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Actualizado: 25/04/2024 19:17

Cine, Cine iraní, Arte 7

La interminable carretera hacia el exilio

Esta película narra un viaje y una situación que le deben ser muy familiar a los cubanos y también a mejicanos y centroamericanos

El cine iraní ha creado un género muy particular de road movie. Nacido en Estados Unidos, el género se ha movido entre la comedia, el western y el psicodrama. Generalmente trata sobre un grupo de personajes, ya sean amigos, familiares o desconocidos, que salen en busca de algún tipo de iluminación agustiniana, pero que al final aprenden algo sobre sí mismos que desconocían y terminan con sus ilusiones originales truncadas.

Cultivado en Irán por maestros como Abbas Kiarostami (A Taste of Cherry, 1997) y Jafar Panahi (Taxi, 2013 y 3 Faces, 2018), por solo citar dos casos distinguidos, el género se convierte en un trayecto en el cual las razones del viaje están bien definidas para cada uno de los personajes, pero a lo largo del mismo se van revelando las intimidades y las personalidades de los mismos. Resulta un viaje de introspección en alta voz, de absolución personal.

Con Hit the Road, Panah Panahi, hijo de Jafar, en su primer largometraje, le ha añadido otra capa a este peculiar estilo cinematográfico. Este va a ser un recorrido que culmina la desintegración de una familia por motivos ajenos a su voluntad. Son personajes que enfrentan una situación para la cual nadie está preparado.

Cuatro personas y un perro van en un carro prestado, por una carretera en las afueras de Teherán. Son un matrimonio y sus dos hijos. El padre tiene una pierna enyesada, el hijo mayor va manejando, la madre, a su lado, se nota aletargada, mientras que el hijo menor, de unos seis años, no para de moverse. Pasa de travieso, a irónico, a tierno y a insoportable. No sabe para qué están dando el viaje y le explican que el hijo mayor va a escaparse con su novia porque no quiere una boda formal y lo van a dejar en un sitio acordado. El perro está enfermo.

Panahi da poca contextualización y las verdaderas motivaciones del viaje se van mostrando poco a poco. Lo cierto es que el hijo mayor se va a exilar. No sabemos en que lío se enredó, pero tiene que ver con el gobierno (algo que hay que interpretar a través de ciertas claves). El padre empeñó la casa para poder pagarle a la versión iraní de los coyotes mejicanos y a un contacto que tiene en Turquía para que reciba al hijo. Van camino a la zona fronteriza con Turquía y Azerbaiján y lo sabemos porque por el camino recogen a un ciclista que les dice que el farsi le es difícil, pues su lengua nativa es el azerí. Este es un viaje y una situación que le debe ser muy familiar a los cubanos y también a mejicanos y centroamericanos.

Temores, incertidumbres, rencores, van dominando el ánimo de los pasajeros. Por el camino aparecen algunos personajes pintorescos, pillos de carretera, buscones persas. Panahi, quien también escribió el guion, se las arregla muy bien para controlar el dramatismo excesivo que puede crear la propia trama y acude al humor sardónico para diluir cualquier desborde de exageración emocional.

Aunque la construcción argumental es lineal, la narrativa no se ajusta a una línea convencional, pero esto lo logra con gran sutileza, apoyándose en secuencias de una visualidad muy potente, que hablan por sí solas. Logra reflejar perfectamente el dolor de la separación, la hostilidad que se percibe al entregarse a unos desconocidos para poder dar un salto a un vacío ominoso, pero que es la única alternativa a una situación peor. Es un salto de fe, dejarlo todo con un optimismo no justificado, solo por la promesa, o el espejismo, de una vida mejor. Panahi consigue, con un discurso atenuado, expresar el dolor de ese momento que precede al cambio radical de una vida que significa el exilio.

Los veteranos Hasan Manuji como el padre, y Pantea Panahiha como la madre, parecen habitar en sus personajes y se desenvuelven con naturalidad, moviéndose entre diferentes matices emocionales. Amin Simiar, como el joven que se va a exiliar, en un papel más limitado, realiza las transiciones dramáticas con un histrionismo mínimo, que le da mucha humanidad al personaje. Rayan Sarlak, que nació en 2014 y que en el momento de la filmación tendría entre seis y siete años, actúa con gran desinhibición y se mueve cómodamente entre los diferentes ánimos del personaje.

La fotografía del veterano Amin Jafari, quien trabajó y realizó una impresionante labor artística en 3 Faces, con Jafar Panahi, aquí vuelve a convertir su cámara en el ojo de este road movie aprovechando al máximo los contrastes del paisaje iraní, entre la amplitud y la opresión.

Una vez más los directores iraníes demuestran que con imaginación y talento se puede hacer un cine excelente con bajo presupuesto y a pesar de la censura. Pahar Panahi debuta por todo lo alto con este filme, que le ha valido premios en los festivales internacionales de Londres, Luxemburgo, Filadelfia, Mar del Plata y San Francisco.

Hit the Road (Irán, 2021). Guion y dirección: Panah Panahi. Director de fotografía: Amin Jafari. Con: Pantea Panahiha, Hasan Manuji, Rayan Sarlak y Amin Simiar. De estreno limitado en todas las ciudades importantes de Estados Unidos.

© cubaencuentro

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