Actualizado: 29/04/2024 20:56
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Efectos, Cambio climático, Calor

Arde el planeta

Marzo de 2024 ha sido el más cálido a nivel mundial y el décimo mes consecutivo con un récord de temperaturas. En Cuba se alcanzó un nuevo hito con los 40,1 grados Celsius alcanzados en Jucarito

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El planeta arde y el cambio climático es ya una realidad innegable. El mes pasado siguió la tendencia iniciada en 2023 de ir encadenando récords sin parar. Marzo de 2024 ha sido el décimo mes consecutivo en el que nuestro planeta ha batido su récord de calor. Según datos del informe del Servicio de Cambio Climático Copernicus (C3S) de la Unión Europea, llevamos 10 meses consecutivos en los cuales se han superado todos los máximos históricos de calentamiento desde que existen registros.

Samantha Burgess, subdirectora de Copernicus, destaca en un comunicado la importancia de la situación: “Marzo de 2024 continúa la secuencia de récords climáticos superando tanto la temperatura del aire como la temperatura de la superficie del océano, con el décimo mes consecutivo batiendo récords. La temperatura media mundial es la más alta jamás registrada: en los últimos 12 meses se situó 1,58 °C por encima de los niveles preindustriales. Detener un mayor calentamiento requiere reducciones rápidas de las emisiones de gases de efecto invernadero”.

A escala mundial, marzo fue el mes más cálido, con una temperatura media del aire en superficie de 0,73 ºC respecto a los valores medios registrados entre 1991 y 2020. El anterior récord de calor en marzo lo ostentaba el año 2016, pero este lo ha superado en 0,10 ºC. Eso demuestra que la curva del calentamiento global, lejos de doblegarse, se eleva cada vez con más fuerza. Sin embargo, el problema no es solo el mes de marzo, sino el acumulado de calentamiento global de los últimos 12 meses, de abril de 2023 a marzo de 2024. Y ahí es donde radica la mayor preocupación, puesto que los datos de Copernicus certifican que la temperatura de los últimos 12 meses “es la más alta desde que hay registros”, por encima de la media preindustrial de 1850-1900.

Este nuevo hito certifica que la Tierra lleva más de un año incumpliendo el objetivo del Acuerdo de París. Hay que recordar que el límite supuestamente infranqueable que marcaba ese Acuerdo era un aumento de 1,5 ºC al acabar el presente siglo, pero cada vez parece más evidente que ya será imposible cumplir ese propósito. No hemos llegado todavía a una cuarta parte del siglo XXI y ya se ha superado esa barrera. Aunque ese 1,58 ºC aún puede ser reversible, los expertos creen que también es posible que siga subiendo aún más.

El último mes ha sido particularmente cálido en Europa, donde la temperatura media fue 2,12 °C, superior a la media de marzo de 1991-2020. Eso convierte a este mes en el segundo marzo más cálido jamás registrado en el continente. Fue apenas 0,02 °C más frío que marzo de 2014. Sin embargo, Copernicus señala que estas anomalías cálidas se han registrado sobre todo en las regiones central y oriental. En Europa Occidental, la tónica dominante han sido las precipitaciones por encima de la media. Fuera del Viejo Continente, las temperaturas superaron a la media en el este de Norteamérica, Groenlandia, Rusia Oriental, Centroamérica, partes de Sudamérica, diversas zonas de África, el sur de Australia y partes de la Antártida. Las regiones que experimentaron el mayor aumento de las temperaturas medias en marzo fueron Europa central y oriental, el este de Norteamérica, Groenlandia, el este de Rusia, Centroamérica, partes de Sudamérica, muchas zonas de África, el sur de Australia y partes de la Antártida, según Copernicus.

Jucarito rompió su propio récord

También en Cuba ese inusual calor se ha hecho sentir. El pasado jueves, la Isla batió un nuevo récord absoluto de temperatura máxima al registrar 40,1 grados Celsius en Jucarito, localidad de la provincia de Granma De acuerdo al Centro de Clima de la Isla, es el valor considerado como el más alto de su historia. La marcada influencia de las altas presiones, la fuerte radiación solar, la poca nubosidad y la debilidad de los vientos propiciaron este nuevo récord para Jucarito, para la provincia y para la Isla, refirió el medio oficialista Cubadebate.

Jucarito, que en los últimos años ha reportado temperaturas elevadas, en la jornada del pasado jueves rompió su propio récord anterior, cuando el termómetro de la estación meteorológica de ese territorio marcó 39,2 grados Celsius el 11 de abril de 2020. Por otro lado, el Centro del Clima del Instituto de Meteorología (Insmet) dio a conocer que marzo de 2024 ha sido el más cálido en Cuba, al tomar como referencia la temperatura más alta registrada. Otros territorios cubanos que muestran tendencia a un marcado ascenso de las temperaturas por encima de sus valores típicos son los poblados de Veguitas, también en Granma, e Indio Hatuey, en la occidental provincia de Matanzas, con 39.3 grados Celsius.

El calor sin precedentes se debe a un calentamiento global a largo plazo provocado por el hombre, que se ha visto impulsado por El Niño, un patrón climático natural que se origina en el Océano Pacífico a lo largo del ecuador y tiende a aumentar las temperaturas globales. En el Pacífico ecuatorial oriental el Niño siguió debilitándose, pero las temperaturas del aire marino en general se mantuvieron en un nivel inusualmente alto. La temperatura media global de la superficie del mar dentro de las coordenadas 60°S y 60°N alcanzó en marzo los 21,07 °C, el valor mensual más alto registrado, ligeramente por encima de los 21,06 °C de febrero.

Por otra parte, en marzo la extensión del hielo marino del Ártico alcanzó su máximo anual, con un valor mensual ligeramente por debajo de la media, pero marcando la mayor extensión para un mes de marzo desde 2013. La extensión del hielo marino del Antártico fue un 20 % inferior a la media en marzo, convirtiéndose en la sexta extensión más baja para ese mes en el registro de datos por satélite.

Un informe titulado “Qué es el calentamiento oceánico: causas, escala, efectos y consecuencias” examina los efectos del calentamiento oceánico sobre las especies, los ecosistemas y los beneficios que los océanos brindan a los seres humanos. Con la participación de 80 científicos de 12 países, recopila pruebas científicas detectables de los efectos de este fenómeno sobre la vida marina, desde los microorganismos hasta los mamíferos.

“El calentamiento oceánico es uno de los mayores desafíos ocultos de esta generación y estamos totalmente faltos de preparación para abordarlo”, dice Inger Andersen, directora general de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). En su opinión. “la única manera de preservar la fecunda diversidad de la vida marina, y de salvaguardar la protección y los recursos que el océano nos proporciona, es reducir de forma rápida y sustantiva las emisiones de gases de efecto invernadero”.

El calentamiento oceánico afecta ya a los ecosistemas, desde las zonas polares hasta las regiones tropicales. Empuja a grupos enteros de especies, como plancton, medusas, tortugas y aves marinas, hasta 10 grados de latitud hacia los polos. Según el informe, eso provoca la pérdida de áreas de reproducción de tortugas y aves marinas, y menoscaba el éxito reproductivo de los mamíferos marinos, según indica el informe.

El calentamiento de los océanos tiene efectos sobre los seres humanos

En el este de África y el Océano Índico Occidental, por ejemplo, el calentamiento ha reducido la abundancia de algunas especies de peces, al matar parte de los arrecifes de coral de los que dependen. A eso se suman las pérdidas causadas por la sobrepesca y las técnicas de pesca destructivas. Asimismo, en el sudeste asiático, si la emisión de gases de invernadero prosigue al mismo nivel, se estima que las capturas de la pesca marina podrían disminuir entre un 10 % y un 30 % en 2050 con respecto a los años 1970–2000, a medida que la distribución de las especies de peces cambia.

Dan Laffoley, vicepresidente de medio ambiente marino de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas de la UICN, y uno de los autores principales del informe, afirma que “el 93 % del calor generado desde los años 70 en el marco del calentamiento climático fue absorbido por los océanos, que actúan como un amortiguador del cambio climático, pero esto tiene un precio. Nos hemos quedado atónitos ante la escala y la magnitud de los efectos operados por el calentamiento oceánico sobre ecosistemas enteros, como indica claramente este informe”.

El calentamiento de los océanos también afecta al clima, con efectos en cadena sobre los seres humanos. El número de huracanes graves ha aumentado a un ritmo de entre el 25 % y el 30 % por grado de calentamiento global, según el informe. Se ha registrado un aumento de las precipitaciones en las latitudes medias y las zonas monzónicas, y menos lluvia en varias regiones subtropicales. Estos cambios tendrán efectos sobre los rendimientos de las cosechas en importantes regiones productoras de alimentos, como Norteamérica y la India, según el informe. También que advierte “el escudo contra el cambio climático que nos brindan los océanos y sus ecosistemas, al absorber grandes cantidades de CO2 y al protegernos contra las tormentas y la erosión, también se reducirá con el calentamiento oceánico”.

El texto recomienda, entre otras cosas, reconocer la gravedad de los efectos del calentamiento oceánico sobre los ecosistemas de los océanos y los beneficios que proporcionan a los seres humanos, ampliar las áreas marinas protegidas, proporcionar protección jurídica al alta mar, evaluar mejor los riesgos sociales y económicos relacionados con el calentamiento oceánico, y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

Recientemente, se ha publicado el libro de Clayton Aldern The Weight of Nature: How a Changing Climate Changes Our Minds, Brains and Bodies. Basado en siete años de investigación, el galardonado periodista y neurocientífico capacitado sintetiza la neurociencia, la psicología y la economía conductual emergentes del calentamiento global y la salud cerebral. En esta obra, su autor muestra a los lectores cómo un entorno cambiante nos está cambiando hoy, de adentro hacia afuera. Aldern lo llama el peso de la naturaleza.

Las temperaturas más altas hacen que sea más difícil pensar con claridad y resolver problemas. Aumentan la posibilidad de violencia impulsiva. Es más probable que los jueces de inmigración rechacen las solicitudes de asilo en los días más calurosos. Árbitros, para fallar llamadas. La contaminación del aire, las olas de calor y los huracanes pueden deformar y desgastar la memoria, el lenguaje y los sistemas sensoriales; Los incendios forestales siembran el trastorno de estrés postraumático. Y los cambios en los ecosistemas impulsados por el clima amplían el alcance de los portadores de enfermedades cerebrales como los mosquitos, las amebas devoradoras de cerebros y los murciélagos que nos trajeron la niebla mental del COVID prolongado.

Lo que sentimos acerca del cambio climático es profundamente importante; pero este es un libro sobre mucho más que la ansiedad climática. Como Aldern muestra detalladamente, se trata de la acción profunda y directa del calentamiento global en nuestro cerebro y comportamiento, y el retrato más sorprendente hasta ahora de influencias ambientales imprevistas en nuestras mentes. Desde granjas en el Valle de San Joaquín y escuelas públicas en todo Estados Unidos hasta comunidades en el Ártico de Noruega, las islas de Micronesia y los Alpes franceses, este libro es un retrato sin precedentes de una crisis global que creíamos entender.

¿Qué le está haciendo a nuestro cerebro?

Sabemos, a menudo con precisión, lo que el cambio climático está afectando a nuestras costas, bosques tropicales, incendios forestales y huracanes; nuestros patrones de inmigración, rendimiento de cultivos y primas de seguros. Pero, ¿qué le está haciendo a nuestro cerebro? Esta pregunta, para Clayton Aldern, no es retórica sino desoladoramente literal. “No era solo que un mundo más cálido nos perjudicaría”, escribe Aldern, “sino que un mundo más cálido haría que nos lastimáramos unos a otros”.

La mayor parte de la violencia citada en esos informes se deriva del efecto del aumento de las temperaturas sobre los recursos naturales y de los desastres climáticos. Un informe del Pentágono describe, por ejemplo, cómo la sequía y la reducción de los rendimientos agrícolas ayudaron a preparar la guerra civil siria, y cómo el huracán Sandy requirió la movilización masiva del ejército estadounidense. Pero también es cierto que el calor irrita a la gente. ¿Cuánta más ira (cuántos tiroteos, accidentes de tránsito, peleas en eventos deportivos, declaraciones de guerra más) estimula un calentamiento de un grado y medio centígrados? ¿Qué tal dos grados o tres? Las temperaturas más cálidas también tienden a volvernos más crueles, deprimidos y tontos.

Aldern afirma que no ha escrito un libro sobre la ansiedad climática (o la comunicación climática, la neurofilosofía o la política), sino uno sobre las “intervenciones directas del cambio ambiental en el cerebro”. Sin embargo, como dice en otra parte, “los tiros al banco todavía cuentan en el billar”. Independientemente de si vive en una zona de incendios forestales o en un callejón de huracanes, o nada en estanques cálidos, sus ideas centrales son válidas y merecen énfasis. Aldern es uno de los pocos escritores que se atreve a preguntar cómo el cambio climático ya nos ha cambiado.

“El trabajo del cerebro es modelar el mundo tal como es”, escribe Aldern. “Y el mundo está mutando”. Y nosotros estamos mutando con ello. Nos volvemos más desconfiados, paranoicos, ansiosos, depresivos, distraídos, nihilistas y enojados. No todos nosotros, y no todo el tiempo. Algunos responden, como Aldern instruye a sus lectores, con mayor empatía, resiliencia, acción colectiva y sabotaje de oleoductos. Pero eso es solo otro tipo de mutación: una respuesta de anticuerpos. Esta gran transformación ya está deformando nuestra vida interior de maneras que apenas estamos empezando a comprender. El cambio climático no ocurre solo aquí, escribe Aldern. Está dentro de nosotros. Y se está extendiendo.

El discurso del libro, basada en una selección de estudios científicos recientes, se lee como una columna demoníaca de “Hallazgos” de Harper. Naegleria fowleri, la ameba devoradora de cerebros, ha comenzado a infectar a nadadores en lagos tan al norte como Iowa y Minnesota, y es posible que ya esté presente en todas las aguas dulces. A medida que los lagos y estanques se calientan, escribe Aldern, “se están despertando más Naegleria fowleri”. Asimismo, las enfermedades neurodegenerativas afectarán a unos 14 millones más de personas cada año de aquí a 2050. A medida que los paisajes se reconfiguran y las prácticas culturales desaparecen, la mente se vuelve menos capaz de retener información, lo cual Aldern traduce como: “El cambio climático causa amnesia”.

Es imposible conocer todo esto y no preocuparse. Por otra parte, uno no necesita la amenaza de ELA en el aire, para preocuparnos por el efecto del cambio climático en nuestras mentes, nuestros estados de ánimo y nuestros espíritus. Cualquier persona que se atreva a contemplar el gigante del cambio climático no puede escapar de su influencia transformadora. ¿Cómo responde uno, intelectual o emocionalmente, a un desmoronamiento que parece a la vez inobservablemente lento y trepidantemente rápido? a la matanza irreflexiva e indiscriminada de miles de millones de criaturas; a la ineptitud de nuestra política y la venalidad psicopática de nuestras industrias; a la asignación de los más vulnerables entre nosotros al sufrimiento más grave; ¿A la destrucción deliberada de una civilización? La escala de la transformación física por sí sola abruma la mente.


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