Viernes, 07 junio 2002 Año III. Edición 383 IMAGENES PORTADA
Música
Tumba'o de virtuosos

'Tumba'o All-Stars' engrosa la lista de álbumes más importantes del jazz cubano en los últimos 10 años.
por CARLOS OLIVARES BARó, México D. F.  
Portada

El 20 de mayo de 1995 se reunieron en un estudio de grabación de La Habana varios de los más importantes músicos cubanos de los últimos 40 años: los pianistas Jesús Chucho Valdés y Frank Emilio Flynn; los percusionistas Arístides Soto Tata Güines (tumbadora), Eduardo López (paila) y Pedro Ariosa (güiro); el contrabajista Orlando Cachaíto López; y los flautistas Richard Egües, Miguel O'Farril y Alberto Corrales. Fue un encuentro convocado por los productores Guillermo Piñeiro y Jordi Pujol, con objeto de recrear la atmósfera de las "descargas" (Jam Session a la cubana) de los años 40, 50 y 60. Confiaron la dirección musical al veterano Egües y nació Tumbao All-Stars (Tumbao Cuban Classics, 1997), uno de las más logradas placas charangueras del jazz cubano de los últimos 20 años.

Comienza este meeting de virtuosos con Cha-cha-cha (Chucho Valdés), composición que el flautista Egües "aragonea" con sus silbos y Valdés martillea, en una secuencia de propuestas que rinde homenaje a su padre Bebo desde asomos de aires batangueros de balanceada contención rítmica, en abierta complicidad con Cachaíto, Eduardo López y El Tata. La pieza es, a un tiempo, invitación y aviso de sorpresas, y alcanza el colorido de las históricas descargas jazzísticas de la Isla.

En Tumba'o (Tata Güines), Frank Emilio irrumpe con digitación en clave, Egües lo secunda con silbidos montuneros y El Tata, desafiante, provoca a la paila, que en un solo de antología suelta cordeles e inicia la algarabía: Cachaíto se mete en el pleito y entrecruza notas con Frank Emilio, mientras Egües sopla en la geografía de citas y referencias "mambeadas" que obligan a Tata Güines a intervenir para rematar contrapunteando con repique de quinto: flauta y piano emulan con charangueado discurso de reminiscencias heredadas de Fajardo, hasta consumar un espacio de frottola e intersecciones inolvidables. El clásico Gandinga, mondongo y sandunga (F. Emilio) se ejecuta desde la obstinada síncopa del contrabajo, que va dando entrada a los solos de flauta, paila, piano y tumbadora. La ejecución de la paila en manos de Eduardo López (un poco apresurado a veces, pero con sentido del color y atenuado oído para acoplarse al frágil timbre de un ensemble típico como éste: en Almendra demuestra mesura y contención) pone de manifiesto la herencia de Guillermo Barreto y la presencia del estilo de nuestro pailero/timbalero mayor, Amadito Valdés.

Mambo influenciado (Chucho Valdés), Descarga cubana (Egües) y Lázara y Georgina (Orlando López) se interpretan bajo los parámetros del cubop y las marcas de los grandes orquestadores de los años 40 y 50 (Bebo Valdés, Julio Gutiérrez, Niño Rivera, Israel López, Fajardo...): el autor de El bodeguero sabe que tiene bajo sus riendas a un grupo de virtuosos conformando una especie de orquesta típica/charanga ( ausencia de violines), y adapta las instrumentaciones a las exigencias del jazz (el papel de las flautas es clave para el logro de sus propósitos orquestales), pero sin olvidar el cromatismo criollo que puede conseguirse con un formato como ése. El duelo pianístico que sostienen Frank Emilio y Chucho Valdés en Lázara y Georgina demuestra como dos estilos y trazos con virtudes diferentes pueden coincidir en el paisaje cadencioso de nuestra música. Si Emilio Flynn es un pianista con sensibilidad jazzística (Monk, Garner, Jamal, Hines) capaz de "montunear" endiabladamente, Valdés, sin embargo, posee la capacidad de "jazzear" con sabrosura desde coordenadas soneras (herencia paterna): la composición de Cachaíto permite este grato diálogo de 13 minutos, inolvidables en el contexto de nuestra música reciente.

El danzón Almendra (A. Valdés) nos recuerda el sonido de Israel López con su Ritmo Caliente (donde Tata Güines tocaba la tumbadora): Egües opta por un arreglo de huella América/Fajardo/Aragón donde el piano de Emilio Flynn "peruchinea" con soltura "petersoniana", y su flauta ataca con elegantes fraseos sobre un equilibrio percutivo encabezado por la paila de López y breves escapadas majaderas de El Tata. A la lista antológica de 40 years of Cuban Jam Session, (Paquito D'Rivera), Barbarísimo (F. Emilio Flynn), Caravana cubana (José Caridad Hernández), Descarga total (Orlando Maraca Valle), Chanchullo (Rubén González) y Master Sessions (Israel Cachao López) —algunos de los álbumes más importantes de jazz cubano de los últimos 10 años—, hay que agregar este Tumba'o All-Stars: reunión de temperamentos que el inefable Richard Egües sabe conducir por nuestras aguas musicales, condensando al formato de una pequeña orquesta típica todo el colorido de la descarga, Cubop/tumba'o con costuras de mambo y cha-cha-chá desde las libertades y breñas de ésta.


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