El canal 4, de Gaspar Pumarejo, fue el primero que salió al aire en Cuba. Trasmitía desde un patio en las calles Mazón y San Miguel. Salían al aire todos los sonidos de la calle, hasta el pitorreo de las guaguas. No fue hasta el año siguiente que se hicieron estudios en interiores.

Ya en 1952, en una selección de los mejores programas de televisión, Reinaldo Miravalles ganó el Premio al Mejor Actor Genérico. Le iba de maravillas hasta que en 1956, el Canal 4 cerró. Por suerte, le ofrecieron un contrato en Radio Caracas TV, Venezuela. No es hasta 1959 que regresa a Cuba y es contratado por CMQ.

El público se acordaba de El Hombre Flaco, pero Goar Mestre no. Y como Miravalles exigía más dinero, lo largaron a los tres meses. Por suerte para el cine cubano, Tomás Gutiérrez Alea (Titón) le hizo una audición para su ópera prima, Historias de la Revolución. Hizo de un repartidor de leche que esconde a un combatiente contra Batista en su camión y le salva la vida.

"Cuando exhibieron los primeros roches de Historias de la Revolución, en el cine La Rampa —recuerda Miravalles—, alguien me tocó por la espalda, era Otelo Martelli, el director de fotografía del filme, quien me dijo: 'lo felicito, muy buena su representación'. Y se me salió un ¡Ahhhhhh! de satisfacción, porque un elogio del fotógrafo de La Strada, de Fellini, era mucho más que un premio".

"Yo nunca me había visto actuar —agrega Miravalles—. Había hecho mucha televisión, pero entonces no existía el vídeo, sólo se hacían unas peliculitas llamadas kinescopios para los dueños de las emisoras. Historias de la revolución me hizo pasar mi examen de actuación. Me aprobé a mí mismo".

"Después hice El joven rebelde, con Julio García Espinosa —cuenta el actor—, y Titón me volvió a escoger para Las doce sillas, Una pelea cubana contra los demonios, Los sobrevivientes. Y de ahí en adelante, he hecho treinta y tantas películas".

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