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Actualizado: 18/04/2024 23:36

Igualdad, Concordia, Democracia

El sueño de una nueva Cuba

Sueño con una Cuba donde reine la concordia y la fraternidad entre todos sus hijos, donde ningún ser humano sea discriminado ni por su raza, religión, género, orientación sexual, nacionalidad, ideas políticas o estatus social

Hubo una vez en que existían más emigrantes estadounidenses en Cuba que cubanos en Estados Unidos, en los tiempos en que el peso cubano estuvo a la par del dólar y el ingreso per cápita era superior al de España, Japón y Austria. ¿Por qué no soñar entonces que en un futuro, quizás no lejano, el principal problema cubano sea que muchos latinoamericanos, en vez de querer cruzar el Río Bravo, deseen cruzar el Mar Caribe para alcanzar las costas cubanas como un sueño dorado?

Sueño con una Cuba donde reine la concordia y la fraternidad entre todos sus hijos, donde ningún ser humano sea discriminado ni por su raza, religión, género, orientación sexual, nacionalidad, ideas políticas o estatus social, donde se pueda pasear libremente por sus bosques reforestados, donde se respire aire puro y no haya contaminación en sus ríos y lagunas, donde no se permitan los abusos de los animales y donde el presidente alterne alegremente con los mismos periodistas que lo critican o con los comediantes y caricaturistas que los embroman, en cualquier cafetería como uno más.

Cuba podría levantarse en solo un año, y en cinco, convertirse en uno de los más prósperos del mundo.

Creo que existe consenso de que el Estado debe dejar de ejercer el control directo de la actividad empresarial, y si, según la constitución vigente, todas esas empresas y centros laborales pertenecen al pueblo y a los trabajadores, y ese Estado que hasta ahora los ha administrado ha demostrado reiteradamente su ineficiencia en ese mandato que teóricamente el pueblo le confió, pues el pueblo tiene el derecho de destituirlo de esas funciones y ordenarle la devolución de todos esos medios de producción. O sea, el pueblo debe intervenir al Estado, ese que expropió a más de un monopolio para convertirse él mismo en un monopolio único gigantesco. O sea, a ese mismo Estado que en los años 60 expropió a tantas empresas privadas, le llegaría el turno de ser, a su vez, expropiado por los trabajadores. Hay que intervenir al interventor.

Pero decir esto es muy fácil. ¿A manos de quién o quiénes irían a parar esas empresas? ¿Serán vendidas o subastadas a capitales extranjeros (Si acaso les interesara invertir en medios de producción deteriorados u obsoletos)? ¿Devolverlas a sus antiguos propietarios? Esto implicaría largos litigios con numerosos reclamantes, además de que muchas de esas propiedades ya no existen, como los muchos centrales azucareros desmantelados. El tema de las posibles compensaciones no es para abordarse en los primeros años, pues no podemos esperar encontrar un erario público atiborrado de lingotes de oro, sino más bien, atiborrado de deudas.

¿Iniciar un largo proceso de designaciones para sustituir a una burocracia por otra?

Les recuerdo que el Hotel Hilton (actual Habana Libre) no pertenecía a los Hilton sino a los trabajadores del sindicato gastronómico, pero que contrataron a los Hilton para que administrara el hotel, porque consideraban que eran los más capacitados para dirigirlo.

Hay sobrados ejemplos de diferentes épocas en varios países, de empresas a punto de ser cerradas, ya sea por irrentables o por conflictos laborales, que fueron sacadas a flote exitosamente por los propios trabajadores, como la United Air Line durante la huelga por mejoras salariales en tiempos de Clinton y a quienes se les otorgó acciones de la compañía, por lo que después, con la mayoría de las acciones en sus manos, se convirtieron en sus propietarios, por lo que no solo renunciaron ellos mismos al aumento salarial sino que incluso decidieron bajarse los sueldos; o como la empresa minera The Tower de Gran Bretaña, que iba a ser una de las compañías cerradas por irrentable durante la política neolibreral de Margaret Thacher y que pudo sobrevivir gracias al esfuerzo de los propios trabajadores que lograron pagar su adquisición y la convirtieron en una empresa exitosa. La empresa Anson de Construcción en Illinois pertenece a los trabajadores, los cuales trabajan hasta los días festivos con tal de obtener más beneficios. Nadie que no sea trabajador de la compañía puede tener acciones de ella.

Otros muchos ejemplos podrían ser citados, pero basta con éstos para comprobar que cuando los trabajadores están estimulados por su participación en parte de las ganancias que ellos mismos producen, elegirán a los más capacitados para dirigir las empresas y se multiplicarán las riquezas del país.

¿Hacen falta muchos recursos para esto? A mi modo de ver, no. Porque este estímulo se logra concediendo a los trabajadores asalariados de las empresas estatales de producción, primas extraídas del fruto de su propio trabajo, concediendo libertad a los pequeños productores agrícolas para vender su cosecha en un mercado libre a precio de mercado, bajando los impuestos tanto a los pequeños productores agrícolas como a los cuentapropistas, o sea a los trabajadores autónomos, reduciendo el costo de las licencias, facilitando el financiamiento de los pequeños productores, ya sea procedente de familias del exterior o de los programas de microcréditos de bancos extranjeros disponibles, permitiendo las inversiones de los cubanos de la diáspora y repartiendo tierras en usufructo a los interesados en hacerlas producir con la opción de convertirse posteriormente en propietarios (los repartos llevados a cabo pocos años atrás fracasaron por la falta de insumos e instrumentos de trabajo, por lo que hay que priorizar estas necesidades con los pocos recursos con los que se cuente), todo lo cual generaría un gran flujo de recursos al erario público porque se multiplicaría el número de trabajadores por cuenta propia e incentivaría a muchos informales a incorporarse a la formalidad. ¿Se obtienen más contribuciones cobrando altos impuestos a cien mil cuentapropistas o cobrando bajos impuestos a un millón?

Y cuando se obtengan los primeros frutos, será posible un banco popular con sucursales en todos los municipios para otorgar microcréditos a personas de los sectores más desfavorecidos con iniciativas de centros de producción o de servicios como fondas, peluquerías, talleres de costura o de reparaciones, etc., como exitosamente hiciera el Premio Nobel Mohamas Yunus en Banglah Desh con su Banco Grameen.

Si se conceden estímulos fiscales a los inversionistas en edificios de viviendas y en transporte público y se ofrecen créditos a quienes deseen crear cooperativas de transporte y de construcción, en muy pocos años se erradicaría la crisis habitacional y la del transporte.

Con todas estas medidas, el aumento de la productividad, por sí mismo, ayudaría a estabilizar los precios y a darle mayor valor a la moneda nacional. Entonces podrán hacerse inversiones en mejorar las condiciones de los hospitales que atienden a la población al nivel de los que se han utilizado para el turismo de la salud, así como elevar el pago de las jubilaciones de los retirados y aumentar el salario de maestros y profesores.

Cuba también deberá comenzar un proceso de ir sustituyendo el uso del petróleo por energías renovables, comenzando por el uso del etanol para el transporte automotriz, que puede obtenerse de la caña de azúcar y que ya usan 65 países del mundo, con las ventajas de ser más barato y reducir entre un 40 y un 90 por ciento las energías de gas invernadero, según datos de Los Acuerdos de París COP 21.

Yo creo en la gran capacidad del pueblo cubano para impulsar grandes emprendimientos y llevar al país a altos niveles de prosperidad. La clave se resume en dos palabras: libertad e incentivo. Todo comienza con creer que todo esto puede ser realidad. Lo imposible deja de ser imposible cuando se cree posible.

© cubaencuentro

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