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Actualizado: 02/05/2024 23:14

Miyazaki, Cine, Cine japonés, Arte 7

La inmortalidad y la pérdida

Esta es una película de gran complejidad, hecha con meticulosidad y con aparente simpleza

No sé cuándo fue la última vez que escribí una reseña sobre un filme animado. Es un género que me fascina, pero que trato de separarlo de los filmes con actores reales (aunque con las imágenes generadas por computadora, hoy día no se sabe qué cosa es la realidad). Pero se trata de Hayao Miyazaki, el maestro de las mangas y el animé japonés.

Cofundador de estudio Ghibli, en 1985, Miyazaki ha creado obras maestras de la animación, en las cuales se incluyen My Neighbor Totoro (1988), Princess Mononoke (1997), Spirited Away (2001) y Howl’s Moving Castle (2004). Tras realizar The Wind Rises en 2013, Miyazaki, que actualmente tiene 82 años, anunció su retiro, pero por suerte se contradijo y en 2023 completó The Boy and the Heron, su duodécimo largometraje

En este filme, que comienza en Tokio, en 1943, Mahito, el niño del título, pierde a su madre en un incendio en un hospital de la ciudad. Su padre, Shoichi, quien es dueño de una fábrica de armas, decide mudarse al campo y casarse con Natsuko, la hermana de su mujer. Natsuko le proporciona mucho afecto a Mahito, pero este no le corresponde, siempre soñando y pensando en su madre. Cada vez más triste por el rechazo, Natsuko se pierde en el bosque, camino a una antigua torre de la cual se cuentan muchas leyendas.

Desde su llegada a casa de Natsuko, una garza gris revolotea alrededor de Mahito y trata de comunicarse con él, pero este la rechaza, hasta que finalmente se asocian para ir a buscar a Natsuko. La graza gris, en la cultura japonesa, es considerada como un mensajero de Dios, que representa pureza y transición porque es capaz de atravesar todos los elementos. La garza de este filme es un personaje ambiguo y humorístico.

Junto con una de las criadas de la casa, Mahito y la garza van atravesando varias dimensiones en busca de Natsuko. En un momento determinado, se encuentran con un ancestro de Mahito, una suerte de semidiós, que le ofrece la posibilidad de restaurar el orden al mundo a cambio de no regresar a su vida anterior. No contaré más, porque esta coyuntura de decidir entre la inmortalidad, llevar el peso de la humanidad en los hombros y regresar a la vida ordinaria, tal como en su tiempo se le presentó a Ulises, es el meollo del filme, el viaje que sin proponérselo debe realizar Mahito para encontrar paz.

El filme es de una belleza visual cautivadora. Como en todas las obras de Miyazaki, las figuras frontales en movimiento son dibujos simples, pero el fondo está lleno de detalles y cada imagen parece una cuidadosa pintura, en donde nada queda al descuido.

Su movimiento entre varias realidades lo mismo confunde que sobrecoge. La trama está perfectamente hilvanada. Todas las partes se reúnen para crear un todo completamente diferente que a la vez no renuncia a ninguna de sus partes. Miyazaki se mueve con soltura entre el horror, el dolor y el humor. Como siempre, su cine puede tener diferentes niveles de lectura y lo mismo lo pueden disfrutar los niños, por la riqueza de su visualidad y la fluidez de la trama. Que un adulto que inteligentemente distinga entre los diferentes subtextos y referentes de la trama.

Si en realidad decide que este es su último filme (ojalá que no), Miyazaki termina su carrera con un filme hermoso y conmovedor, lleno de matices y tocando temas de trascendencia. Una obra en la cual sonido e imagen se conjugan en perfecta armonía. Un filme de gran complejidad, hecho con meticulosidad y con aparente simpleza. Un filme en el cual nadie es lo que parece ser en la superficie, lleno de ambivalencias y de preguntas sin respuesta.

The Boy and the Heron (Japón, 2023). Guion y dirección: Hayao Miyazaki. Dirección de fotografía: Atsushi Okul. De estreno limitado en todas las ciudades de Estados Unidos.

© cubaencuentro

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