Cartas
www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de noviembre de 2003 www.cubaencuentro.com

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Buscando deshacer el entuerto de su artículo anterior, Rafael Rojas ha escrito Oposición y embargo, donde nos avisa que quien se oponga al levantamiento del embargo "reproduce especularmente la mentalidad totalitaria" de La Habana oficial. En Miami, sólo tenemos la "irracional pasión anticastrista" proveniente de "la amargura, el sufrimiento o el rencor", o un "cálculo de beneficios pragmáticamente asumido". No hay espacio por acá para el pensamiento político racional o el patriotismo: parece quedar todo eso en México, donde Rojas es su guardián.

Sin embargo, los hechos son testarudos, aunque no se les haga caso. Rojas puede remitirse a la entrevista que Barbara Walters realizara a Fidel Castro en tiempos de Jimmy Carter, para entender lo qué piensa Castro sobre el embargo. Discutir sobre el embargo en este momento —a favor o en contra— es hacerle el juego al castrismo, desde cualquier punto de vista: este ha sido el caballo de batalla castrista en los últimos diez años. Y discutiendo sobre él, se hace a un lado discutir sobre el feroz bloqueo del régimen contra la población cubana en estos 45 años.

Sólo en los últimos diez años el embargo ha sido punto central de discusión, como quiere Castro: hágase un análisis de contenido de la prensa oficial cubana en los 43 años de totalitarismo: guerrillas latinoamericanas, internacionalismo, "el hombre nuevo", Angola, la "eterna amistad" con los países comunistas, Vietnam, los 10 millones, la "institucionalización", la deuda externa, la "rectificación de errores", los No Alineados, la potencia médica y muchos otros temas fueron mucho más recurrentes hasta 1992 que el embargo.

El embargo no es "una sanción unilateral, que forma parte de la política exterior de un Estado democrático y una potencia hegemónica" con "carácter imperial y punitivo", como afirma Rojas, sino la respuesta del gobierno de Estados Unidos a la confiscación sin compensación de las propiedades norteamericanas y las acciones agresivas del castrismo contra Estados Unidos. ¿Han cambiado las condiciones?

Al no estar en las alturas intelectuales de México, como Rafael Rojas, sino en los llanos de Miami, no logro ver el "proceso virtualmente constatable" que se menciona, sino el incremento de la represión, el inmovilismo y la miseria. Por eso razono más instintivamente: si Castro condena el embargo, yo lo apoyo. Y si Castro lo apoya, yo estoy en contra. Si le interesa discutir sobre eso, a mi no; pero si no le interesa, entonces yo discuto. No necesito tantos argumentos ni tiempo. Ni tampoco necesito bailar con la música de Castro discutiendo sobre embargos mientras los cubanos agonizan.

Pretender que el levantamiento del embargo "aceleraría la transición a la democracia en Cuba", como dice Rojas, tiene más de sofisma que de eufemismo. Y, por supuesto, ninguna evidencia que lo apoye. ¿En Cuba desapareció la democracia a causa del embargo? El embargo es el pretexto castrista de hoy: de no haber embargo, algo ha de inventarse. Se trata de permanecer en el poder a toda costa. En este tema podremos parafrasear a Galileo para referirnos a Castro: "Ni sin embargo se mueve".

Eugenio Yánez-González

Referencias
Los poderes autistas (RAFAEL ROJAS)
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En el artículo ¿El camino de la demagogia? se hace un análisis detallado y necesario de la actitud de aquellos que atacan el Proyecto Varela y a su principal animador, Oswaldo Payá. Sin lugar a dudas nadie tiene la obligación de coincidir con los postulados del Proyecto Varela o con la estrategia que ha seguido el Movimiento Cristiano Liberación, pero de esto a los ataques que se hacen por algunos y la contraposición de los que en Cuba luchan o cumplen injustas penas de cárcel por lograr la democratización del país, destacando a unos por encima de otros con el único fin de minimizar a una parte de estos —muchos de los 75 encarcelados cuando la ola represiva de inicios de año purgan hoy largas cadenas de prisión sólo por haber sido gestores del Proyecto Varela—, no es ético, ni justo y hace quedar en una postura muy precaria a los que han tomado ese camino.

Un saludo,

Carlos Hernández,
Miami

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Los Voluntarios ha conseguido lo que su autor atribuye como objetivo a los firmantes del Proyecto Varela, que "como el proyecto original de 1823, pretende, en definitiva, 'desvoluntarizar' la sociedad colonial". Las cartas y el artículo de réplica así lo demuestran. Con respecto al último, su autor ha reaccionado con demasiada agresividad y tomando por las hojas la perspectiva del artículo, que no creo que sea eminentemente historicista, sino más bien simbólica. Más que trabajar con datos estadísticamente rigurosos, el artículo de Díaz de Villegas se vale de esa figura histórica para traer a colación lo relativo de la "voluntariedad" como concepto y cómo la nuestra puede convertirse en "sociedad de "voluntarios".

En cuanto a lo de la justicia, también se ha pecado de ser demasiado literales al leer el artículo, pues se apela a la manera en que la historia, la tradición, juzga a esas personas. Es cierto que en Cuba ya las personas tienen bastante con ser oprimidas, manipuladas, politizadas a la fuerza, pero ello no quita que, por otra parte, sea oportuno denunciar el proceso por el cual cada vez les importa menos la ética, la carga moral de sus actos. La inercia, el escepticismo y la desidia han terminado por vencerles y se aprestan a agitar banderitas aunque más tarde, en la soledad de sus casas, renieguen de ello.

La acusación al régimen por convertir a los cubanos en autómatas indolentes e irresponsables, está clara en el artículo de Villegas, por lo que no veo que tenga lugar la comparación con la acusación a los alemanes por la conducta de Hitler o a los italianos por la de Mussolini. Su posición no es la de establecer la discordia entre los cubanos, sino de poner sobre la mesa el modo en que muchos cubanos son los que sí atizan el desacuerdo, el rencor y los ánimos de venganza entre sus hermanos. El paternalismo de una actitud que "hay que perdonarles porque son víctimas", puede ser tanto o más nocivo que cualquier crítica, como la de Los Voluntarios. Estar en Cuba, sufrir las penurias, las amenazas, el terror y la manipulación del régimen no hace a nuestros hermanos iguales. Y esa fuerza, "la peor, la más bruta y vulgar" según Fernández, necesita ser diferenciada y colocada frente a su cobarde actitud. El presidente del CDR no siempre es bruto o vulgar, el chivato que denuncia al compañero o envía anónimos, el colaborador de la policía, el infiltrado entre los periodistas independientes, no son brutos, vulgares ni manipulados en todos los casos: son voluntarios. Si la historia prefiere obviarlos al hacer las cuentas, pienso que sería mejor hacerles ver que su cobardía no va a diluirse en la reconciliación, pues la impunidad podría hacerlos nuevamente fuertes.

Gracias,

Ana Soler,
Nueva Jersey

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¿Con el manipulador o con la víctima?
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Mis felicitaciones a ambos autores por tan concienzudamente hablar de temas legítimos, respecto a Los Voluntarios. Aunque es cierto que gran parte de los cubanos en la Isla se adaptan al sistema para sobrevivir, como es normal, también existen otros cubanos que se extralimitan, y son participes de crímenes a la humanidad, como Ramiro Valdés, el ya difunto Barba Roja o José Morales Mesa, ajusticiado por células clandestinas en Cuba en los años setenta, y en la actualidad Roberto Robaina, Carlos Lage y Felipe Pérez Roque. Su comportamiento vil les otorga el título de Voluntarios, pues los son meritoriamente. Combinando estas cualidades a las de autistas, no nos queda más remedio que concluir, inevitablemente, no habrá transición pacífica en Cuba. Gradualmente, se radicalizará la oposición en Cuba al punto de una guerra civil, para de una vez eliminar todo vestigio de caudillismo y esclavitud. Para Encuentro en la Red mis más afectuosos saludos por tan digna publicación. Porque Cuba y los cubanos seamos libres pronto.

Carlos Delgado,
Miami

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¿Con el manipulador o con la víctima?
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He decidido escribirles unas líneas para discrepar del artículo Los poderes autistas, de Rafael Rojas. Quiero comenzar recordando que la democracia en EE UU es una falacia. El Congreso y la opinión pública pueden disentir de sus directrices, pero no ejercer en la praxis un cambio en la política unidimensional de un gobierno que históricamente ha demostrado la voluntad de no tolerancia para con los modelos sociales discordantes con el suyo.

Creer que la opinión pública en las llamadas democracias occidentales cambia el status quo, es una ingenuidad. Darle esa suprema importancia al sector ultraderechista del exilio cubano es un infantilismo; por supuesto, que vociferan y legislan con ímpetu, pero no al punto de secuestrar a un gobierno que en el fondo los utiliza y subestima por diferentes razones: ellos constituyen el eco activo del gigante. El lobby cubanoamericano no tiene la autoridad y hegemonía del judío, que es capaz de provocar guerras e intervenciones.

Cuando se habla de que el gobierno cubano no está interesado en que le levanten el embargo, la seriedad del artículo pierde objetividad. No fue el gobierno cubano quien provocó el derribo de las avionetas, ni tampoco el que secuestró al niño Elián. Exhorto al análisis serio y agudo, buscando causas empíricas y no efectos abstractos.

Alexis Figueredo,
Miami

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Con respecto al tema de Los Voluntarios, que ha levantado tantos comentarios como no recuerdo uno en el tiempo que llevo leyendo Encuentro en la Red, quisiera decir que en parte estoy de acuerdo con algunos de los que han escrito. Sólo quiero añadir que es posible en cierta medida vivir en Cuba sin caer en el rejuego que se le hace al gobierno, es posible decir que no, y sobre todo, también quedarse callado. Nunca he pisado la Plaza de la Revolución (excepto cuando vino el Papa) y tengo casi 30 años. Soy profesional y me interesa más mi dignidad (machacada) que los viajes y los dólares. Por lo tanto, no soy un hombre de éxito, no quiero serlo, quiero ser feliz con mi conciencia tranquila, cumplo con mi trabajo —es lo que saca a un país adelante—. Hay cosas a las que no me atrevo, como muchas personas han hecho y se desconocen por el férreo control del Estado sobre la información, pero al menos no me siento humillado y esclavizado en mi interior, no tengo libertad exterior pero sí en mi corazón.

Pienso que se puede, claro que puede haber casos excepcionales, pero la mayoría accedemos por mejorar nuestra posición y no sabemos que estamos vendiendo el alma por limosnas, eso es lo que mantiene al régimen: el miedo. Muchos de los que se han ido lo han logrado así, pero es real que nos falta misericordia, tenemos que aceptar que los demás sean así, el destino ha querido que este país sufra todo esto, como lo sufrió en otras épocas.

Una pregunta a los que dicen siempre que Cuba era un país con tradición de lucha: ¿cómo estar tan seguros de eso si es sabido que siempre hubo más cubanos "voluntarios" que mambises? Creo que es tiempo de que aceptemos que nos gusta más "Vacilar" que vivir y/o morir honradamente. Lamento este pesimismo, no es lo que necesitamos, pero es lo que pienso.

PS

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Magnífico el artículo Chinos del siglo XXI, que demuestra las contradicciones y constantes cambios de rumbo del gobierno cubano, su irresponsabilidad eterna con el pueblo y la subvaloración de los profesionales.

Históricamente han sucedido problemas como estos: sacrificar lo que sea persiguiendo objetivos políticos; antes se mandaban guerrilleros encubiertos a fomentar la lucha de guerrillas en América Latina, hoy se produce la invasión de los médicos como "políticos encubiertos" para limpiar la imagen del "pichón de dictador" que se gesta en Venezuela, Hugo Chávez. ¿Dónde mejor se cumple el refrán "Dios los cría y el diablo los junta"? Esto no es nuevo para nosotros, es el "Campañismo" de toda la vida. Es el capricho de un Comandante que cada vez "que va al baño piensa algo diferente".

Saludos,
Pedro Pérez Arteaga

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Leyendo la polémica en la sección de Cartas sobre el artículo Los Voluntarios, no he podido resistir la tentación de expresar también mi opinión.

En primer lugar, me pareció estremecedor y un llamado de atención a todos los que en la Isla en algún momento hemos sido "voluntarios". Es necesario que alguien alerte a nuestro pueblo de que detrás de una marcha, una banderita y el "vamos para no señalarnos", se está tomando de hecho una opción política, o al menos es visto así en la mayor parte del mundo. Son difíciles de entender, para quienes viven en sociedades democráticas, donde nadie te puede forzar a decir o tomar partido por algo en lo que no crees, los mecanismos diabólicos de los que se vale un régimen de corte estalinista para el control de las mentes y los actos. Resulta todavía más inexplicable que un pueblo con tradiciones de lucha y sacrificios como el cubano sea capaz de someterse a tales vilezas. Es algo que ni siquiera para los que vivimos dentro de la Isla y conocemos dichos mecanismos nos es fácil comprender.

Pienso que un artículo como Los Voluntarios va dirigido principalmente a aquellos a quienes critica, tal y como lo fue en su momento la carta de Martí. Por tanto, es más un llamamiento que una simple observación y crítica de los hechos. Desde este punto de vista, lo veo positivo y creo que tampoco es necesario tener una historia personal de cárceles e injusticias para hacer válida una opinión. De cosas que nos estremezcan estamos necesitados en Cuba, cosas que nos abran los ojos a la realidad y a las consecuencias de nuestros actos.

Sin embargo, es precisamente el hecho de que Los Voluntarios no llegue sino a una parte mínima de nuestra población, lo que más frustra su intento. Llegará seguramente a gran parte del exilio y para estos cubanos los efectos no serán tan buenos. No en balde la polémica, las cartas y las opiniones encontradas. Me parece que para los que viven fuera, aun más para los que ya llevan muchos años, el artículo sólo puede generar incomprensión y resentimiento, cosas que decididamente no apruebo.

Le falta a Los Voluntarios una visión más reconciliadora, un poco hacer notar que aquellos de las banderitas y los desfiles no son traidores ni enemigos, sino otras víctimas más al igual que los 75 encarcelados. Unos por haber tomado una postura de oposición directa y otros por lo contrario. Faltó decir que un régimen como el cubano se sostiene por el control férreo de la información, por el continuo repetir del mismo discurso político que en algunos casos termina con la aceptación y, en la mayoría, con el total rechazo a todo lo que traiga una etiqueta de "política". Por el continuo bombardeo propagandístico mucha gente llega a no estar ni a favor ni en contra, terminan llevándoles a la mente la idea de que no vale la pena opinar, todo es sucio de ambas partes y al final el resultado es que ceden su voluntad política a conveniencias mezquinas como aquello de "no señalarse". En otros, la sensación de miedo termina haciéndolos aceptar y "amar" aquello a lo que temen como mecanismo psicológico de defensa (recordemos 1984, de Orwell)

Mucho se podría hablar sobre este tema, pero lo principal es vernos como un pueblo con una identidad nacional única y muchos deseos de encontrarnos. Es lo que siempre digo a los que me hablan mal de estos o de aquellos: no olvidemos que todos somos cubanos. Cualquier intento, sea del régimen o del exilio, de dividirnos y presentarnos como enemigos es un crimen contra nuestra patria, el mayor de todos. Los Voluntarios, a mi entender, es un gran artículo de opinión que rebasa sus límites y se convierte en un llamado a aquellos que desgraciadamente nunca lo leerán.

Rick (también omito el apellido),
Barcelona

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Con respecto a Los Voluntarios, sólo puedo comentar que el autor, valiéndose de una comparación brillante, que de paso nos pone en contacto con nuestra historia, trae a la luz un comportamiento que no necesariamente es propio de los cubanos, pero que ha colocado más de una vez a nuestro pueblo en posiciones vergonzosas y deleznables. Tener miedo y prestarse al concierto del mal es la única manera de devenir voluntario, dondequiera y en cualquier época. El señor Díaz de Villegas halló un símil en nuestro propio siglo XIX, pero actitudes semejantes pueblan la historia universal en todas las épocas. No estoy de acuerdo con el lector Efraín cuando plantea que se trata de personas "que por obligación de alguna índole tienen que soportar las obligaciones que les impone el régimen, no todos están en las mismas condiciones, pero pienso que son cosas y problemas que pueden causar a sus familias si no asisten". Hace mucho tiempo que muchos cubanos han decidido ignorar las amenazas y no doblegarse al chantaje del poder.

Hace tres años que salí de Cuba y desde mucho tiempo atrás no asistía a los desfiles, no hacía guardias en el CDR ni iba a las reuniones, no pagaba el día de haber a las MTT, no asistía a los trabajos "voluntarios". Era mi manera personal de oponerme, de resistir. No era gran cosa, pero al menos me mantenía al margen del voluntariado que tantos han aceptado más por desidia y miedo que por protegerse a si mismos o a sus familias. Sólo que la frase "eso te puede perjudicar" y otras similares, han conseguido ubicarse ya en la mentalidad cubana con mucha fuerza y se acude a ellas para justificar la propia inercia y la propia cobardía.

Felicito al señor Díaz de Villegas, que nos da una lección de inteligencia y verdad.

Sinceramente,

Ana Soler,
Nueva Jersey

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Me tomaré el atrevimiento de responder en nombre de Néstor Díaz de Villegas —autor del artículo Los Voluntarios a la pregunta que formula (en esta sección de Cartas) Efraín, un cubano residente en París.

En 1975, a la temprana edad de 18 años, Néstor Díaz escribió su Oda a Carlos III, poema que respondía al rebautizo del bulevar habanero con el nombre del presidente caído en La Moneda. En esa etapa de "fervor revolucionario", el joven poeta no tuvo recato en leer aquellos versos disidentes a sus compañeros de clase. Esta lectura provocó que, luego de un mes de interrogatorios y un simulacro de juicio —que incluyó la traición de un amigo, un voluntario—, Villegas fuera sentenciado a seis años de privación de libertad, culpable del kafkiano y subjetivísimo delito de "diversionismo ideológico". En 1979, en una amnistía pasajera, el desgobierno cubano dio la libertad a un grupo de presos políticos, con la condición de que abandonaran el país. Villegas fue uno de los que tuvo la suerte —o el dolor inmenso— de dejar atrás el suelo patrio. Por tanto, Efraín, donde dices que estás ofendido porque "fuera del agua se nada muy bien", te respondo que el autor de Los Voluntarios, un "cubano de a pie", estuvo dentro del agua, un agua turbia y triste, teñida del acre color de la prisión injusta.

El párrafo anterior debe responder a la pregunta de qué hacía Villegas en Cuba para no ser un voluntario. Este párrafo inquiere: Efraín, ¿te has preguntado cómo han hecho, cómo hacen, cómo harán en ese paisito nuestro los disidentes, los presos políticos y sus familiares para no repetir el coro monocorde? ¿O es que acaso Oswaldo Payá y los casi 25.000 firmantes del Proyecto Varela conocen un conjuro especial que los protege de ser arrastrados por la involuntaria marea de voluntarios?

Martha Beatriz Roque Cabello, Oscar Espinosa Chepe, Oscar Elías Biscet, Raúl Rivero, Manuel Vázquez Portal y más de 70 compatriotas, conviven con alimañas (literales y figuradas), en celdas diminutas, con una alimentación desabrida e insuficiente, sujetos a visitas que no llegan a las dos horas cada tres meses… ¡y se mantienen fieles a sus principios! A pesar de esta evidencia abrumadora, ¿te parecen justificables las congregaciones masivas de voluntarios que asisten obligados?

Si los voluntarios no tienen el valor de disentir, que por lo menos callen. ¡Que dejen de aplaudir mientras menean la cola! No pido héroes. Pido silencio.

Octavio Paz se equivocó olímpicamente: somos los cubanos —y no sus compatriotas— los campeones mundiales del eufemismo. En tu carta, donde dices "por obligación de alguna índole", debes decir "miedo" (El primer paso es admitir el problema; el segundo, darle nombre). El miedo es un viejo conocido —con lo de "viejo conocido" no me refiero a Castro—, tumor de tentáculos largos que hace que aun en lugares tan libres como París mis hermanos tengan la cautela de, cuando expresan opiniones políticas, dejar a buen resguardo su identidad, ahorrándose la acostumbrada mención del apellido.

Alexis Romay,
Nueva Jersey

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