Actualizado: 28/03/2024 20:04
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Cumbre, Obama, Castro

Reunión Obama-Castro eclipsa la línea anti-EEUU

El punto culminante llegó cuando el veterano líder cubano, en un abrupto, profesó su admiración por Obama, diciendo que estaba convencido de que era un “hombre honesto”

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Como siempre cuando se reúnen líderes izquierdistas de América Latina con funcionarios estadounidenses, durante la séptima Cumbre de las Américas hubo muchas cachetadas para Estados Unidos, de acuerdo a los periodistas Joshua Goodman y Peter Orsi, de la Associated Press.

Desde incursiones territoriales en el siglo XIX en México al apoyo prestado por Estados Unidos para derrocar el gobierno socialista de Chile en 1973 y la invasión de Panamá 1989, que eliminó al general Manuel Noriega, las intervenciones de Washington en Latinoamérica fueron objetivo de reproches durante los largos discursos del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y sus aliados. Eso hizo que el presidente Barack Obama replicase: “Siempre disfruto de las lecciones de historia que recibo cuando vengo aquí”.

Pero la histórica reunión entre Obama y el mandatario cubano, Raúl Castro, el sábado antes del cierre de la cumbre proporcionó a Estados Unidos y América Latina la oportunidad de ir más allá de una historia de agravios y desconfianza y establecer una línea de cooperación más estrecha.

En la víspera había preocupación por si las recientes sanciones estadounidenses a funcionarios venezolanos podrían socavar la buena voluntad generada por la decisión de Obama de restablecer relaciones diplomáticas con Cuba, pero que resultó que estaban infundadas.

Castro estableció el tono conciliador, bromeando al decir que dado que Cuba había quedado excluida de las anteriores cumbres, tenía derecho a hablar mucho más de los ocho minutos asignados a cada uno de los más de 30 cabezas de Estado participantes.

“Como me deben seis cumbres que me excluyeron, seis por ocho 48”, dijo riendo.

Aunque gran parte de las divagaciones de Castro consistían en condenas a la agresión estadounidense, el punto culminante llegó cuando el veterano líder cubano, en un abrupto, profesó su admiración por Obama, diciendo que había leído sus dos libros de memorias y que estaba convencido de que era un “hombre honesto” que no había olvidado sus raíces humildes.

“Yo a él mismo (Obama) le dije que a mí la pasión se me sale por los poros cuando de la revolución se trata”, dijo Castro destacando que el mandatario estadounidense no había ni nacido cuando su país impuso las sanciones a la isla comunista. “Le pido disculpa porque no tiene responsabilidad con nada de esto”.

Los dos líderes se sentaron más tarde en la primera reunión que celebran dos jefes de Estado de Cuba y Estados Unidos desde antes de la revolución de 1959 que depuso a Fulgencio Batista.

Incluso Maduro se relajó, renunciando a una amenaza para entregar una petición firmada por 10 millones de venezolanos pidiendo a Obama que derogue las sanciones. En cambio, a medida que se acercaba el final de la que bautizó como “Cumbre de la Verdad”, él habló también brevemente con Obama en un intercambio privado que, según el venezolano, podría abrir la puerta a un diálogo significativo entre las dos naciones.

La Casa Blanca dijo que Obama reiteró su preocupación por el estado de la democracia en una Venezuela profundamente dividida, pero en su discurso público el estadounidense se abstuvo de emplear un lenguaje que calificase la situación venezolana de amenaza de seguridad nacional, el procedimiento esgrimido para congelar activos de siete funcionarios acusados de abusos sobre los derechos humanos vinculados a protestas contra el gobierno el año pasado.

Richard Feinberg, un exfuncionario de la Casa Blanca, que ayudó a organizar la primera Cumbre de las Américas en Miami en 1994, dijo que la perspectiva de una distensión entre Estados Unidos y Cuba había ganado mucho impulso de los críticos más duros que Estados Unidos tiene en la región.

“Tres de las últimas cuatro cumbres fueron antagónicas, impulsadas por el ALBA”, dijo Feinberg en una entrevista, refiriéndose al bloque de gobiernos de izquierda liderado por Venezuela. “Se dará cuenta, sin embargo, de que aunque el ALBA fue capaz de obtener antes una gran cantidad de apoyo por parte, digamos que los países de ingresos medios, no lo hicieron esta vez”.

El mexicano Enrique Peña Nieto no hizo mención a las sanciones a Venezuela en sus palabras a la Cumbre el sábado. Por el contrario, la presidenta brasileña Dilma Rousseff lo hizo, pero brevemente y al parecer para contentar a la base de izquierdas de su país, señaló Feinberg.

Incluso Castro, el aliado más firme de Venezuela, dedicó tanto tiempo a las sanciones como a otros agravios desgastados por el tiempo, como la batalla legal de Ecuador con las empresas petroleras extranjeras y el reclamo histórico de Argentina sobre las islas Malvinas administradas por Gran Bretaña.

El entusiasmo por el acercamiento con Cuba era grande y Obama pidió un “nuevo capítulo de compromiso” en las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica, pero incluso él reconoció que el cambio sería gradual.

Muchos latinoamericanos que vivieron la guerra fría, cuando el apoyo de Estados Unidos a las dictaduras militares de la región era fuerte, siguen siendo profundamente escépticos hacia Washington. Para ellos, la acción unilateral en Venezuela es una vuelta a las tácticas de mano dura con las que Obama había prometido terminar.

Los líderes regionales están esperando el siguiente paso tras la promesa de Obama de considerar la retirada de Cuba de la lista de estados patrocinadores del terrorismo y el fin del embargo comercial, dos obstáculos clave en el camino hacia la normalización de relaciones con Cuba y mejores vínculos con la región.

Los líderes de Estados Unidos y América Latina evitaron una declaración final conjunta. Pero el estado de ánimo era considerablemente más agradable que en la última cumbre en Colombia en 2012, que terminó con muchos mandatarios diciendo que nunca celebrarían otro encuentro con Washington si La Habana no estaba presente.

Más allá de la política, parece que hay un incentivo económico para renovar las relaciones entre ambas partes. El auge experimentado por las materias primas latinoamericanas en la última década, como el petróleo, se ha acabado y esto obliga a los gobiernos de izquierda —que se han mantenido en el poder por su amplio gasto en programas sociales— a asumir medidas de austeridad.

La economía de China se está ralentizando, por lo que reclama menos petróleo venezolano, cobre chileno y oro peruano. Pero la economía de Estados Unidos está casi completamente recuperada tras una larga recesión, y las empresas estadounidenses buscan proveedores. En este escenario, América Latina es su mercado natural.

“Podemos, supongo, pasar mucho tiempo hablando de los agravios del pasado y supongo que es posible utilizar a Estados Unidos como excusa cercana de vez en cuando para los problemas políticos que pueden estar ocurriendo en el país”, dijo Obama a los líderes sábado. “Pero eso no va a traer progreso. Eso no va a resolver los problemas de los niños que no saben leer, que no tienen suficiente para comer. No va a hacer que nuestros países sean más productivos o más competitivos en una economía global”.

Los periodistas de Associated Press Andrea Rodriguez, Kathia Martinez, Josh Lederman, Jim Kuhnhenn y Juan Zamorano contribuyeron a este despacho.


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