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Actualizado: 25/04/2024 19:17

Protestas, Crisis, Migración

¿«Cortocircuito» entre la oposición y la sociedad cubana?

El trabajo de ruptura del gobierno y sus servicios de inteligencia llega hasta el exilio burocrático

Miles de personas decentes se manifiestan en las calles cubanas, noche tras noche. Es el resultado de la hecatombe del sistema energético nacional y “otras yerbas coyunturales”. El tiranuelo y su cohorte, ahogados en su propia incompetencia, cobardía, y espurias negociaciones con los norteamericanos, no sabe cómo actuar.

Ante esta avalancha de cientos de miles de cubanos cruzando los mares y otros cientos de miles en las calles enfrentando a la maquinaria de terror, muchos se preguntan: ¿Dónde está la oposición democrática que no encabeza y organiza tales rebeliones?

Según los ingenieros eléctricos, un “cortocircuito”, es cuando la electricidad completa su recorrido a través de una distancia más corta. Por eso se llama corto, y no corte circuito, como dicen algunos. Provoca el aumento de la intensidad y la tensión, causando daños, hasta llegar a desconectar el sistema.

Si lo aplicamos a lo social, es cuando los fenómenos en vez de cumplir los protocolos y los tempos para energizar el sistema toman caminos más cortos. Sin embargo, por esa misma razón, no lo logran.

El más interesado en establecer este “corto” entre la sociedad civil y la oposición democrática es el gobierno, con muy poco que brindar, sin futuro que prever, y menos tiempo aun para resolver problemas. A través de sus medios de comunicación y agentes de influencia, se encarga de tirar un velo de silencio sobre las actividades opositoras. A partir de ahí manipula a conveniencia las matrices de opinión. Algunas de ellas son: los opositores trabajan para ellos, o son mercenarios, reciben dinero del enemigo. Otra herramienta es la descalificación moral. También se usan las largas condenas que cumplen por rebelarse contra el statu quo.

El objetivo principal, es destruir el capital social, o la capacidad para colaborar, e interactuar entre la sociedad civil y la oposición democrática para salir de la crisis. Un ejemplo de ello es la poca comunicación entre los jóvenes del Movimiento San Isidro, Archipiélago, o 27N con la oposición reconocida, sus grupos de abogados, periodistas, y activistas de derechos humanos.

Ese trabajo de ruptura del gobierno y sus servicios de inteligencia llega hasta el exilio burocrático. Este discrimina con quien trabaja y con quien no, y hasta maneja los fondos y ayudas recibidas creando parcelas, que impiden la colaboración entre organizaciones que comparten agenda, pero no el trabajo de construir la democracia.

A la población tampoco le interesa trabajar mucho con la oposición democrática. Primero su actuación es reactiva y se ve definida por lo que haga “papa Estado”. Si este distribuye, no hay problema. Si no lo hace, esperará un poco hasta que se vuelva insoportable. En la práctica, luego de la represión del 11J y el 15N, la actitud de la población fue largarse del país en casi un 3,5% del total, en solo un año. Las matrices de expresiones verbales reactivas son: No puedo hacerlo, somos así, estoy desesperado.

Un ejemplo comunicacional: si antes del 15N, la frase más convocada por la población era Patria y Vida, luego del 16 de noviembre se impuso la sigla DPEPDPE (de pinga el país de pinga este). Alusión al conformismo y a la evasión que asumió la población para enfrentar la crisis.

Realmente no ayudó que el organizador principal a la marcha del 15N, mientras convocaba, preparaba las maletas para irse a España con su esposa. El gobierno lo aprovechó, y publicó de inmediato las imágenes de su huida, para derrumbar a partir de ahí cualquier otra muestra de confianza en el liderazgo opositor.

Todas las razones anteriores, hablan del “corte” que existe entre la población y los activistas prodemocráticos. Pero hay más elementos. Las detenciones arbitrarias contra José Daniel Ferrer, Feliz Navarro, Carlos Manuel Pupo y otros lideres opositores, al salir de sus casas ese 11J, provocó que también un liderazgo fuerte y definido, quedara al margen de la coyuntura de las protestas actuales.

Otro dato, fue el comportamiento de los votantes en el plebiscito sobre el código de las familias, el pasado septiembre. La suma de las dos posiciones opositoras, abstención y Voto No, ganó 60 a 40, al voto propugnado por el gobierno. No obstante, no acordar una posición común, impidió demostrarle el rechazo a la tiranía.

No por ultimo. La inexistencia de instituciones opositoras fuertes, con base social y comunitaria, impiden establecer a través de objetivos, estrategias, y campañas de comunicación, los pasos para la movilización, y la exposición del descontento ciudadano hacia los cambios necesarios.

Coda

La fuerza eléctrica del descontento y la desaprobación al gobierno está en su mala gestión, la amplitud de la corrupción, y sus mecanismos represivos. Por estas razones y muchas otras, el ciudadano se lanza por el camino más corto, la pura y dura, protesta callejera. De esta forma se crea una situación volátil, de ruptura e ingobernabilidad. Y planea sobre nosotros una tiñosa, definida como “Estado fallido”.

© cubaencuentro

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