Dilma Rousseff, Brasil, Derechos Humanos

Brasil y Cuba: una de cal y otra de arena

Declaraciones como las del canciller brasileño, Antonio Patriota, siguen siendo preocupantes, porque indican el escaso interés de los gobiernos latinoamericanos frente a la transición cubana

Hoy martes, 31 de enero, Dilma Rousseff inicia su visita oficial en La Habana. Preparando el terreno y para justificar la ausencia de reuniones con la oposición, Antonio Patriota, ministro brasileño de Exteriores, señaló que el estado de los derechos humanos en Cuba no es “de emergencia”. Lo importante es que “Cuba pueda participar de mecanismos regionales de concertación y haya un reconocimiento de la especificidad cubana en la región”. Es tal el reconocimiento de lo que Patriota llama “la especificidad cubana”, que dice tranquilamente que Cuba asumió la cláusula democrática de la CELAC. Pero, una cosa es que la asuma y otra que la practique.

Algo debe pasar con las últimas giras presidenciales brasileñas que siempre muere un disidente. La semana pasada fue Wilman Villar, tras 50 días de huelga de hambre, y en febrero de 2010, poco antes de la visita de Lula, Orlando Zapata. Esto no le impidió a Lula tener su encuentro con Fidel Castro, que ya no regía, al menos nominalmente, los destinos de la Isla.

Una semana después de la muerte de Villar, y también preparando la mencionada visita, el Gobierno de Rousseff le concedió un visado a la bloguera Yoani Sánchez, para asistir al estreno de un documental sobre la represión en Cuba y Honduras. La concesión de este visado es un gran avance en la tradicional política brasileña, latinoamericana en general, con la dictadura castrista. Por eso habrá que estar muy atentos a la respuesta del Gobierno de Raúl Castro y si, finalmente, la autoriza o no a salir de Cuba.

Manifestaciones como las de Patriota siguen siendo preocupantes, porque indican el escaso interés de los gobiernos latinoamericanos frente a la transición cubana. La teoría oficial es que el tema debe tratarse únicamente en los arcanos de los despachos castristas más exclusivos, ya que de otra manera, se generaría el rechazo de Castro y los suyos.

Siendo esto probablemente cierto habría que considerar dos cuestiones. Por un lado, la necesidad del pueblo cubano de saber que tiene el respaldo solidario de otros pueblos y gobiernos, algo que los latinoamericanos agradecieron cuando se enfrentaron a las dictaduras militares en las décadas centrales del siglo pasado. Por el otro, un comentario de Moisés Naím en su columna “Davos, ‘hybris’ y BRICS” acerca de un estado de arrogancia cada vez más ostensible en algunos países emergentes. Por el bien de ese gran país que es Brasil y el de su maravillosa gente sería deseable, como ocurrió con Irán, que su gobierno se decantara más por la pequeñez de los derechos humanos en lugar de la arrogancia y las grandes cuestiones geoestratégicas.


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