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Actualizado: 18/04/2024 23:36

Caruso, Cuba, Ópera

«Bracale y Caruso»

La saga habanera de un empresario italiano contada por Enrique Río Prado

Un aporte más a la historia de las artes escénicas en Cuba (esta vez la ópera) publicado por la investigadora, escritora y editora Rosa Ileana Boudet, autora de varios tomos sobre el teatro en nuestro país.

Bracale y Caruso es el resultado del arduo y minucioso trabajo investigativo de Enrique Río Prado. Más allá del título, que el autor resume en los nombres del conocido tenor y del empresario que lo presentó en Cuba, el libro narra, con lujo de detalles, las funciones operísticas más destacadas de los siglos XIX y, sobre todo, de los primeros años del siglo XX, como se especifica en la página titulada Presentación:

«Esta investigación enfatiza el periodo comprendido entre 1915 y 1930, en que tiene lugar el relevante protagonismo del empresario italiano Adolfo Bracale (Nápoles, 1873-Bogotá, 1935).»

La llamada Danza de los millones o las Vacas gordas, de los años veinte del siglo pasado, en que el azúcar alcanzó altísimos precios, contribuyó a la posibilidad de contratar a los más famosos cantantes del momento, que exigían cantidades que superaban con creces lo que ganaban en Europa o Estados Unidos. Los honorarios de Caruso por sus actuaciones en La Habana triplicaban lo que le pagaba el Metropolitan Opera House de Nueva York.

Imposible sería resumir en una reseña, mucho menos en un comentario como este, el enciclopédico contenido de esta obra.

Copiaré algunos párrafos y anécdotas para dar una idea de la afición y refinado gusto de nuestros coterráneos, que colmaban los teatros donde se presentaban los artistas más importantes del arte lírico mundial. Para citar solo un ejemplo: en la segunda mitad del XIX se presentó en la ciudad de Remedios (que no es capital de provincia) una compañía de ópera.

«A partir de 1883, el consumo del espectáculo lírico se hace imprescindible para los habaneros, cual si fuera una droga.»

«Lograr el éxito en nuestra capital —llamada durante algún tiempo Capital Filarmónica del Nuevo Mundo— constituía una carta de triunfo que abría las puertas de muchos otros escenarios.»

«Aquella había sido sin dudas la época de oro de la interpretación operística en Cuba. La Habana, considerada hasta entonces capital de la ópera del hemisferio occidental, contaba con el mejor coliseo en esta parte del mundo.»

«La Habana seguiría siendo para los negocios operísticos una plaza de considerable importancia, ya que el público habanero tenía reputación de ser uno de los más entendidos en este lado del mundo. Lograr un éxito en el Tacón constituía pues una carta de presentación, incluso para los teatros de Europa.»

«El público protagoniza desde las lunetas, en la calle y en su hogar enconadas polémicas, se excede en halagar y regalar a sus ídolos… se les dedican poemas, canciones, contradanzas. Flores y palomas son lanzadas al escenario, junto con joyas y monedas de oro. Después de las funciones en el teatro, de regreso a su alojamiento, se ven escoltados por varios carruajes que avanzan al son de músicas y algazaras. A la Gazzaniga se le dedica incluso un dulce que llevaba su nombre, conocido hoy como gaceñiga

Río Prado dedica varias páginas a los tenores Hipólito Lázaro (Barcelona, 1887-1974) y Enrico Caruso (Nápoles, 1873-1921), su rivalidad y las numerosas reseñas de sus actuaciones. Del primero, destaca la vanidad y desmedido egocentrismo del tenor, que llegó hasta retar, en medio de una representación, a un espectador que le había gritado un improperio.

Según los comentarios de la época, el catalán gozaba de mayor reconocimiento de los críticos y de la preferencia del público que Caruso. Hay que tener en cuenta que Lázaro tenía treinta y tres años, era muy bien parecido, con pleno dominio de su voz (de lo cual se vanagloriaba), y estaba ostentosamente seguro de sí mismo; mientras que Caruso, obeso, ya cerca de los cincuenta (moriría un año y tres meses después) y, según él mismo le confiaba a su esposa en sus cartas, dudaba de la efectividad de su desempeño.

Sobre las diversas versiones de lo ocurrido después que una bomba estallara en el teatro el 13 de junio de 2020, durante el segundo acto de Aida, Río Prado reproduce la más creíble de las que se han inventado:

«Todas las crónicas publicadas al día siguiente de los hechos coinciden en referir que Caruso-Radamés salió del teatro por la calle Consulado y tomó de inmediato el vehículo de una admiradora.»

Cuatro menciones luctuosas:

«Son numerosos los sucesos funestos ocurridos en los escenarios de todo el mundo durante las presentaciones de esa obra [La Forza del destino] a lo largo de siglo y medio. A esta circunstancia se asociaban, entre otros muchos incidentes, el derrumbe de una parte del teatro Payret, a pocos años de su edificación (1883), con la muerte del ingeniero que dirigió las obras y el triste fin de su dueño, don Joaquín Payret (1829-1884), fallecido en un hospital de dementes.»

«A inicios de la temporada de 1892 Pogliani [Enrico Pogliani, bajo-barítono] enferma y muere en La Habana. La Gini [Adela Gini, soprano], por su parte, canta en las capitales azteca y cubana la ópera Andrea Chénier, poco antes de contraer la fiebre amarilla, que pondrá igualmente fin a sus días en nuestra tierra en 1900.»

«Otra figura contratada por Sini para la temporada 1900-1901, la soprano Emma Zilli (1864-1901), no llega a cantar en el Tacón, pues fallece a los pocos días de su arribo a La Habana. Había estrenado en La Scala el papel de Alice Ford, del Falstaff verdiano.»

El libro contiene más de cien fotos de cantantes, programas, caricaturas, etc., una extensa bibliografía, y lo que el autor denomina Anexos:

I.- Temporadas de Adolfo Bracale en La Habana.

II.- Repertorio de la Bracale Opera Company en La Habana, con fecha del estreno mundial de las óperas y de su presentación en La Habana (*).

III- Reparto de las óperas estrenadas en Cuba por la Bracale Opera Company.

IV.- Artistas presentados en Cuba por la Bracale Opera Company.

V.- Funciones de Caruso en el Gran Teatro Nacional de La Habana.

(*) En la sección II, Repertorio de la Bracale Opera Company en La Habana, donde aparecen óperas de los más renombrados compositores de fama mundial, encontramos tres títulos de autores españoles:

Marina, de Emilio Arrieta, Gran Teatro Tacón, 1872

La Dolores, de Tomás Bretón, Teatro Payret, 1899

Goyescas, de Enrique Granados, Teatro Nacional, 1917

Y cuatro de autores cubanos:

Seila, de Laureano Fuentes, Teatro Nacional, 1917

La esclava, de José Mauri, Teatro Nacional, 1921

Doreya, de Eduardo Sánchez de Fuentes, Teatro Nacional, 1918

El caminante, de Eduardo Sánchez de Fuentes, Teatro Nacional, 1921

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Enrique Río Prado, filólogo, investigador e historiador del arte lírico cubano, es autor de varios títulos publicados en Cuba, Estados Unidos e Italia, entre los que se destacan Pasión cubana por Giuseppe Verdi (2001) y La Venus de bronce. Una historia de la zarzuela cubana (2010).

© cubaencuentro

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