Fascismo kosher

Néstor Díaz de Villegas

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Fascismo kosher

Milenarismo y absolución en el castrismo tardío

Néstor Díaz de Villegas

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Abocados a la muerte del Líder, y con la perspectiva que facilitan los 48 años transcurridos desde su advenimiento, entendemos mejor la voluntad milenarista de su revolución. Su primer documento, La Historia me absolverá, apela a la doctrina católica en cuestiones de derecho canónico: la “absolución” apunta allí a un Jubileo, o Gran Año, cuando los presos serán liberados y las penas conmutadas.

Vincular los temas de la Historia y de la absolución convirtió al naciente partido (M-26-7) en una secta de absolucionistas históricos: lo que debía absolverse era nada menos que un crimen político. Por otra parte, el movimiento invocaba la presencia de un gran espíritu en el año de su centenario, lo cual confirma —retrospectivamente— la clave milenarista. La acción iniciática del Moncada comenzó por “absolver” al Apóstol y reinterpretar sus Actos con un hecho de sangre. La primera absolución efectiva tomaba lugar ipso facto, mediante la acción de un puñado de jóvenes inocentes llevados al matadero en estado de ignorancia: su sangre propiciatoria fue la crisma de un bautismo de fuego.

Cuando consideramos el tiempo transcurrido desde aquel día, y comprendemos que —con respecto a cualquier observador que se desplace a velocidad constante— se trata de un intervalo, entenderemos que ese intervalo no podrá medirse en años de un calendario civil, sino en unidades metafísicas. Operamos, en este caso, con un Tiempo en bloque, con una unidad ontológica. (A propósito de la geometrización del Tiempo, Kurt Gödel insiste, en su refutación del relativismo, en que “el concepto de existencia no podrá relativizarse sin destruir su sentido totalmente”)[1].

En una escena famosa de Encuentros cercanos del tercer tipo (o del tercer reino) , Steven Spielberg hace reaparecer a Hitler: la transmisión televisada de la XI Olimpíada había eternizado la imago del Führer en el éter —o lo que es lo mismo: sus ratings virtuales se habían mantenido constantes—, de suerte que un imaginero pudiera convocarla 40 años más tarde y conseguir su “regreso al futuro”. El Nazionalsocialismus, frustrado en la Tierra, “tomaba cuerpo”, después de todo, gracias a la teletransportación retroactiva. La eternidad estaba reservada a los líderes de una confederación intergaláctica que, como la tripulación del Enterprise, llegaría a sobrevivir “en el aire”.

Así mismo, el electroproletariado norteamericano confundió la popularidad “real” de Castro con el “valor” electrónico de su imagen televisiva. Como imago pura, los ratings castristas son los más altos de la historia del medio —sólo equiparables a los de aquella otra entidad virtual cubana, Ricky Ricardo, nuestro Humbert Humbert, un doble que responde a la ley de reciprocidad digital[2]. Marshall McLuhan (en el capítulo 31 de Understanding Media) cita el artículo “Cuban Television’s One-man Show”, donde Tad Szulc afirma que “Castro se presenta a sí mismo como maestro de escuela”, y que su mezcla de propaganda y pedagogía es idéntica a la de cualquier programa de variedades de Europa o Estados Unidos[3]. El castrismo, en Norteamérica, ha sido el Days of Our Lives[4] de un canal latino que, desde hace catorce períodos electorales pasa la misma telenovela. (Si en Sunset Boulevard, Billy Wilder introduce en el reparto a Cecil B. De Mille como encarnación afable del establishment hollywoodense , Castro introduce en el suyo el personaje malvado de Uncle Sam: el imperialismo se personifica a sí mismo en el melodrama del castrismo espectacular).

El milenarismo moderno es, entonces, una función de la relatividad del Tiempo. (En el éter[5], la era castrista podría computarse como un milenio, y desde el éter regresará absuelta, convocada por las artes de magia de la judería hollywoodense). Para el T relativista (o Tiempo serie B de McTaggart[6]), el clásico discurso castrista de ocho horas durará mil años: por eso Spielberg puede afirmar que las ocho horas que pasó en presencia de Castro son las “más importantes” de su vida[7].

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El Seminario de los Hermanos Maristas, el lugar donde opera la Seguridad del Estado, o G2, desde el triunfo revolucionario —el “Triunfo de la Revolución”, con sus tomas áureas, sus jóvenes héroes, y sus concentraciones populares, es un Triunfo de la Voluntad que se sobrepuso a su misma imposibilidad[8], y del que hoy sólo vemos el puro sustrato de belleza nacionalsocialista—, la temida Villa Marista, la de las salas de interrogatorios y las cámaras de tortura, es otro de los símbolos del absolucionismo historicista.

Jesuitismo transfigurado (en el Ulysses, el gordo Buck Mulligan le reprocha a Dedalus: “ You have the cursed jesuit strain in you, only it’s injected the wrong way!”): Villa Marista se transforma en catacumba, se adentra en su propia oscuridad, y retorna a las sombras desde el Gran Mediodía republicano. La sociedad, como conjunto, inicia el mismo repliegue hacia un “tenebrismo” de cepa ibérica, el “sol y sombra” de lo eterno español. Se diría que “la Villa”, como tantos otros símbolos maristas-revolucionarios, aguardaba el momento de su absolución, o lo que es lo mismo, el momento de su metamorfosis en G2, en Santo Oficio. Lo que ya estaba allí, aunque inyectado al revés.

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Imitatio mortis. Tras el deceso del bloque soviético, el régimen castrista hizo de tripas corazón y decidió mimetizar la muerte. Desenchufado de “la Máquina”, sus uñas y cabellos siguieron creciendo por obra y gracia de una fotosíntesis necrótica.

Esta etapa coincide con los grandes episodios quirúrgicos ( General Hospital[9]) que, por efecto de la anestesis generalis, dejan al Líder en un estado catatónico, o de estupor profundo –un estado crepuscular. El nivel de conciencia cerebral depende de los grupos neuronales troncoencefálicos que forman el sistema reticular activador ascendente o SARA, y para que se produzca un estado de coma, la lesión o enfermedad tiene que afectar este sistema de forma bilateral: aparece el Coma Andante. El régimen, y su Líder, son declarados clínicamente muertos (Oppenheimer, 1992; Fogel y Rosenthal ,1994). El Líder y su sombra sumen al país en una plaga de oscuridad. A partir de ahora, gobierna Kagemusha.

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Mientras tanto, las transcriptasas reversas aprenden a mimetizar las funciones inhibidoras de las proteasas[10]. La virología castrista entra en una fase de panadaptación[11]. El organismo moribundo adopta la divisa de sus enemigos. Los inmunólogos oficiales establecen empalmes y puentes con el fin de asegurar un flujo electromagnético mínimo. Aunque exteriormente el cuerpo místico —contagiado de la Muerte Negra— parece haber cesado en sus funciones, interiormente, a nivel molecular, pequeñas chispas aseguran un modicum de élan vital. (En Pasadena, en los Círculos de Estudio socialistas que funcionan en las trastiendas de los restaurantes vegetarianos, he asistido a seminarios donde se explica al vulgo —compuesto, a partes iguales, de liberales acomodaticios, profesores universitarios, activistas chicanos y canalla de los barrios marginales— cómo sobrevivió Cuba al Período Especial, cómo consiguió seguir funcionando, privada de hidrocarburos, y cómo pudo sepultar las eras de Reagan, Clinton y los dos Bush, junto a la chatarra de la gran nave madre comunista.

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Dicen (aunque no he podido comprobarlo) que el dictum “La Historia me absolverá” es de Hitler: en realidad, da lo mismo. Para nosotros, esa afirmación significa algo muy distinto, y el cariz neoescolástico que adquiere en labios de un gallego marista anticipa un paraíso.

Lincoln Steffens, el reportero americano que regresó de Moscú en 1929, dijo, a quienes lo esperaban en el aeropuerto de Nueva York: “He visto el futuro, ¡y funciona!”. En Spielberg (1977) hemos visto que un futuro que funcione, a pesar de haber sido declarado difunto, es un working future, o futuro funcional, es decir, un futuro televisivo “del tercer reino”. Un futuro “absuelto” por el valor absoluto de la transmisión[12].

La Historia me absolverá es hoy una realidad[13]: vivimos un momento de absolución absoluta, pues la intelligentsia global se ha convertido a la fe, y el intelectual peregrino que regresa de allí sabe que el futuro funciona, que tiene que funcionar, pues la adopción de cualquier otro punto de vista, de cualquier otro tense logic, lo condenaría automática y absolutamente.

De manera que, en los momentos en que el Líder resulta absuelto, como había anticipado él mismo en su discurso inaugural, sus enemigos son condenados a fortiori. Por tratarse de un vaticinio, ahora sabemos que también estaban condenados a priori, pues eran ellos, precisamente, “lo que no funcionaba” en el futuro funcional. Con la conversión de Noam Chomsky, y gracias a las contribuciones de la escuela semiótica norteamericana, el Líder logra condenar a sus adversarios a lo ilógico del porvenir. Son la escoria de la racionalidad, los prolegómenos de cualquier apostasía futura.

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Por transcripción reversa, el absolucionismo logró apropiarse también de la totalidad de la Historia nacional y, ahora, esa totalidad histórica aparece —tanto al converso de los cenáculos académicos como a los catecúmenos de las trastiendas macrobióticas— como mero preámbulo del castrismo.

Ninguno de los comentaristas extranjeros de la realidad cubana necesita conocer a fondo nuestra historia intelectual, ni política, pues el absolucionismo ecuménico subsume la totalidad de la cultura renormalizada. Cuando escuchamos a Gore Vidal, un escritor homosexual, sureño, y conservador, hablar enfáticamente del castrismo, nos enfrentamos al prodigioso fenómeno de la imposibilidad posible, una categoría de hechos que habría que rastrear en el reino de las paradojas carrollianas. Como la Reina de Alice in Wonderland, el castrismo parece crear, cada mañana, antes del desayuno, todas las cosas imposibles: los apagones como modelo de conservación de energía; la estatua de John Lennon erigida en un parque de la ciudad que lo persiguió; las peregrinaciones de turistas americanos al mismo cabaret de donde fueran expulsados; la mercantilización oficial del Entartete Kunst[14]; la designación de Guantánamo como meca de la tortura, dentro de los confines de Villa Marista, y a unas escasas millas de la prisión de Boniato; todas éstas (y muchas más) son las pruebas de que el absolucionismo ha comenzado a operar desde el interior del sistema.

Que el espectáculo cuente ahora con los recursos ilimitados de Hollywood, y con la totalidad del aparato represivo de DreamWorks —y no sólo con el apoyo privado de los directores de cine, de las divas de la farándula, o de los premios Nobel— anuncia el advenimiento del “Triunfo de la Voluntad” para un fascismo absuelto y libre de culpas: un fascismo kosher.

[1] Gödel, Kurt; A remark about the relation between relativity theory and idealistic philosophy (1949); Collected Works, Vol. II, Oxford University Press, 2004.

[2]“On January 19, 1953, Lucille Ball gave birth to two baby boys. One born in the morning in Los Angeles and the other that night, three thousand miles away in New York City”; Oppenheimer, Jess; Laughs, luck and… Lucy; Syracuse University Press, 1996, p. 3. Y más adelante: “Of Lucy’s two sons, I’ve always felt closer kinship with Little Ricky Ricardo. Although I can’t claim to be his father, I feel I’m responsible for his being here”. No creo que esté de más anotar que el creador de I Love Lucy –como Saturno– era bizco: padecía de diplopía o “visión doble”: “I always saw two of everything, and the positions of the two images were constantly changing in relation to each other”, p. 10.

[3]“Seen outside the United States, any American movie looks like subtle political propaganda. Acceptable entertainment has to flatter and exploit the cultural and political assumptions of its land of origin”; Understanding Media; 1964, p. 271

[4] Popular telenovela norteamericana. Salió al aire en noviembre de 1965.

[5] Retengo aquí, a propósito, el concepto de “éter”, aunque en realidad aludo al “ contínuum espaciotemporal”.

[6] McTaggart, John Ellis; The Unreality of Time; Mind, 1908.

[7]The New York Times; noviembre, 2002.

[8]“One can’t believe imposible things”, said Alice. “I dare say you haven’t had much practice”, said the Queen. “Why, sometimes I’ve believed as many as six imposible things before breakfast”. Carroll, Lewis; Alice in Wonderland.

[9] La más antigua de las telenovelas norteamericanas. Debutó en la cadena ABC el primero de abril de 1963.

[10]“The inmediate impact of the discovery of RT (reverse transcriptase) was to amend the then accepted “central dogma” of molecular biology, that the transfer of genetic information is unidirectional: DNA®RNA®protein. It was now apparent that there could also be a retrograde flow of information from RNA to DNA”. Principles of Virology; Ch. 7, p. 200, ASM Press, 2000.

[11]“Adaptation cannot but be universal among organisms, and every organism cannot be other than a bundle of adaptations, more or less detailed and efficient, coordinated in greater or lesser degree”. Thomas Huxley, citado por Stephen J. Gould, en The Structure of Evolutionary Theory; Harvard University Press, 2002.

[12]“Basing the calculation on the mean density of matter equal to that observed in our world, and assuming one were able to transform matter completely into energy, the weight of the “fuel” of the rocket ship, in order to complete the voyage in t years (as measured by the traveller), would have to be of the order of magnitude of 10/t2 times the weigh of the ship”. Gödel, K.; ob. cit. p. 205.

[13] “¡Absuelto por la Historia!”; diario Granma; agosto 16, 2006.

[14] Arte degenerado.

Página de inicio: 16

Número de páginas: 5 páginas

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