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Actualizado: 17/04/2024 23:20

Derechos, Sociedad, Estado

Sí, si es tu derecho decidir sobre los derechos ajenos

La realidad es que los derechos humanos no encuentran su fundamento en ningún orbe supra humano

La periodista cubana Mónica Baró publicó hace poco un artículo en la revista El Estornudo, cuyo título expresaba totalmente lo contrario al de esta réplica mía.

El supuesto de que los ciudadanos no tenemos derecho a definir qué es derecho, y qué no, en la sociedad en que vivimos, solo puede sustentarse sobre aquella otra idea, según la cual existen autoridades por encima de los humanos: Dios, abstracciones como el Supremo Bien, o la Justicia, o alguna institución, sea la Iglesia, o el Estado, las cuales autoridades son quienes donan, conceden, definen los derechos humanos.

La realidad es que los derechos humanos no encuentran su fundamento en ningún orbe supra humano. Los derechos surgen de los consensos al interior de la sociedad en cuestión, y claro, de la decisión o no de los individuos a luchar por los mismos. Porque en última instancia, desde el punto de vista nuestro como individuos, nuestro derecho solo se sostiene en nuestra disposición a defenderlo, hasta las últimas consecuencias.

En este sentido, en una Sociedad de Derechos solo son inalienables al individuo los derechos imprescindibles para alcanzar a mantener una libre consensuación de los demás derechos: derecho a pensar y expresar libremente lo pensado; derecho a reunirse para promover lo pensado.

Una sociedad es quien decide qué es derecho de sus individuos, y qué no; y una Sociedad de Derechos, al admitir inalienables los citados derechos de más arriba, le da la posibilidad a los individuos determinados a defender lo que consideran su derecho, a tener probabilidades de terminar por imponerlos como tal en el proceso de consensuación.

Porque eso que nombramos derechos humanos, no existen más allá de una Sociedad de Derechos que consensua libremente sus derechos. Admitir lo contrario, que proceden de algún orden supra humano, es dar por sentada la existencia de algún poder externo que le impone a la sociedad y sus individuos sus derechos. Y es que con tal situación sucede algo muy semejante a con aquella otra, relacionada a los intentos por imponer la absoluta igualdad: implica una autoridad todopoderosa, por encima de la sociedad de los iguales. Unos derechos inalienables otros que los imprescindibles para garantizar la libre consensuación, unos derechos en definitiva por encima de la sociedad, implican una opinión común, un Salvador, una Iglesia, un Estado, que los defina, e imponga.

Mas entonces se pierde el sentido de los derechos, humanos, que en realidad no son otra cosa que las barreras que los individuos se consensuan en sus sociedades de derechos, para mantener contenido más allá de su pequeño espacio íntimo, y privado, precisamente a todo eso: opinión de las muchedumbres, relacionada esta lo mismo a añejos tradicionalismos que a esnobismos de última hora, salvadores, iglesias, estados…

© cubaencuentro

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