Actualizado: 30/05/2024 23:00
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Alabau, Poesía

El ensayista como editor

Una nueva edición rescata el poemario inicial de Magali Alabau. La preparó Yoandy Cabrera, quien además ha publicado un libro en el que se entrecruzan sus dos obsesiones, Cuba y Grecia

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En 1991 apareció bajo el sello de la Editorial Betania la antología Poetas cubanas en Nueva York/ Cuban Women Poets in New York. De las escritoras incluidas, Magali Alabau se destacaba por poseer una voz muy personal. Unos años antes, su ingreso en el panorama literario fue tan impetuoso como promisorio. Con apenas un mes de diferencia, en 1986 dio a conocer Electra, Clitemnestra y La Extremaunción diaria, dos obras que, en circunstancias normales, habrían dejado huella.

Eran aún libros con las imperfecciones que delatan la presencia de una creadora novel, pero dejaban la impresión de que iniciaba su andadura una poeta poseedora de un mundo poderosos y propio. Nada tenían que ver, por otra parte, con lo que suele relacionarse con la poesía firmada por mujeres. Quienes acudieron entonces a aquellos dos libros esperando hallar una escritura propensa al intimismo, a la elocuencia lírica, a la delicadeza, se encontraron con que la crudeza de los temas, la transgresión del lenguaje y la singular visión de la realidad constituían sus notas dominantes.

En Electra, Clitemnestra, Alabau propone una reinterpretación, una inversión del mito clásico. En esta relectura, lo que mueve a Electra no es el objetivo de limpiar el honor del padre traicionado, sino de vengarse de la madre por negarle su amor. No debe esperarse, pues, fidelidad al personaje que aparece en las obras teatrales de Esquilo, Sófocles y Eurípides, pues la Electra que emerge del poemario de Alabau es otra muy distinta: “Electra tiene dos manos fuertes/ ejercitadas en su propio cuerpo./ Manos fuertes que en un cuello resultarían dibujos./ Una madre es un cuello/ fácil de eliminar con esa fuerza./ Clitemnestra tiene miedo a las pupilas de Electra./ Pero Electra se va desvaneciendo y el acto final/ es como un juego./ La sangre es agua./ Las muecas son sonrisas./ El temor no es temor, es ironía./ Asesinar, aniquilar una respiración como la mía./ Descifrar los porqués, los cuántos./ calla, pensamiento, atijera el cuerpo./ Clitemnestra tiene miedo”.

Alabau continúa y se inscribe en una vertiente de la dramaturgia universal que reelabora los mitos griegos desde una óptica actual. Para ceñirme a la figura de Electra, es lo que hicieron autores como Séneca, Voltaire, Vittorio Alfieri, Eugene O’Neill, Jean Giraudoux, Jean-Paul Sartre y nuestro Virgilio Piñera. La procedencia teatral de Alabau (estudió artes escénicas y durante varios años fue actriz y directora) se pone de manifiesto en Electra, Clitemnestra no solo al escoger dos personajes de génesis dramatúrgica que, según ella misma confiesa, le hubiera gustado interpretar e incluso dirigir, sino en los ecos de origen teatral que se perciben en su poemario.

En ese aspecto, Reinaldo García Ramos va más allá y sostiene que el texto de Alabau posee la estructura de una obra clásica. Su distribución, sostiene, sería: Primer Acto (exposición): poemas I al VIII; Primer Intermedio (tono reposado, contemplativo): IX y X; Segundo Acto (nudo): XI al XV; Segundo Intermedio (meditación): XVI; Acto del Desenlace: XVII al XIX. Un dato a apuntar es que Alabau fundó un grupo teatral integrado por mujeres, Medusa’s Revenge Theater, y cuyas producciones se dirigían al auditorio femenino.

Como casi todos los poemarios de Alabau, Electra, Clitemnestra ha sido interpretado como una obra feminista. Lo es en tanto presenta lo femenino como subversión, como una fuerza revulsiva (el conflicto es de raíz lésbica). No han faltado quienes cuestionan su final, en el cual una mujer asesina a otra, le arranca el útero con las manos, lo lava y se lo come, “devorando el primer recuerdo de su vida”. En todo caso, Electra, Clitemnestra es un libro feminista que no cae en los defectos de una obra de militancia.

El texto ha sido revisado por su autora

Pero el propósito que anima estas líneas no es referirme de manera pormenorizada al libro de Alabau. Lo es el dar noticia de la salida el año pasado de una reedición del mismo. Ha aparecido bajo el sello del Department of Languages, Philosophy, Religion, and Cultures, de Rockford University. La preparó Yoandy Cabrera, quien forma parte de su equipo de profesores de esa institución docente e imparte clases de Estudios Clásicos e Hispánicos.

Para esta edición, el texto ha sido revisado por su autora. Va acompañado además de un bloque que lleva como título general Sobre la poética de Magali Alabau. En esas páginas, Cabrera ha reunido tres ensayos: “Electra, Clitemnestra: el mito y el doble en la poesía de Magali Alabau”, “Magali Alabau: Eros, Furia, Fatum” y “Gramaticalidad queer. Estudio homomorfológico a partir de la lírica de Delfín Prats y Magali Alabau”. Completa ese conjunto una entrevista a la escritora, y como anota Cabrera en el texto introductorio, el libro sirve “como evidencia de un diálogo personal e intelectual entre autora y editor que dura ya aproximadamente una década”.

En esos asedios reflexivos y críticos, Cabrera se vale, en primer lugar, de su sólida formación como especialista en la cultura clásica. Eso le permite poner de relieve todo lo que Alabau ha incorporado y reelaborado de las fuentes en las cuales se nutrió para escribir Electra, Clitemnestra. No obstante, es conveniente apuntar que, aunque es a ese libro al que dedica más espacio y atención, Cabrera extiende su análisis a otros posteriores como Hermana, Hemos llegado a Ilión y Liebe.

Cabrera puede así asegurar que la Electra de Alabau por muchas razones parece la versión femenina de Aquiles, y como este “fusiona odio y amor, violencia y placer”. También revela que de los tres trágicos griegos que dejaron versiones de ese personaje, es de la obra de Esquilo de la cual la escritora partió más, pues es la que presenta a una mujer poderosa que gobierna con mano dura y que tiene “corazón varonil”.

Y, para ilustrar con un ejemplo más la aguda y erudita mirada con que Cabrera ha leído Electra, Clitemnestra, hace notar que, al igual que los poemas de Homero se distinguen por la focalización en distintas partes del cuerpo, Alabau emplea ese recurso. Pero sostiene que si el autor de La Odisea lo hace para resaltar una cualidad del personaje, Alabau se vale del mismo recurso para describir y centrarse “en las zonas corporales que encarnan la violencia y el deseo de forma simultánea, la convivencia en un mismo contexto de Ares y Eros”.

En todos los textos que integran el corpus ensayístico del libro, Cabrera se mueve en terreno para él seguro. Quiero decir, los mitos, personajes y temas de una cultura que conoce bien. Una propuesta que, en cambio, resulta más arriesgada, por lo inusual en los estudios académicos, es la que hace en Mito y política en Cuba (Editorial Verbum, Madrid, 2023, 149 páginas). En los trabajos ahí recogidos pone a dialogar frontalmente los referentes clásicos con la realidad política cubana.

Ese libro, lo expresa en las palabras con que lo presenta, “es el resultado de mi formación como cubano y como filólogo clásico. Reúne los textos que he sentido la necesidad de escribir ante las manipulaciones de los mitos grecolatinos, los desprecios de los artistas que cuestionan y se enfrentan al gobierno totalitario cubano y el abuso de los símbolos y personajes que sistemáticamente lleva a cabo el sistema insular”.

De la monopolización del mito surgen los totalitarismos

Presumo que habrá lectores que se muestren escépticos en cuanto a que la realidad política y social de nuestro país pueda ser analizada desde ese presupuesto. Lo primero a argumentar en este sentido es que el mundo occidental se edificó esencialmente según los modelos que nos legaron las civilizaciones griega y romana. Por tanto, volver y revisar esos valores nos ayuda a comprender el mundo contemporáneo. Piénsese, por ejemplo, en cuánto tienen de democráticos muchos de los sistemas que hoy así se autodefinen, cuando son lo opuesto a la capacidad de convivencia, el respeto a las libertades del ser humano y la polifonía de ideas de las antiguas Grecia y Roma.

Por su parte, Cabrera argumenta que “entender y estudiar el mito griego permite detectar y sospechar de las ideologías que persiguen controlar y monopolizar su uso. De la monopolización del mito surgen los totalitarismos. Las dictaduras se basan en la sacralización y manipulación de lo mitológico. Este libro se proyecta contra todo empeño de dominación exclusiva del mito”. Y en un plano más personal, comenta que sin el mito griego y su sistema inclusivo, su vida y su pensamiento serían otros.

Los trabajos recopilados en ese volumen aparecieron entre 2013 y 2023. Unos tienen un carácter más académico, pues fueron escritos para publicaciones especializadas como Rialta y Árbol Invertido. A ese grupo pertenecen “Mito y política en Cuba: teoría, concepto y variaciones”, el más extenso de todos, “Podemos entre el efecto y el habitus”, “Hondas trumpistas, mito griego y el principio democrático”, “San Isidro, el 27N y el 27ENE ante el canibalismo retórico oficial” y “Ubi sunt: detenciones arbitrarias y fusilamientos mediáticos”. El resto de los textos, que son los más, fueron pensados para periódicos digitales como Cubanet, Diario de Cuba y Cibercuba, y están redactados en un estilo más directo y adecuado a su público lector.

Como se impone que ilustre cómo aplica Cabrera su perspectiva culturalista, lo haré con un ejemplo. En uno de los trabajos de carácter más periodístico, hace una lectura en clave de tragedia griega de las protestas que tuvieron lugar en la Isla en 2020. Como en Edipo rey, de Sófocles, esa muestra de la tragedia cubana empezó in media res, tras sesenta años “de victorias más cantadas que vividas”. Ante el corte de internet y las detenciones, el grupo de jóvenes artistas que protagonizaron aquellas manifestaciones se dirigieron a la sede del Ministerio de Cultura.

Tras varias horas de espera ante las rejas, el viceministro Fernando Rojas se reunió con treinta de ellos. Lo que trascendió a los medios de lo que allí se habló fue la versión del comisario. Cabrera lo define como “el Edipo cubano que dice escuchar, pero en realidad impone su narrativa en los medios secuestrados por el gobierno y, por otra parte, margina y silencia a las voces críticas que antes había recibido en su sede”.

En ese paralelo, Cabrera recuerda que Edipo era el hombre tenido por salvador de Tebas y supuestamente el más sabio, pero es el último en comprender y aceptar la verdad de los hechos. Es él la causa de la epidemia que asola la ciudad, del mismo modo que el régimen dictatorial es la verdadera plaga que asola al pueblo cubano. Cabrera concluye su texto expresando que “la revolución cubana simula desconocer y niega constantemente su momento de anagnórisis porque sabe que con él viene irremediablemente la peripecia, el cambio de fortuna. Su hybris está precisamente en la negación del reconocimiento de sí misma como un acto fallido, como una puesta que no ha sido capaz de avanzar hacia otras acciones posibles. Negarse a la anagnórisis es intentar ganar tiempo antes de que llegue la caída”.

La tesis que constituye el núcleo central de esos trabajos es la defensa del mito griego como presente cambiante y ligado de modo consustancial a la verdadera práctica democrática. Un concepto que se opone a la cerrazón ideológica, el negarse a cualquier cambio y la violencia institucional que imperan en Cuba desde hace más de seis décadas de dictadura. En ese contexto, el mito viene a ser, por su esencia liberadora contra todo intento de sometimiento y sujeción, la posibilidad infinita contra la banalidad y el simplismo retórico del totalitarismo.