Opinión

Visiones de infancia

La voz de los descendientes de la elite izquierdista francesa demuestra que Mayo 68 sí fue una revolución.

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Egresado de la célebre Escuela Normal Superior (ENS), fue uno de los alumnos más brillantes de Louis Althusser, figura tutelar del grupo que conformó la tendencia maoísta enfrentada al "revisionismo" pro soviético del PCF. (Althusser estranguló a su esposa Helena, hecho que se mantiene en un silencio púdico: no cuadra con la imagen impuesta de la izquierda festiva, de ahí que no se haya analizado su repercusión, correlación y consecuencias en la izquierda surgida de 1968.

Linhart, fiel a su radicalismo, fue también iniciador del movimiento que envió a los intelectuales a trabajar como obreros. Abandonó la brillante carrera de profesor que tenía por delante y el puesto en la elite intelectual por su condición de "normalien" (ENS), para trabajar en la fábrica de autos Citroën como obrero especializado y llevar al seno de la clase obrera el mensaje de la revolución.

Pronto se percató de su visión imaginaria de la clase obrera y de la poca receptividad por los preceptos revolucionarios forjados en los áridos laboratorios teóricos del marxismo althusseriano. Publicó un libro sobre esa experiencia que fue un best seller en su época, L'Établi (Editions de Minuit, París, 1978). Se decía el movimiento de "establecimiento" en las fábricas, por eso el uso del término "establecido".

En el número 15 de Les Cahiers marxistes-léninistes, fundado en 1964, Linhart expresa su credo: "llevar una lucha ideológica intransigente contra la ideología pequeño-burguesa y su cómplice revisionista, contra la ideología pequeño-burguesa, particularmente pacifista, humanista y espiritualista… Crear una universidad roja que se ponga al servicio de los obreros más avanzados, de todos los elementos revolucionarios". (En el primer número de Les cahiers… Régis Debray publicó su ensayo "Amérique latine: quelques problèmes de stratégie révolutionnaire", que salió luego en la revista cubana Casa de las Américas).

Los acontecimientos de Mayo 68 sorprendieron a Linhart en el hospital, con una depresión. ¿Fragilidad psíquica o lucidez extrema? Como lo deja entrever uno de sus antiguos compañeros de lucha, Ráphaël Sorin. La crisis que sobrevino en el movimiento maoísta tras los acontecimientos de mayo fue devastadora para muchos de sus miembros y, por supuesto, para Linhart, en tanto líder. Dividido el grupo entre quienes lo consideraban un movimiento pequeño-burgués sin relación con la clase obrera y los que no querían quedarse fuera del juego, Linhart se adhirió a la izquierda proletaria, para demostrar su divorcio con la izquierda pequeño-burguesa.

Luego de la tragedia protagonizada por Althusser, Linhart emprendió una encarnizada lucha para que se admitiera la irresponsabilidad jurídica de su padre espiritual e inspirador, y fuera declarado en estado de demencia, librándose así del juicio y de la cárcel. Agotado física y psíquicamente, intentó suicidarse, desapareció y nadie explicó a su hija lo sucedido. Tras un largo período en coma, volvió a la vida bajo un mutismo absoluto.

Un ángulo inesperado

Al principio, Virginie Linhart pensó entrevistar a los compañeros de su padre, pero un encuentro con el hijo de un ex dirigente, le hizo caer en cuenta de que debía dirigirse a estos. Dichos testimonios hacen que esta autobiografía a varias voces constituya un documento entrañable.

La vida en comunidad, en pleno campo, para los más radicales, que habían optado por volverse campesinos, hizo desaparecer la vida en pareja y aumentaron los divorcios. El varoncito que escuchó las reuniones de su madre con sus amigas feministas, que decretaban que a los "violadores se les debía emascular", y el terror de esa imagen. Luego les tocó la experiencia de vivir el periodo de crisis, cuando lo imaginario dio paso a las terribles noticias de los millones de muertos causados por la Revolución Cultural China, y por si fuera poco, los millones causados por los Jemeres Rojos. Hasta de Cuba llegaron noticias de persecuciones a poetas y homosexuales.

Lo más notable es cómo lograron estructurar su personalidad, forjando una imagen opuesta a la de sus padres, escogieron profesiones totalmente reñidas con la ideología de estos y lograron sobrepasar el pesado legado del 68. Pese a todo, la mirada que arrojan sobre la vida de sus padres es serena: no hay reproche ni los culpan. Han alcanzado una madurez que les permite juzgarlos sin resquemor, los admiran por su inteligencia, "porque pasaron su juventud leyendo, estudiando, reflexionando", siguen activos y son "competentes", por lo que "merecen estar allí en donde están".

Les otorgaron una percepción del mundo que hoy agradecen. Son depositarios de una experiencia que les ha procurado una manera de abordar la vida de manera pragmática, racional, donde no hay cabida para las utopías. Conceden mucho tiempo a la educación de sus hijos y la política no ocupa ningún espacio en sus vidas. Aunque para algunos no fue color de rosa en el plano familiar, sienten que fueron sacrificados y lograron sobreponerse gracias al psicoanálisis.

En su conclusión, Linhart deja claro que su propósito no es hacer coro con los que atacan el legado del 68, más bien tiene ese "esprit", dando libre curso a la palabra de los entrevistados, a la suya, sin el mínimo vestigio de querer culpabilizar a nadie. No reacciona ofendida cuando Bernard Henry Levy, al criticar del maoísmo, al que perteneció, escribió recientemente que Robert Linhart estaba loco, al igual que Althusser. Al contrario, el hecho que fuese escrito por primera vez que su padre estaba aquejado de una enfermedad psíquica, parece haberla tranquilizado, como una luz que le dio la clave de la conducta de su padre.

Y como ella sigue fiel al lema "prohibido prohibir", no reprocha a quienes fueron héroes de su infancia que hoy se adhieran a la mayoría en el poder; simplemente opina, como en el mejor momento de Mayo 68, que es sorprendente, pero "todo es posible".

Al término de la lectura de este libro, la sensación que deja al lector es de haber penetrado en la gestación de una nueva cultura de la infancia. Nada de momentos idílicos, nostalgias enfermizas. Demuestra una lucidez pasmosa hacia su generación y hacia la de sus padres. Si nos atenemos a la narración de estos vástagos de la elite izquierdista, en la transformación del imaginario de la infancia sí parece innegable que Mayo 68 significó una revolución.


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