Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Venezuela, Cuba, Maduro

Cuba y las lecciones venezolanas

Caracas no es La Habana, y el dominio absoluto sobre todas las instituciones, que alcanzó Fidel Castro en corto tiempo, está muy lejos de la realidad venezolana

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Si el presidente Nicolás Maduro está en problemas, con una situación que cada día escapa más de sus manos, el Gobierno cubano también debe estar preguntándose qué hizo o qué no hizo en su labor de asesoramiento de seguridad, pero más que un problema de los maestros, lo que ha ocurrido es que los alumnos salieron malos, indisciplinados y torpes.

No hay duda que el principal culpable de lo que está ocurriendo en Venezuela es Maduro, quien desde su llegada al poder ha sido incapaz de lograr el control del país. Ni Caracas es La Habana, y el dominio absoluto sobre todas las instituciones —políticas, económicas y sociales— que alcanzó Fidel Castro en corto tiempo, está muy lejos de la realidad venezolana. Pero más allá de las verdades obvias vale la pena detenerse en algunos datos y detalles, para tratar de descifrar similitudes y diferencias.

El temor de que en su país se repita lo ocurrido en Cuba es un reclamo constante de los manifestantes venezolanos. Sin embargo, no hay comparación entre lo que está ocurriendo allí y el proceso cubano, como antes tampoco la hubo con el Gobierno de Salvador Allende en Chile y el primer régimen sandinista en Nicaragua.

La destrucción de la sociedad civil en Cuba fue rápida y completa, por el mismo hecho de que estaba profundamente debilitada. No es lo mismo llegar al poder mediante las urnas, a consecuencia de un legado de corrupción incubado a lo largo de varios gobiernos democráticos, como ocurrió en la Venezuela de Hugo Chávez, que apoderarse del mando luego de una insurrección armada, tras el derrocamiento de una tiranía sangrienta y de la desbandada de un ejército desmoralizado.

Como hizo en su momento Chávez, durante el intento de golpe de Estado en su contra en el 2002, las calles venezolanas han vuelto a llenarse de disparos, heridos y agresiones físicas.

La “toma de Venezuela” finalizó el miércoles con un saldo provisional de al menos 120 manifestantes heridos, un policía muerto, otros dos heridos y 147 opositores detenidos, que el jueves continuaban arrestados, la mayoría en varios estados del país, según anunció por su parte el líder opositor Henrique Capriles, que hizo un recuento, mostrando las fotos de los heridos de bala, según informó el diario español El País.

La oposición venezolana ha dado de plazo hasta el próximo jueves al chavismo, para que acepte un acuerdo que permita celebrar elecciones para salir de la grave crisis que vive el país. Un ultimátum que llega con la amenaza de forzar la destitución de Maduro en una acción combinada del Parlamento y de la movilización social informa el periódico español ABC.

La Mesa de Unidad Democrática (MUD) ha convocado una huelga general de 12 horas para hoy viernes, que se celebrará en un ambiente de fuerte tensión y bajo la sombra de que el país se vea atrapado por una ola de violencia y represión a la vista de las detenciones y heridos registrados durante las masivas marchas del miércoles.

Para intentar disuadir a la población de que siga la huelga, Maduro anunció ayer jueves una subida del 40 % del salario mínimo. Parece un alza sensible, pero no lo es tanto cuando se tiene en cuenta que el FMI pronostica para el país una inflación del 700 % al acabar 2016. De hecho, el Gobierno se ve obligado a aprobar periódicas subidas del sueldo para poder sobrevivir ante la constante subida de precios.

El régimen, además, ha desplegado a sus leales para boicotear todos los actos previstos por la disidencia. Así, decenas de chavistas se concentraron el jueves a las puertas de la Asamblea Nacional —dominada por la oposición— para intentar impedir el paso a diputados y periodistas. Incluso intentaron entrar por la fuerza en el Parlamento, lo que fue evitado por la Guardia Nacional Bolivariana.

No dejaron entrar en el hemiciclo a algunos legisladores, y representantes del Legislativo denunciaron que también les cortaron la luz, por lo que tuvieron que trabajar con el auxilio de generadores eléctricos. Pero finalmente la Asamblea pudo celebrar una sesión consagrada a la “participación de la ciudadanía en la defensa de la Constitución”.

El Gobierno está dispuesto asimismo a recurrir al Ejército para controlar la huelga general. El número dos del régimen, Diosdado Cabello, anunció así que las fuerzas armadas tomarán el control de las empresas que se sumen al paro. “Lo conversé con el Presidente, es instrucción del Presidente: empresa que se pare, empresa tomada por los trabajadores y por la fuerza armada, aquí no vamos a permitir bochinche (alboroto)”, sostuvo Cabello.

El propio Maduro amenazó indirectamente con confiscar a las empresas alimentarias y farmacéuticas que secunden la huelga. “Empresa parada, empresa recuperada por la clase obrera (...), no voy a dudar ni voy a aceptar ningún tipo de conspiraciones”, declaró.

Por su parte, el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, aseguró que el Ejecutivo fiscalizará todas las empresas productoras y distribuidoras de alimentos y medicinas, con el fin de garantizar su distribución. “Debemos garantizarle a nuestro pueblo que le llegue su alimento, que le llegue su medicina, que los hospitales tengan sus insumos”, declaró el ministro, quien subrayó que “ninguna distribuidora de alimentos se puede paralizar”, por lo que exhortó a los Comités Operativos de Producción Obrera (COPO) a que sean los propios trabajadores los que «garanticen el funcionamiento» de las empresas.

En lo que la oposición no parece tener claras las cosas es en el diálogo anunciado por el Vaticano para el domingo. El miércoles Capriles aseguró que no acudirían, pero el jueves el secretario ejecutivo de la MUD, Jesús “Chúo” Torrealba, aseguró que sí asistirán, pero con el objetivo de buscar una salida electoral a la crisis: “Vamos a plantear un punto central: recobrar la agenda electoral. Bien para activar el revocatorio, o bien para celebrar elecciones generales”.

Tanto Chávez como ahora Maduro han resultados malos discípulos de Fidel Castro: no han aprendido una lección fundamental del régimen de La Habana, que es reprimir desde el primer día, cuando el régimen está en la cúspide de la popularidad, y no recurrir al asesinato como último recurso sino establecerlo como principio básico. La habilidad del Gobierno cubano ha sido evitar, mediante la represión sistemática y sin recurrir a la violencia de último momento, que miles de manifestantes se lancen a la calle e interrumpan las vías.

Esta capacidad para eliminar la sociedad civil, matar la esperanza en el cubano y utilizar la represión profiláctica explica en parte el hecho de que los manifestantes venezolanos estén en las calles pese a la fuerte represión.

Sin embargo, hay que señalar también que frente a la represión que se está empleando en Caracas, los actos de repudio en Cuba palidecen en cuanto al uso de la violencia. Y pese a ello, continúan las protestas en Venezuela.

Otro factor en la explicación de la pasividad de la población cubana radica en Miami. Los que hemos podido hemos preferido el abandono a la permanencia. Esta ciudad como destino. El exilio como ara y también pedestal.

Uno de los mayores logros del gobierno de Raúl Castro ha sido la capitalización de los inmigrantes cubanos, para los fines económicos del régimen, sin tener que pagar un rédito político.

Cuando el líder opositor venezolano ahora detenido Leopoldo López visitó Miami años atrás, en una breve conversación me dijo bien claro que la lucha opositora debía desarrollarse en la calle. Ha sido consecuente con ese propósito. Para entonces ya existía la amenaza de Maduro, de que le estaba preparando “una celda pulidita” y que era “cuestión de tiempo” para que la ocupara. López no se detuvo ante esa amenaza.

También en Miami se han escuchado a líderes opositores cubanos expresar igual criterio, de que hay que tomar las calles. Pero hasta ahora no hay resultados visibles. Salvo algunos videos que llegan de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), las protestas de la oposición no han logrado la conquista de la calle.

Hasta el momento, el exilio como futuro —como alejamiento colectivo para ganar en individualidad— es un aliciente mayor que un enfrentamiento callejero. Decirlo no es un reproche ni una justificación. Es simplemente constatar un hecho: todos somos perdedores.


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