Actualizado: 18/04/2024 23:36
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Opinión

Internet

Calentón.net

En un país donde los internautas apenas contaminan, es reconfortante que un especialista tenga el altruismo de preocuparse por los cibercontaminantes planetarios

Comentarios Enviar Imprimir

El pasado 19 de octubre apareció en el diario Juventud Rebelde un artículo, cuando menos, original: “Internet ‘calienta’ el mundo”, escrito por Mario Alberto Arrastía Ávila, especialista de Cubaenergía.

El autor nos descubre que si bien Internet ha traído ciertos beneficios, hacer una búsqueda en Google, entrar en Facebook o ver un video en YouTube consume electricidad y emite “gases que contribuyen al calentamiento global”.

Anota que entre 2000 y 2010 el tráfico en Internet creció 200 veces, y pormenoriza millones de emails por segundo, cuentas diarias de Twiter y 3.000 millones de usuarios en 2015 con un tráfico de 966 exabytes, según Cisco.

El autor afirma que “como la electricidad que usan nuestras computadoras y el centro de datos no se genera cerca de nosotros, no podemos ver la contaminación atmosférica creada y es difícil que nos inquiete saber cuánta energía se usa y en qué medida contribuye Internet a ensuciar la atmósfera y calentar el mundo”. (Tampoco queda más cerca la termoeléctrica cuando encendemos la luz o el ventilador, pero en lo de la distancia tiene toda la razón). Y nos alerta de que las telecomunicaciones globales ya ocupan el quinto lugar por su consumo de energía, detrás de Estados Unidos, China, Rusia y Japón. Añade que Amazon, Google, Microsoft, Apple, IBM o Facebook “consumen gran cantidad de electricidad producida a partir de carbón mineral”. Un dato sorprendente: ¿cómo ha averiguado el articulista el origen exacto de la electricidad en redes nacionales entrelazadas que normalmente proviene de hidro y termoeléctricas, nucleares y plantas de energías renovables? ¿Trae la electricidad producida con carbón alguna boronilla que permita distinguirla? En cualquier caso, me fijaré a ver si detecto luminiscencia radioactiva, si gotea crudo o si sale del tomacorriente un vientecillo de generador eólico.

El articulista comenta alarmado que los centros de datos en Estados Unidos consumen el 2 % de la energía del país. Y en el planeta es el 1,3 %, equivalente a la energía producida por todos los aerogeneradores del mundo. Greenpeace estima que el consumo de electricidad de los centros de datos crecerá en un 200 % para 2020 (1.430 millones de toneladas de CO2 emitidas). Aunque los especialistas de Pike Research predicen una reducción del 31 % para la misma fecha.

Anota que con el consumo de la infraestructura técnica de Google se alimentaría a 200.000 viviendas norteamericanas (¿cuántas viviendas cubanas? ¿Alguien lo sabe?) para gestionar cada día mil millones de búsquedas que seguramente serían más ahorrativas si los clientes se desplazaran a la biblioteca. Que los usuarios de YouTube emiten unas 6.000 toneladas diarias de GEI y que cada clic en Google requiere de 0,003 kWh, lo que provoca la emisión de 0,2 gramos de dióxido de carbono. Confieso que mi próximo clic será dubitativo.

En un país donde los internautas apenas contaminan, es reconfortante que un especialista tenga el altruismo de preocuparse por los cibercontaminantes planetarios. Aunque no es raro si tomamos en cuenta que Cuba es el país más ecológico del mundo.

En primer lugar, la contaminación industrial es ínfima. No sé si el país cumple con los protocolos de Kyoto, pero la cosa ha mejorado mucho desde que los protocolos de Moscú la abandonaron. Y las industrias, y los ómnibus húngaros Ikarus, cuyos humos se observaban a tres paradas de distancia. Muchos carros americanos y Ladas han muerto de muerte natural y la clase dirigente, dispuesta a salvar el planeta, se ha resignado a los Toyota y los Mercedes Benz que cumplen la normativa europea de emisiones.

La casi abolición de la industria azucarera fue otro aporte de la Isla a la capa de ozono, y los grupos electrógenos no duraron lo suficiente para agrandar el agujero.

Hablando de gases, se ha comprobado que el mayor emisor de metano a la atmósfera es el culo de las vacas. Ante la imposibilidad de conseguir por ingeniería genética vacas sin culo, se optó por la extinción de la especie. Gracias a ello, no se necesita desarbolar grandes extensiones para pastizales (como en los 60), y el ecosistema del marabú (esa planta exótica pero que ya sentimos como nuestra) se mantiene intacto.

La frugal alimentación de los ciudadanos también genera menos deyecciones y éstas son más vegetarianas, lo que, según Greenpeace, es más asimilable por el paisaje.

La contaminación acústica es una asignatura pendiente (y qué clase de contaminación), pero la lumínica, que tanto molesta a los astrónomos, está casi resuelta. En algunas zonas de Párraga y Caimito del Guayabal el panorama del cielo es tan diáfano como en el observatorio del Teide. Mira que mandar el Hubble al espacio exterior cuando pudieron colocarlo en Coco Solo. Y eso tiene una ventaja colateral. Cuando pasan de noche sobre la Isla, los satélites espías se dan una perdía del carajo. En el triángulo de las Bermudas hay más luces que en La Habana.

Lejos del consumismo occidental, la conciencia ecológica impulsa en Cuba una cultura del reciclaje que debe estar entre las más decididas del planeta: se reciclan las bolsitas desechables, las botellas plásticas y las laticas; el Frigidaire con el motor quemado se convierte en armario y la plancha sin asa, en tostadora. Nada se desecha, ni siquiera los dirigentes del Partido, que llevan medio siglo reciclándose de ministerio en ministerio.

El país también ha evitado los excesos del urbanismo salvaje que llena el paisaje de rascacielos e invade el hábitat del tomeguín y del sinsonte. En Cuba el crecimiento urbanístico es interior: barbacoas, mamparas, cuatro generaciones en quince metros cuadrados. (Por cierto, el articulista también pertenece a Cubasolar, aunque no sé si eso tendrá relación con el urbanismo). Cuando se llena la barbacoa y la familia empieza a disponer turnos rotativos para dormir, los más jóvenes tienen la delicadeza de ceder sitio a sus mayores e irse. Me refiero a irse. Lo que ha contribuido a la preservación de los ecosistemas marinos. Frente a los océanos sobreexplotados de por ahí, las aguas territoriales cubanas han presenciado un raro ejercicio de reciprocidad: los cubanos se comen tantos peces, como los peces, cubanos.

Y eso nos lleva al comercio exterior de productos ecológicos. El primer rubro de exportación son los cubanos, un sector en que la Isla es líder mundial. Se ha comprobado que los dos millones de unidades exportadas son cien por cien naturales, sin conservantes ni colorantes. Una ganadería sostenible que no genera gastos de transporte y que rinde beneficios durante muchos años. La mala costumbre de los condones soviéticos de convertirse en chalecos salvavidas ocasionó un baby boom en los 60, sobre todo después que la vida nocturna se redujo a la televisión nacional. Ahora la producción ha disminuido, pero aun así se mantienen e incluso se incrementan las exportaciones.

La integridad del autor le obliga a reconocer que “la investigación y redacción de este artículo (…) provocó la emisión de unos siete kilogramos de CO2”. Algo que podría evitar mediante la distribución telepática, el mismo método que emplean los mandatarios cubanos: una discreta consulta popular mediante referendos telepáticos antes de tomar decisiones que afectarán a todos los ciudadanos de la Isla.

La conclusión de Mario Alberto Arrastía Ávila es que por todo eso, “Internet debe usarse responsablemente”. Y es lo único que no comprendo. ¿Qué quiere decir responsablemente? ¿Enviar emails modelo SMS para ahorrar energía? ¿Felicitar a la familia una vez al año por navidades, cumpleaños y santos, todo junto? ¿Buscar en Google solo aquello que no encontremos en la Biblioteca Nacional? ¿No leer periódicos extranjeros que, al venir desde tan lejos, pueden recargar la red? ¿Medir bien cada clic como si los dieran por la libreta a diez por semana? Aunque ahora caigo: responsabilidad viene de responsable. Yo tuve en Cuba responsables de pioneros, de aula, de sindicato, de lote, de personal y cuadros, de proyecto, de departamento, de propaganda. ¿Por qué no un responsable que nos oriente en la Intranet, esa Internet municipal? Podríamos descubrir que Buscasiboneyes.com es mejor que Google; las bondades de YouNoTube, la web del daguerrotipo, y que en Asambleadebalance.com tenemos más amigos que en Facebook. Todo bajo una supervisión que nos ayude a encontrar el buen camino en la red, ese jardín de los senderos que se bifurcan. (Cuando menos lo esperas, en una Internet sin direcciones prohibidas y adecuadamente señalizadas aparecen los innombrables). No ha quedado demostrado que generar ideas afecte a la capa de ozono, pero deambular por la red sin algún responsable que te oriente puede aumentar la temperatura emocional, y eso sí podría alterar el delicado ecosistema de la Isla.


Los comentarios son responsabilidad de quienes los envían. Con el fin de garantizar la calidad de los debates, Cubaencuentro se reserva el derecho a rechazar o eliminar la publicación de comentarios:

  • Que contengan llamados a la violencia.
  • Difamatorios, irrespetuosos, insultantes u obscenos.
  • Referentes a la vida privada de las personas.
  • Discriminatorios hacia cualquier creencia religiosa, raza u orientación sexual.
  • Excesivamente largos.
  • Ajenos al tema de discusión.
  • Que impliquen un intento de suplantación de identidad.
  • Que contengan material escrito por terceros sin el consentimiento de éstos.
  • Que contengan publicidad.

Cubaencuentro no puede mantener correspondencia sobre comentarios rechazados o eliminados debido a lo limitado de su personal.

Los comentarios de usuarios que validen su cuenta de Disqus o que usen una cuenta de Facebook, Twitter o Google para autenticarse, no serán pre-moderados.

Aquí (https://help.disqus.com/customer/portal/articles/960202-verifying-your-disqus-account) puede ver instrucciones para validar su cuenta de Disqus y aquí (https://disqus.com/forgot/) puede recuperar su cuenta de un registro anterior.