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Actualizado: 17/05/2024 12:58

Detrás de un nombre de mujer…

En este año que acaba se conmemoró el aniversario 30 del inicio de la aventura militar cubana en Angola, una página de nuestra historia en la que el pueblo fue engañado, manipulado y arrastrado a una guerra que se cobró 2.000 vidas.

Termina el 2005. Treinta años después de iniciada la aventura cubana en Angola, conocida como Operación Carlota —nombre de una mujer negra que participó en una de las rebeliones esclavas ocurridas en un ingenio del occidente de la Isla en el siglo XIX—, los medios de difusión masiva retomaron un tema que había sido largamente silenciado.

En las últimas semanas, tanto los periódicos como la televisión se han encargado de desempolvar testimonios —cuidadosamente seleccionados y maquillados para la ocasión— en los que se presentan actores directos de aquel drama bélico, quienes dejan constancia de la valentía y sacrificio de los oficiales y soldados cubanos, de la voluntad de vencer o morir "por el socialismo" y "por el hermano pueblo de Angola" y de la disposición de poner su vida al servicio de cualquier misión similar que les destine la revolución y su máximo líder.

La fatídica y absurda decisión de enviar tropas a luchar en Angola llevó a unos 300 mil cubanos a ese país entre 1975 y 1989, lo que el gobierno ha calificado recientemente "como la más justa, masiva y exitosa campaña militar internacionalista de Cuba". Al final de la guerra —y sólo entonces—, cifras oficiales ofrecieron un listado de más de dos mil cubanos muertos en una contienda completamente ajena, por la defensa de intereses políticos y estratégicos dictados por el matrimonio Moscú-La Habana, y con una cacareada “victoria” cuyo costo económico, moral y fundamentalmente humano para Cuba habrá de conocerse algún día.

La realidad es que Angola constituye hoy, y para siempre, una turbia página en la historia de la nación. El pueblo fue manipulado, engañado y arrastrado a una guerra cuyos orígenes e intereses políticos y económicos la mayoría de los cubanos no conoce aún con toda claridad.

Cómo nace un pretexto

Desde los inicios de esa larguísima guerra, los medios de difusión masiva oficiales se dieron a la tarea de enaltecer la gloria que suponía defender al “hermano” pueblo angolano y preservar su recién conquistada independencia. La incorporación de los cubanos fue presentada como el pago de una deuda histórica con el país africano, cruelmente despojado de miles de sus hijos a través de la trata negrera durante la colonia. Se hablaba de “lazos de sangre”, identidad cultural y vínculos históricos entre ambas naciones. En nombre de todos esos “sagrados valores”, miles de cubanos fueron enviados allende el Atlántico, lejos de su tierra y de los suyos; se desvió de la economía de la Isla una enorme fuerza de trabajo, además de destinarse innumerables recursos a garantizar la alimentación y todo lo necesario para las tropas cubanas en suelo angolano.

Muchos cubanos de hoy no conocieron (otros prefieren olvidar) del gran número de jóvenes, reclutas del servicio militar, que fueron obligados a viajar a Angola so pretexto de que habían “jurado bandera” y debían defender la revolución en cualquier misión militar que se les asignara: Angola era entonces la primera trinchera. Los reclutas que se negaron fueron encarcelados. Lamentablemente, todavía es imposible presentar con nombres y apellidos los testimonios de unos y otros. Por el momento, no queda más que narrarlo desde el anonimato.

Uno de esos reclutas cuenta que fue tanquista y que a su regreso de Angola tuvo que recibir tratamiento psiquiátrico. Otro, infante en la guerra, guarda recuerdos traumáticos: padeció hambre y privaciones. Y aunque se recuperó de ello, asegura que no se ha curado de la experiencia terrible de matar a otros hombres. Ninguno de los dos ha vuelto a ser quien era antes de ir a Angola; deploran haber participado en esa guerra. En cambio, otro joven que también estuvo en la contienda, dice que disfrutó su estancia allí, pues fue destinado en Luanda al servicio del alto mando y su experiencia fue bien distinta.

No obstante, todos, sin excepción, declaran que la Operación Carlota fue un error y una intromisión del gobierno cubano, una manipulación oscura entre Castro y los poderes de Moscú, y que no repetirían jamás el fallo de sumarse a tal componenda.

Sin embargo, quienes fueron a Angola —o al menos la mayoría de ellos— sí creyeron entonces que luchaban por la justicia, contra el apartheid y con el beneplácito del pueblo angolano. Eran jóvenes, ingenuos y confiaban en los ideales de justicia de la revolución cubana.

Afloran puntos oscuros

A propósito de esta fecha y las remembranzas de los acontecimientos en torno a la Operación Carlota, han aflorado puntos oscuros cuya sola mención hubiese sido impensable cuando todavía existía la URSS y los soviéticos eran los más solidarios hermanos.

Algunos de los testimonios de ahora apuntan que La Habana envió armamento y aviones a principios de la guerra “sin consultar con los soviéticos”, por órdenes expresas del jefe de Estado cubano. Por otra parte, en la versión taquigráfica publicada por Granma del discurso pronunciado el 2 de diciembre en el Palacio de las Convenciones, con motivo del aniversario 49 del desembarco de su expedición por la antigua provincia de Oriente y el 30 del inicio de la Operación Carlota, Fidel Castro expresa: (el gobierno soviético) “nos presionaba fuertemente solicitando nuestra rápida retirada, preocupado por las posibles reacciones yankis”. Más adelante, refiriéndose al periodo 1976-1977, cita la presencia de 36 mil efectivos cubanos en Angola, y agrega: (se inició una retirada cubana) “tras serias objeciones por nuestra parte”.

En referencia al papel jugado por el gobierno soviético en aquella guerra, Castro señala: “Ellos, aunque no fueron consultados sobre la decisión cubana de enviar tropas a la República Popular de Angola, habían decidido posteriormente suministrar armamento para la creación del ejército angolano y habían respondido positivamente a determinadas solicitudes nuestras de recursos a lo largo de la guerra”. Estas palabras entran en contradicción con la generalizada opinión de que el gobierno de la Isla participó en esa guerra a instancias del soviético o —cuando menos— en contubernio con él, toda vez que la economía y recursos militares cubanos hubieran sido insuficientes para sostener tan larga y permanente presencia en la nación africana. ¿Y qué decir del combustible que movía los medios de combate y las caravanas de suministro para el Ejército?

Los grandes ausentes

Es sintomático que, tanto en las entrevistas a los veteranos de Angola como en las crónicas del periódico Granma, no se hayan presentado a los familiares de las víctimas. No ha aparecido una sola madre o esposa para manifestar su orgullo porque su hijo o su esposo dio la vida por la libertad de Angola. No se ha hablado del costo moral para aquellas familias que perdieron a un padre, si es que tuvieron atención del Estado después de su pérdida, y de lo que piensan los hijos huérfanos.

Pero, sin dudas, el gran ausente de todas estas crónicas es el general Arnaldo Ochoa. Es como si sus “fallas” y su “traición” —que lo llevaron al paredón de fusilamiento en 1989— hubiesen borrado de un plumazo todos sus méritos militares y su función como estratega principal de la contienda en las etapas finales, que cerraron con la célebre batalla de Cuito Cuanavale.

El nombre de Ochoa, quien se hizo acreedor de la condición de Héroe de la República de Cuba precisamente por su participación decisiva en esa guerra, no se ha mencionado ni veladamente en toda la campaña propagandística del gobierno por el aniversario 30 de la inefable Carlota. En su discurso, el Comandante en Jefe dice de esas acciones finales de la guerra, que los cubanos “prepararon una trampa mortal a las poderosas fuerzas sudafricanas que avanzaban hacia aquella gran base aérea [Cuito Canavale, que antes había sido base aérea de la OTAN]”, y enumera la presencia de 40 mil soldados cubanos, 30 mil angolanos, 600 tanques, cientos de piezas de artillería, mil armas antiaéreas y “las audaces unidades de MIG-23”. Castro evade cuidadosamente la mención del oficial cubano que ideó y llevó adelante esta ofensiva definitiva.

El general Cintra Frías (Polo), subalterno del mítico Ochoa, fue mencionado por el gobernante, como al azar, acaso para que no se hagan asociaciones indeseadas por la cúpula del poder: “Aquí están presentes el compañero Polo Cintra Frías, jefe audaz del frente sur de Angola en aquel momento, y numerosos compañeros que participaron en aquellos gloriosos e inolvidables días”. El efecto de la omisión de Ochoa tuvo, no obstante, un efecto contrario al que se perseguía: el silencio hizo más perceptible su imagen y su recuerdo.

A la vera de este triste aniversario, los medios oficiales sólo hablan de “glorias” y elevan un discurso falso sobre la épica de los cubanos en Angola. Sin embargo, detrás del nombre de Carlota hay más de dos mil familias cubanas que sufrieron una pérdida irreparable y todo un pueblo que ignora el verdadero costo de esa guerra. Cuba deberá en un futuro calcular el auténtico saldo de su intromisión en tierras africanas, la experiencia inútil que pesa sobre el fondo del alma de la nación. Hoy es un tema tabú. Llegará el día en que se tenga que hablar de ello.

© cubaencuentro

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