fondo en el diseño social, llámese de izquierda, de centro o de derecha”, expresó, en entrevista con CubaEncuentro, Ernesto Fundora.

¿Ensayo que se adentra en los fundamentos de la propensión libertaria del ser humano?

Realmente nos han inculcado una serie de arquetipos, de entre los cuales el fundamental que venimos arrastrando, desde las eras imaginarias o ancestrales de nuestra evolución, ha sido el instinto libertario, o sea, un arquetipo que llevó incluso a Hegel a declarar: “La historia es el progreso en la conciencia de la libertad”. Hegel se da cuenta de que más que el amor, incluso más que lo que Marx advirtió como un rasgo esencial humano, la necesidad social que tenía la especie, había otra necesidad inherente de ser libres que vive pulsando en el interior de la civilización y que la empuja en la búsqueda de una soberanía mayor. Esto aplica bastante similar desde la etología cuando analiza el daño que a los animales le produce vivir en cautiverio o sentir la posibilidad de lastimar su libertad.

¿Libertad que ha sido negada históricamente?

Sí, esa búsqueda libertaria está inoculada dentro de una caja negra, sumergida a niveles muy profundos de nuestra subconsciencia, de la psiquis incluso de la memoria filogenética. Porque sabemos de una manera silenciosa que no somos libres y que nunca lo seremos. Y al reconocernos prisioneros, desde nuestro propio origen —lo cual ha sido machacado en el acervo mitológico— tenemos que conquistar entonces formas diversas, sublimadas y metafóricas de la libertad. Para ello el camino que hemos encontrado —que también es otro arquetipo consecutivo— es el modelo revolucionario como épica libertaria.

¿Hemos concebido la historia en un sentido lineal?

Vemos la historia como una cronología lineal porque nos lo han inculcado secularmente. Nos han encadenado por medio de los resets que le provocan al planeta y a la civilización reiteradamente como una fórmula recurrente, alucinatoria, un carrusel, como único modelo del cambio posible. Sin embargo, todas esas actualizaciones del sistema traen una segunda intencionalidad que va más allá de lo que pensamos nosotros como idea del progreso, o de la evolución y el cambio. Si hacemos un análisis en torno al evolucionismo, que fue una idea maravillosa, también ucrónica, utópica e idealista, vemos que nos empantanó en el arraigo del antepasado homínida. Lo de sapiens era una metáfora reconfortante para generar vanagloria en el homo habilis, condición de la cual no logramos escapar y en la que siempre nos han mantenido secuestrados.

¿Libro que ensancha y desenmascara el sentido carcelario de nuestra civilización, la falacia de hacernos creer que vivimos en democracia o bajo un gobierno de reglas morales que dicta la mayoría?

Realmente, casi todo el diseño social lo controla una élite supremacista. Somos una especie que deambula como animal de granja condicionado de múltiples formas. Por muchos determinismos clásicos, la libertad se define frente a los límites subjetivos, mentales, físico y convencionales, pero hay que seguir agrandándole el condado a esta utopía. Curiosamente, los 8000 años de civilización sufragan una mayor atención a los cercos menos importantes de nuestra vida, es decir a los políticos, los sociales, los financieros, los geográficos y los psicológicos. Por dicha razón, propongo en este libro reenfocar la mirada hacia otras rejas, hacia otros balaustres, otros muros, otras delimitaciones de nuestra conciencia encarcelada que busca a perpetuidad desmarcarse de la desdichada encerrona.

¿Estamos dominados por un azaroso y aciago experimento político?

Me gustaría enumerar algunas de las delimitaciones sutiles, algunas de las cuales son preocupaciones medulares preestablecidas en nuestros arquetipos desde la noche de los tiempos, para convertirnos en animales rehenes de un experimento universal, atrapados en una granja social o domo galáctico. El primero y más espantoso de todos ha sido el de aceptar y educarnos bajo la idea de que surgimos a partir de la nada, hijos de una orfandad, el vacío ilógico que implosionó primigeniamente por arte de magia. Pactar con esa idea inexplicable de un Dios creador que, en 7 días, conformó la complexión a tanta representatividad, la cual me causa estupor. Luego, ese Dios se instaura en nuestro trono mental y por medio del perdón o del castigo, nos excita o nos limita en una idea existencial tremendamente perversa y coercitiva a la que hemos llamado sustancia moral aportada por la fe, es decir, las nociones del bien y del mal. Después tenemos este concepto del solipsismo, como si los terrícolas, o sea la humanidad, fuéramos los únicos vagabundos, los únicos habitantes de este universo. Esta concepción nos plantea una forma de rebaño desamparado, como si estuviésemos atrapado en una desolación o abandono universal infinito, dejándonos en manos de un libre albedrío cósmico.

¿Somos rehenes de sectarismos ideológicos?

Sí, nos han anestesiados con sectarismos ideológicos, segmentaciones de toda índole que pretenden tenernos enemistados, tanto desde ideologías religiosas, como ideologías políticas o económicas que nos mantienen en discordia continua, como si la humanidad no fuera capaz de entenderse más allá de esos transitorios sistemas de creencias o recetarios mentales.Nos han convencido de que fuimos desterrados del paraíso y de que estamos bajo una condena, es decir, excomulgados porque ese paraíso, la Tierra, que es casi un jardín divino resulta que nos está quedando chico. Estamos sometidos a un encarcelamiento dimensional, nos confunden con ese exorcismo, con esa especie de mea culpa, cuando somos una especie de híbrido integrista de diversos genomas, pero que sin embargo no sabe cómo obrar con su propia alma, multifacética, multidimensional, hiper-compleja, por ende, nos han limitado, nos han castrado y reducido casi conformando un Frankenstein, un hombre sin atributos a medio camino entre Robert Musil y José Ingenieros.

¿Determinaciones de las elites políticas, militares y económicas?

Todos nuestros líderes globales, todos nuestros presidentes de los estados nacionales, todos nuestros banqueros, las élites corporativas, financieras, militares y tecnócratas están dominadas y son medios útiles para los “poderes expolíticos” que, desde la sombra son los que diagraman realmente el destino de nuestra humanidad y eso nunca va a ser una información confesa. Nuestra civilización, nuestro modelo social tiene que irlo desentrañando, tenemos que aplicarle una hermenéutica muy profunda para lograr entenderlo.

¿La mentira nos conmina al hartazgo?

Somos una especie que se desenvuelve armoniosamente dentro de la mentira, fenómeno que va desde algo tan sublime como construir metáforas comunicativas en el lenguaje hablado y escrito, hasta llegar a algo tan pedestre y básico, como engañar al prójimo para usufructuarlo y sacarle beneficio o algún valor esclavizante. Conclusión, debemos regresar a los arcanos mayores, reconciliarnos con los árboles, la tierra y las otras especies, así como tener prudencia con la nanotecnología y los algoritmos que ya controlan nuestras vidas. En otro sentido, ser desconfiados y críticos como ciudadanía con las agendas de las instituciones multinacionales que en mucho recuerdan al estado-centrismo, pero en mayor escala, y que juegan a parecer garantes, pero que fueron creadas para controlarnos y nunca para protegernos.

¿Cuáles son los desenlaces que se derivan de la lectura de Instinto de Barricada?

Instinto de Barricada conduce a la conclusión de que la Revolución necesaria e impostergable, la que exige el porvenir, es la del espíritu y de una consciencia holística que reunifique varias tradiciones fracturadas. Solo así podremos crearle contrapeso al peor peligro que corre la especie humana: el transhumanismo.

Ficha: Instinto de Barricada. Autor: Ernesto Fundora Hernández. Género: Ensayo. Editorial: Primigenios, 2023.

© cubaencuentro

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