Bolivia

El nieto Morales

Crecen las dificultades para el presidente boliviano. La ingobernabilidad le amenaza.

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Poco más de ocho meses después de asumir la presidencia en Bolivia, Evo Morales es víctima de su propio estilo. Fue él quien sembró vientos para obligar a renunciar, hace tres años, al entonces presidente Gonzalo Sánchez de Losada. Ahora recoge las primeras tempestades.

El pasado 16 de octubre Morales celebró en la ciudad de El Alto el tercer aniversario del derrocamiento de Losada y prometió "refundar" la entidad Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPBF).

También el mandatario boliviano es víctima de las enormes expectativas que despertó entre los pobres, trabajadores e indígenas bolivianos, que hasta ahora han tenido que conformarse con su estilo folklórico de gobierno. Es algo así como el resumen de "mucho ruido y pocas nueces".

Recientemente, el economista y analista boliviano Carlos Toranzo Roca comentó que algunos esperaban enfrentamientos regionales; otros, con excesos verbales, hablaban de posibilidades de guerra civil. Pero en lugar de todo eso han acontecido enfrentamientos de Estado contra cocaleros, de pobres contra pobres —como en el caso de cooperativistas mineros contra mineros asalariados en Huanuni—, amagos de violencia entre campesinos y colonos recién llegados contra indígenas en Guarayos, etcétera. Entran en la lista muchos otros conflictos entre actores sociales, ante una mirada elusiva del Estado.

En las minas de estaño de Huanuni se enfrentaron los mineros de la estatal Corporación Minera de Bolivia (Comibol) contra los integrantes de la Federación de Cooperativas Mineras (Fencomin), los días 5 y 6 de octubre, con el trágico saldo de 16 muertos.

El gobierno ha tratado de desactivar este conflicto con la oferta de contratar a 4.000 cooperativistas, y la sustitución del ministro de Minería, Wálter Villarroel, por Guillermo Dalence, pero el asunto no puede considerarse resuelto.

Insatisfacción general

Morales también tuvo que presenciar, el pasado 9 de octubre, la manifestación de millares de afiliados a la Confederación de Chóferes, que bloquearon durante dos días avenidas y carreteras de acceso a La Paz, con vehículos atravesados, piedras y otros objetos. Al día siguiente, se produjeron violentos incidentes.

El ministro de Hacienda, Luis Arce, tuvo que prometer que serían legalizados cerca de 60.000 vehículos que ingresaron al país de contrabando. El secretario ejecutivo de esta confederación, José Luis Cardozo, ya advirtió que espera resultados concretos, o regresarán a las manifestaciones y huelgas de hambre.

Ni siquiera los cocaleros se encuentran satisfechos con el gobierno de Morales. En las Yungas de Vandiola (región de Cochabamba) también surgieron bloqueos de carreteras y ayunos. Reclaman mayor espacio para el cultivo de la hoja de coca. Aunque recibieron promesas del ministro de la Presidencia, Ramón Quintana, respondieron que sólo fueron "propuestas verbales" y que seguirían la lucha.


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