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Actualizado: 19/05/2024 23:18

En primera persona

Sanidad y alimentación: Los sueños del Comandante y las pesadillas de la población.

Da gusto, en verdad, oír a los presidentes de Cuba y Venezuela hablar de los planes de desarrollo de la salud pública en sus países y de los grandes y maravillosos proyectos de extensión de estos servicios a todos los rincones del mundo. Al menos en la televisión, todo está bien. Eso es algo, porque si usted tiene la desgracia de tener que ir a un hospital en La Habana (es la ciudad donde vivo), pues ya la cosa cambia.

En la reciente graduación de los primeros médicos de la Escuela Latinoamericana de Medicina, el Comandante Fidel Castro citó a Calderón de la Barca y afirmó que "'los sueños, sueños son', pero este es un sueño realizado". No obstante, yo puedo asegurarle al Comandante que si él fuese un ciudadano común y tuviese que ir a un Cuerpo de Guardia de algún hospital habanero, pongamos por ejemplo, el emblemático Calixto García, sus sueños se convertirían en una verdadera pesadilla.

Cualquier persona que no viva en Cuba y que oiga a Castro ofrecer los servicios de sus galenos a otros países, tiene que pensar que en la Isla, realmente, hay tantos médicos, enfermeras, técnicos de la salud, estomatólogos, etc., que sus necesidades están cubiertas y, por tanto, ésta puede darse el lujo de exportar médicos en cantidades astronómicas.

Eso lo pensaría una persona cuerda o, simplemente, sensata. "La caridad empieza por casa", reza un viejo refrán, pero parece que el Comandante lo ha entendido al revés y ha decidido que "la caridad" puede terminar en casa, o posponerse indefinidamente. Con la ayuda inapreciable del presidente Chávez, el Comandante en Jefe, ya casi octogenario, está reviviendo sus sueños no realizados de las décadas de 1960, 1970 y 1980: la exportación de su modelo económico, de su revolución a América Latina, enmascarada en una aparente ayuda humanitaria y solidaria, imposible de cuestionar por nadie.

¿Quién puede oponerse a algo tan noble? Y todo sería muy bonito si, al impulsar su pantagruélico y delirante proyecto, no dejara absolutamente desamparados a sus compatriotas.

Detrás de este plan (Operación Milagro, Barrio Adentro, Escuela Latinoamericana de Medicina, es decir, atención médica multitudinaria y gratuita a extranjeros. Ni hablar de su œltimo alarde de "solidaridad": la brigada médica Henry Reeve, que pretendía enviar a Nueva Orleáns para ayudar a las víctimas del huracán Katrina. Al "Máster en Ciencias Demagógicas" no se le podía escapar esta oportunidad que le ha puesto, en "bandeja de plata", el presidente Bush, por su demorada y criticada respuesta ante la catástrofe), lo que se esconde es su afán desmedido por imponer su fracasado sistema al resto del mundo.

Un descomunal delirio de grandeza y la obsesión enfermiza de vencer y humillar al vecino del Norte, a toda costa y a cualquier precio (quién sabe, quizás toda esta obsesión provenga de aquella carta que, de niño, le escribió al presidente Roosevelt —publicada en los periódicos nacionales hace unos años—, donde le pedía que le enviara diez dólares, y de la respuesta negativa que recibió… habría que preguntarle a los psicoanalistas…).

Detrás de las 'misiones'

Es cierto que los galenos cubanos están dispuestos a trabajar en cualquier lugar del globo terráqueo, por muy peligroso que sea, y no descarto que muchos lo hagan a partir de un verdadero deseo de ayudar al prójimo. Pero lo que todo el mundo sabe en Cuba es que los médicos y enfermeras (os) están desesperados porque los incluyan en esas misiones para "resolver" sus necesidades económicas más elementales, al punto de que se soborna, con grandes sumas de dinero, a los funcionarios que deben decidir quién va y a qué país va (hay lugares más cotizados que otros, por ejemplo, Sudáfrica, porque se pagan mejor las guardias y otras actividades que elevan los ingresos).

Ir a "una misión" implica que el doctor podrá contar, a su regreso, con una laptop (a cada médico que va a Venezuela le entregan una laptop, algo totalmente imposible de adquirir en Cuba, entre otras cosas, porque no las venden, sólo se venden a empresas, no a particulares. Ni hablar del precio…) y algunos ahorros para poder subsistir por un tiempo.

Se dice que se le deposita a la familia 50 CUC (pesos convertibles. Un peso convertible = 0,80 centavos de dólar = 24 pesos cubanos) en un banco, dinero al que sólo pueden tener acceso cuando el médico regresa, no vaya a ser que decida quedarse y, entonces, ¡no hay alcancía! Y en cada país se les da una pequeña cantidad en dólares, unos 100 o 200, depende del convenio que se tenga, cantidad risible si se compara con los salarios que devengan sus colegas en el resto del mundo. La mayoría de estos profesionales regresan con grabadoras, televisores, lavadoras, vídeos, DVD, etc., y están dispuestos a separarse de sus familias por el tiempo que sea necesario, porque el sueldo que reciben por trabajar en Cuba no les alcanza para nada.

Tratado sobre el salario

Hagamos un cálculo elemental: un médico puede devengar, al mes, 600 pesos cubanos (una enfermera o enfermero intensivista: 385 pesos), un salario elevado al compararlo con el de otros profesionales. Si se divide entre 24, que es la tasa de cambio actual para el peso convertible, el médico recibe 25 CUC. Antes, el CUC era equivalente al dólar, pero en marzo pasado, el Comandante decidió gravar al dólar con un 18%, y a otras monedas con un 8%. O sea, si usted tiene familiares en el extranjero que le envían 100 dólares, recibirá 80 pesos convertibles; si le envían 100 euros, recibirá unos 106 pesos convertibles. No trate de entenderlo, ni busque razones económico-científicas que expliquen estas tasas de cambio.

Pero dice el Comandante que esta cuenta es incorrecta, ya que el salario real es más elevado porque aquí no se paga alquiler por la vivienda, y la educación y la salud pública son gratuitas. Sin embargo, esta es otra verdad a medias. En primer lugar, sí se paga renta (mi familia tenía que abonar 70 pesos al mes por la renta de nuestro apartamento). Subsidiada, pero se paga, con el agravante de que usted jamás será el dueño real de su casa: podrá tener la propiedad, el documento legal, pero no podrá disponer de ella (por ejemplo, no la puede vender, porque la compraventa entre particulares es ilícita; no puede alojar a un extranjero amigo en su casa, tiene que pedir un permiso especial, etc., más un montón de otras restricciones arbitrarias que violan los más elementales derechos sobre la propiedad.

Para más información, recomiendo consultar el artículo publicado el martes 30 de agosto, en Encuentro en la Red, ¿Esta es tu casa?, de Leonardo Calvo Cárdenas.

En segundo lugar, es de todos conocido que el dinero para financiar la educación y la salud proviene de lo que cada país decida destinar, de su Producto Interno Bruto, para estos fines. En Cuba procede, por tanto, de las riquezas generadas por el pueblo trabajador porque, hasta donde yo sé, el Comandante no saca ese dinero de alguna herencia personal misteriosa, o sea, no sale de su bolsillo.

Se destinan, es cierto, recursos importantes hacia estos sectores, pero a costa de pagar sueldos de miseria durante 46 años a varias generaciones de cubanos. Entonces, el Comandante dice que es gratuita, cuando, en mi opinión, en estos momentos, la educación y la salud pública en Cuba son de las más caras —y más malas— del mundo.

La cuenta real

Por si esto no fuera poco, hagamos un cálculo sencillo, para después continuar con nuestro análisis. Supongamos que Juan es un cirujano soltero, sin hijos, ni padres, ni abuelitos y gana 600 pesos cubanos al mes. Algunos de sus gastos mensuales podrían ser (he redondeado los precios, para facilitar las cuentas. Recuerden que un peso convertible = 0.80 centavos de dólar =24 pesos cubanos. Relaciono, entre los productos de la shopping, los que no se venden en la bodega a precios subsidiados o que, si se venden —como es el caso del aceite, el pan y el jabón— no "llegan" siempre, son de pésima calidad o corresponde una cantidad muy pequeña, como el pan: un pancito redondo, como el de las hamburguesas, más chiquito, al día, por persona):

Como se habrán fijado, lo que ha comprado Juan no le alcanza para todo el mes, ni mucho menos. Los crédulos que leen nuestra prensa dirán: "¡pero está la canasta básica!". No me detendré en este punto, pero les puedo asegurar a estas personas que la canasta básica y… "la carabina de Ambrosio", es la misma cosa. O sea, no alcanza ni para una semana.

Nótese, también, que Juan no ha comprado ropa, ni medicamentos, ni materiales de oficina; que no ha pagado los gastos de la casa, como electricidad, teléfono, agua, y gas, los cuales —aunque también subsidiados— representan un desembolso y hay que cubrirlos; que, por suerte, no ha tenido que hacer ningún arreglo de plomería, electricidad o carpintería en su casa; que Juan no tiene carro, ni puede ahorrar un centavo para unas merecidas vacaciones, ni se puede dar el lujo de comprarse una cervecita fría (0.90 CUC = 22 pesos cubanos), y que ha dejado de tomar café.

Soluciones 'a la cubana'

¿Y si Juan tuviese un hijo que necesitara tenis, por ejemplo? Los zapatos no se venden en pesos cubanos, ni subsidiados, sólo en pesos convertibles, a un precio aproximado de unos 20 CUC (480 pesos cubanos). Las únicas soluciones posibles que Juan tiene para sus limitadas finanzas son: 1) Irse en una misión internacionalista, 2) Cobrar por sus servicios médicos, de forma clandestina, 3) pedirle ayuda a algún familiar que tuviese en el extranjero, 4) hacer otro tipo de trabajo, en las noches, sin que se supiese, porque el médico no puede tener, por Ley, ningún trabajo por cuenta propia, 5) quedarse en otro país, si logra que le den el permiso para viajar, siendo médico, sin hijos ni familia, 6) inventar algo porque, está claro, la cuenta no da.

Por estas razones, los médicos y enfermeras (os) lo único que desean es que los envíen a cualquier lugar del orbe, situación que el Comandante aprovecha de forma magistral para llevar a cabo su "conmovedor" programa. Según él mismo ha informado, hay más de 20.000 médicos cubanos laborando en diferentes regiones del planeta, lo que representa, según la opinión de un economista amigo, la tercera parte de los facultativos existentes en la Isla.

Un cirujano me comentó, descorazonado, que en su hospital estaban trabajando casi con la cuarta parte de los médicos que se necesitaban porque todos estaban cumpliendo misiones en otros países. "Te podrás imaginar", me dijo, "que no damos abasto, estamos agotados". No hay más que entrar a un hospital para saber que no miente. Los buenos médicos y enfermeras (os) tratan de hacer lo que pueden, pero la realidad es que la atención en los hospitales es cada día peor, el maltrato es increíble y el desinterés, la negligencia y la desidia están acabando con los cubanos, mucho más que las enfermedades.

Esta situación de caos y estrés resulta insoportable para los propios médicos y, muy especialmente, para los enfermos y los familiares que tienen que soportar la grosería y la desatención constantes. Los facultativos cubanos tienen una bien ganada fama de ser buenos, pero ya no lo son tanto, y no los culpo. Si usted tiene que trabajar con pésimas condiciones de higiene, si en su consultorio no hay un mísero ventilador para aliviar algo el calor sofocante, si no tiene las medicinas necesarias, si no hay agua para lavarse las manos, si la comida del hospital es incomible, si no le alcanza el salario para vivir… usted no puede brindar una atención correcta y profesional.

A todo esto se suma que, por la escasez de personal de la salud, más la falta de equipos (a pesar de que la televisión y la prensa dicen lo contrario) hay muchos tratamientos limitados que pueden demorarse meses, tiempo valioso si usted, por ejemplo, necesita darse radiaciones.

Lo que se sabe no se pregunta

El Comandante algo sabe, lo comentó en una de sus últimas y kilométricas apariciones en las mesas redondas televisivas. Explicó que sabía de casos de corrupción, incluso contó el de un especialista que había realizado una interrupción de un embarazo y había cobrado 1.000 pesos. Para demostrar la ira de la población ante semejante hecho, leyó el sentir de un cubano indignado, recogido a través de una encuesta ("opinión del pueblo", le llaman) que dijo: "Si Fidel se entera, lo manda a fusilar", para enseguida aclarar: "No se preocupen, no lo vamos a fusilar, aunque se lo merece".

Entonces, las radiaciones se cobran, las placas de rayos X, los ingresos, las operaciones, las consultas: todo tiene un precio, una tarifa. No digo que es así siempre, ni mucho menos, afortunadamente; pero si usted está desesperado, le dan un turno muy lejos y tiene el dinero, siempre aparecerá alguna forma de "resolver" esa situación, teniendo en cuenta que se conjugan sus necesidades con las del médico: "usted requiere atención especializada, yo necesito dinero", que no es otra cosa que el imperio de la implacable ley de la oferta y la demanda aplicada a la salud pública.

Y estos casos suceden, también, en otras ramas de la economía, como son los servicios de notaría, que también tienen sus tarifas, y los maestros, que dan sus clases particulares porque los tan cacareados maestros emergentes (como los enfermeros emergentes), en su mayoría, no sirven para nada.

El descalabro se extiende como un cáncer incontrolable, y ya es verdaderamente escandalosa la escasez de medicinas, que faltan, no tanto como consecuencia del famoso "bloqueo" (que tampoco es como lo pintan), sino porque, sencillamente, se las roban y las revenden a precios de mercado negro.

Por mi casa pasa un señor pregonando, literalmente (bajito, claro, es un pregón algo apagado), todas las medicinas que están "en falta" en las farmacias: Meprobamato, Dipirona, Ibuprofen, antibióticos, inyecciones de Complejo B, etc. Pocas personas me creerán si les afirmo, con absoluto conocimiento de causa, que en las farmacias que venden en pesos cubanos (porque hay farmacias que venden en pesos convertibles) usted jamás puede encontrar cosas tan elementales como: algodón, alcohol, agua oxigenada, laxantes, curitas o jeringuillas desechables, por sólo citar artículos muy sencillos y de gran demanda.

El robo, deporte nacional

Pero no sólo se roba en las farmacias y laboratorios, el robo principal se realiza en los propios hospitales. Los testimonios de las personas que trabajan en los centros de salud son impresionantes. De los hospitales y policlínicos de La Habana se han robado y roban: medicinas, comida, sábanas, bombillos, toallas, jabones, bisagras y pomos de puertas, materiales de oficina, guantes de cirugía, jeringuillas desechables, yodo, gasa, vendas, balones de oxígeno y el "flumíter" o regulador de oxígeno (a la casa de una amiga llegó una persona vendiendo uno y, para asegurarle que funcionaba bien, el "vendedor" le dijo: "es del Hospital Oncológico"), sillas de ruedas, aires acondicionados, piezas de auto (de las ambulancias que, por cierto, prácticamente no existen), computadoras, etc.

Hace poco estaba en un policlínico recién inaugurado, buscando al oftalmólogo que, por supuesto, jamás apareció, y una persona me confesó que acababa de realizar sus necesidades fisiológicas en un apartado rincón del segundo piso, porque llevaba cuatro horas esperando por el médico, tenía deseos de ir al baño y todos estaban cerrados con llave porque, le explicaron, la gente se robaba "cosas". Yo me pregunto, ¿qué puede robarse de un servicio sanitario?: ¿un inodoro, pilas, un lavamanos? Eso, ¿nadie lo ve?, ¿no pueden controlarlo y lo único que se les ocurre es clausurar los baños?

Y ahora, como el Comandante decidió, casi de la noche a la mañana y sin encomendarse a nadie (la Asamblea Nacional y el ministro de Salud Pública están, literalmente, "pintados en la pared") reparar todos los hospitales de la capital a la vez, porque se dio cuenta de que no podía atender a los extranjeros en sus centros de salud, malolientes, sucios y destartalados (a sus amados compatriotas sí, ya están acostumbrados a la mugre y al desastre…), pues ahora la gente va a los hospitales a comprarle a los trabajadores de la construcción materiales de las obras, como si fueran a una ferretería: cemento, azulejos, inodoros, lavamanos, pintura, etc.

Pienso que, quizás, lo œnico bueno que saldrá de esto son las inversiones capitales que se están llevando a cabo en estas edificaciones (si no nos ponemos a pensar demasiado en la calidad), abandonadas durante 46 años a su suerte, aunque no podemos "cantar victoria". Inicialmente se dijo que el Hospital Ameijeiras daría servicio a un 50% de cubanos y un 50% de venezolanos, pero ya se sabe que está dedicado en su totalidad a venezolanos y sólo se atienden algunos cubanos muy especiales, que utilizan poderosas influencias.

También resulta sospechosa la construcción, al lado de cada hospital, de hoteles para extranjeros. Es posible que el extranjero que ingrese en un hospital reciba una atención mucho más esmerada que la del cubano "de a pie": mejor comida, mejores medicinas, salones con aire acondicionado, televisores, etc., y la prudencia revolucionaria aconseja que esas cosas no se sepan.

Operación de cataratas: ¿nueva modalidad olímpica?

La famosa Operación Milagro, otro proyecto pantagruélico y disparatado de nuestros ilustres presidentes, requiere de un análisis especial. No hay que ser muy inteligente para saber que operar cataratas no es lo mismo que producir salchichas. Tengo entendido que en Cuba se hacían, anualmente, unas 6.000 operaciones de cataratas, aunque no puedo confirmar este dato.

Otra vez, como con una varita mágica, el "genio de las matemáticas", como lo llamó su amigo Chávez antes de partir hacia Jamaica en agosto (mejor no le recordemos a Chávez la famosa Zafra de los 10 millones de toneladas de azúcar, que debía realizarse en 1970, y un montón más de sus inspiradas cuentas que han acabado con la economía de esta infeliz islita), decidió multiplicar esa cifra en muchas, muchas veces, hasta elevarla a la disparatada suma de 6 millones de intervenciones quirúrgicas de cataratas en 10 años (o sea, 600.000 anuales).

Al principio se dijo que los convenios con Venezuela en el campo de la salud formaban parte del pago que Cuba le hacía por los envíos de petróleo a precios preferenciales que el presidente Chávez había otorgado. Bien, se puede entender que un país pobre, que no tiene recursos, pague con lo que pueda. Pero una cosa es brindar una colaboración organizada y racional y otra es desabastecer al país de médicos, enfermeras (os), estomatólogos (las enfermeras de los policlínicos dentales están recibiendo cursos intensivos emergentes para… ¡realizar empastes…!), oftalmólogos, etc., y ofrecerlos a todos los confines del universo, como están haciendo Chávez y Castro.

Las operaciones de cataratas a venezolanos han provocado la suspensión de esas intervenciones y de otras relacionadas con la vista, para los cubanos, hasta nuevo aviso. Presencié, en un policlínico de La Habana Vieja, el momento en que un oculista le explicaba a una madre que la operación de la córnea de su hijo tenía que posponerse por tiempo indefinido, porque ahora sólo podía operar a venezolanos de cataratas. Cuando la señora y su joven hijo, de sólo 21 años, le preguntaron que para cuándo podría ser, el doctor, muy apenado, les dijo que no sabía, que lo llamaran a su casa, que posiblemente sería para el año próximo.

En el Aló Presidente del domingo 21 de agosto, los presidentes de Cuba y Venezuela anunciaron que se acababa de llegar a la cifra de 50.000 venezolanos operados de cataratas, e interrumpían, de rato en rato, la interminable comparecencia para decir: "ahora nos acaba de llegar el dato actualizado, ya vamos por 50.128", como si estuvieran en una desenfrenada carrera de velocidad, y alardearon de que, en un solo día, se habían operado 1.648 pacientes. Si usted divide 600.000 entre 365 días del año, obtendrá la "genial" cifra de 1.644: "Elementary, my dear Chávez", diría nuestro Einstein caribeño. Así hacen los cálculos: "Si en un día hacemos tantos, en 365 hacemos más cuantos", muy científico…

Vivos… de milagro

Los oftalmólogos cubanos están sometidos a un régimen de tensión insoportable y ya se han dado casos de médicos que, sencillamente, se han enfermado porque no han podido soportar ese ritmo de trabajo. Esperemos que esas intervenciones sean exitosas, aunque tampoco hay que ser muy científico para darse cuenta de que no es posible mantener la calidad necesaria con ese nivel de precipitación quirúrgica. Un amigo me comentó hace poco que la Operación Milagro era una bobería si se comparaba con otra que el Comandante había llevado a cabo durante estos 46 años. "¿De cuál hablas?, le pregunté con ingenuidad". "De la 'Operación estamos vivos de milagro'", me respondió, con una sonrisa algo tristona.

Claro, para llevar a cabo estos planes hace falta más médicos, no sólo médicos cubanos. Ya los presidentes en cuestión han meditado sobre eso y han tomado medidas. La cantidad de futuros estudiantes de medicina aumenta de forma totalmente desproporcionada y alarmante. En el periódico Juventud Rebelde, del día 23 de agosto pasado, se refiere que en el famoso Aló Presidente, Chávez recordó (ya Castro lo había dicho, muchas veces) que se graduarían 100.000 médicos latinoamericanos en 10 años.

Pero en su despedida, en el Aeropuerto Internacional José Martí, el propio Chávez reiteró que "el propósito de Cuba y Venezuela es formar, para los próximos 10 años, 200.000 médicos de América Latina, el Caribe y otras regiones", o sea, duplicó la cifra en menos de 24 horas (a no ser que sea un error de los periódicos Granma y Juventud Rebelde…). Da lo mismo 100.000 que 200.000 (¿podríamos llamarles "médicos emergentes"?), también hay que formarlos de corre-corre.

El asunto es que el mandatario venezolano pueda ofrecer "soluciones" populistas esperanzadoras, ofrecer la asistencia de los médicos cubanos, como si fueran de su propiedad, a toda América Latina, Estados Unidos y Canadá, y mantenerse en el poder indefinidamente, como le ha enseñado su amigo y mentor, el Comandante en Jefe.

¿Quiénes serán los profesores de estos futuros galenos? Si de algo podía vanagloriarse nuestro país, era del alto nivel de sus médicos, garantizado por la calidad histórica de sus profesores. No se puede olvidar que, en 1959, Cuba era un país que se destacaba por el prestigio incuestionable de sus facultativos.

Sin embargo, en estos momentos, los estudios superiores de medicina se han extendido a los municipios, o sea, los alumnos no tendrán delante de ellos a los experimentados, imponentes y muy respetados profesores titulares, sino a los médicos que "les toquen" en sus policlínicos municipales, sin olvidarnos de las clases por televisión que recibirán, incluidas las de laboratorio. Además, ahora, según se rumora, la carrera de Medicina se ha reducido en dos años, se ha eliminado la categoría de Médico Residente y se ha acortado el tiempo de estudios para las especialidades.

Lo que dice el noticiero

¿Cuántos profesores se necesitarán para formar todos esos doctores "de América Latina y el Caribe"? ¿Cuántos médicos cubanos impartirán clases en Venezuela y en "otras regiones"? ¿A cuánto ascenderá la cifra de estudiantes en la Escuela Latinoamericana de Medicina? ¿Las reducciones en los tiempos de estudio de la carrera y de las especialidades, no afectarán la excelencia de los futuros egresados?

Pero no hay que preocuparse demasiado si los improvisados doctores no se gradúan con el nivel de antes, lo importante es cumplir la cifra de 200.000 médicos en 10 años, tanto cubanos como latinoamericanos. La calidad de los jóvenes galenos cubanos, hace ya un tiempo, ha decaído notablemente, algo muy grave y triste y que, por desgracia, ya ha causado serios problemas y unas cuantas muertes.

Por eso, como comencé diciendo, es mejor ver la televisión. Allí los sueños del Comandante son una realidad, al menos, una "realidad virtual": los hospitales se ven muy bonitos, están limpios y todos sus equipos son nuevos y funcionan perfectamente; los médicos son amables y eficientes; las enfermeras, enfermeros y el resto del personal, todos, están siempre de muy buen humor; los laboratorios de los hospitales están inmaculados; nuestras estadísticas de mortalidad infantil son impresionantes, somos una "potencia médica", sin dudas.

Porque cuando apaguemos la televisión, no nos quedará otro remedio que suplicar al cielo que, por favor, no se nos enferme ningún familiar querido, para que los maravillosos sueños del Comandante no se nos conviertan en una espantosa e interminable pesadilla.

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