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Cuba, Reconciliación, Obama

El poder de la reconciliación

Si queremos que nuestro país no se convierta en un Estado fallido y provoque una intervención extranjera que nos remonte al punto de partida de 1902, no hay otra alternativa que el dialogo y la reconciliación

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Desde que comenzaron los debates en pro y en contra de las medidas tomadas por la administración norteamericana para restablecer los lazos diplomáticos con el Gobierno cubano deseaba exponer algunas experiencias personales que reafirmaron mi convicción de que un pueblo no puede sanar las heridas y salir adelante sin reconciliarse.

Es imposible determinar si las iniciativas tomadas por el presidente Barack Obama logren conducir a ese objetivo. El propio mandatario ha reconocido que el camino será largo y difícil y públicamente ha afirmado que será el primero en reconocer su fracaso si este acercamiento no conduce a los cambios necesarios que empoderen al pueblo cubano y le sean devuelto todos los derechos que le han sido conculcados.

La primera de las experiencias que mencioné anteriormente me vino de alguien que jamás me pasó por la mente que pudiera suceder; de mi mejor amigo en la fuerza aérea de la desaparecida Alemania del Este, el general Gerhard Reuschel.

Durante la Guerra Fría las fuerzas armadas cubanas mantuvieron un acuerdo de turismo bilateral con las fuerzas armadas del resto de los desaparecidos países del “Pacto de Varsovia” intercambiando recíprocamente oficiales vacacionistas. Me tocó uno de estos intercambios en agosto de 1978 cuando fuimos seleccionados para pasar dos semanas en Hungría mientras los oficiales húngaros en reciprocidad disfrutaran del mismo tiempo en Cuba.

Aproveché aquella oportunidad para sugerirle a mi mejor amigo alemán, compañero de estudios en la academia superior de la fuerza aérea soviética Yury Gagarin, entonces coronel Gerhard Reuschel, la posibilidad de encontrarnos en el centro turístico del lago Balatón.

Eno, apodo cariñoso como lo llamábamos sus amigos cercanos, aceptó gustoso y condujo su automóvil más de ocho horas desde Cottbus en la RDA hasta el lago Balatón en Hungría, donde alegremente nos encontramos y compartimos durante varios días.

En aquel momento yo todavía era un convencido creyente de que aquello que erróneamente llamaban socialismo era posible salvarlo a pesar de todos los indicativos de que el desastre no había Dios que lo arreglara, ni siguiera con el constante e ininterrumpido soporte económico que nos brindaba la URSS.

Mis dudas se incrementaban constantemente y desde la primera noche en que pude compartir con Eno y su esposa Regina, en lugar de hallar respuestas a mi incertidumbre, estas se incrementaron.

Aunque había visitado varias veces la RDA, lógicamente desconocía las interioridades de los problemas que ellos confrontaban. Al compararlos superficialmente con Cuba, me parecía que ellos no tenían la enorme disfuncionalidad que nosotros confrontábamos. Por lo que se me ocurre preguntarles como era que habían logrado un estándar de vida tan superior al de Cuba habiendo salido devastados de una guerra mundial y en solo treinta años los supermercados y tiendas estaban bien abastecidas sin necesidad de racionamiento.

Mis anfitriones alemanes se miraron algo asombrados y sonriendo picarescamente Eno se anticipa a su mujer y me dice cariñosamente:

—Hay Rafael, qué ingenuo eres. Pudiéramos estar diez veces mejor. El sistema es un fraude, no funciona tampoco en nosotros. frase bastante similar a aquella que Fidel Castro le dijera al periodista Jeffrey Goldberg de la revista The Atlantic en septiembre del 2010.) “El modelo cubano no funciona ni siquiera para nosotros”[1].

En los pocos días que pudimos compartir, mis dudas se incrementaron y aunque fueron muy honestos conmigo, no exteriorice completamente la decepción que me embargaba. Todavía no me había liberado de las cadenas invisibles que impiden reconocer el error y el fracaso.

Al despedirnos me pidieron que cuando pasara por Alemania los visitara, que deseaban mostrarme algo, pero si no podía pasar a verlos, que les pidiera a los oficiales que me atendieran que me llevaran a la Puerta de Brandeburgo, que allí me iba a dar cuenta de lo que hablamos en Hungría.

Año y medio después se dio esa oportunidad cuando por motivos oficiales tuve que visitar la RDA. Si no hubiera sido que tanto Eno como yo éramos ambos militantes del Partido Comunista en nuestros respectivos países, no hubiera sido posible circunvalar los obstáculos de la STASI; institución de contrainteligencia copiada al dedillo por el Gobierno cubano y que velaba por cumplir la absurda prohibición implementada en ambos regímenes de proscribir que los militares tuvieran ningún tipo de contacto con extranjeros, cuando no se tratara de asuntos oficiales de asesoramiento. Aunque fueran del propio campo socialista.

Tal como me había propuesto en el lago Balatón, Eno fue a recogerme al hotel en Berlín y me llevó a la Puerta de Brandeburgo donde existía un mirador que posibilitaba contemplar los dos Berlín separados por el famoso muro desaparecido años después. No fue necesario mediar una palabra. Observé en silencio aquella diferencia abismal entre las dos Alemania y mientras descendíamos del mirador le escuché en voz tenue: “¿Te das cuenta lo que te dije en Hungría?”

Almorzamos juntos ese mediodía. No fuimos a ningún restaurant especial. Eno sabía como me gustaban las Bratwurst a la parrilla con mostaza y sauerkraut y acompañándolas con varias jarras de cerveza nos sacrificamos en un cafetín de la avenida Unter den Linden. Como ambos conocíamos el terreno que pisábamos conversamos fundamentalmente sobre nuestra mutua pasión por el vuelo, narrándonos diferentes anécdotas experimentadas en ese mundo fascinante del cielo en que nos toca vivir a los aviadores. Pero no podía despedirme sin hacerle la pregunta que me martillaba interiormente —¿Crees que algún día los de allá y los de acá serán así?— mostrándole mis dedos entrelazados de ambas manos. —¡Por supuesto! —me respondió sonriendo— y terminó dándome una breve explicación filosófica convincente de cuál era la base de su certidumbre.

—Rafael, tú has estudiado igual que yo el materialismo dialectico. Desempolva tus manuales y busca si en la solyanka[2] política rusa, o el gulasch[3] nuestro, o los tacos de ustedes encuentras algún ingrediente de dialéctica materialista.

Le prometí que lo haría, aclarándole siempre que nuestro pariente del gulasch y la solyanka en Cuba era el Ajiaco y no los tacos mejicanos.

Cuando se produce la estrepitosa caída del muro de Berlín, dentro del caos y la conmoción de todo el país, algunos grupos de oficiales retirados de la fuerza aérea acudieron a la principal y más poderosa región militar de la aviación de Alemania del Este para solicitar armas y su incorporación para defender al régimen que se desintegraba. Gracias a la firmeza y convicciones de su jefe el general Gerhard Reuschel ni una sola bala ni ningún arma salieron de sus unidades. Pero además, sus insuperables dotes como jefe y sus convicciones ya claras y definidas de que aquel régimen debía terminar hizo posible que convenciera no solo a sus tropas regulares sino a todos los retirados y desmovilizados, que el deber era ponerse al lado de la decisión del pueblo alemán de terminar con la opresión, unirse y reconciliarse con todos sus hermanos. Hoy Alemania es el país más prospero y pujante de la Unión Europea.

La otra experiencia convincente del enorme poder de la reconciliación la tuve durante los trabajos en mi libro de investigación histórica Los años de la guerra, cuando decidí viajar a Sudáfrica y encontrarme con quienes fueron nuestros enemigos en 14 años de lucha. Los jefes y pilotos con los cuales medimos nuestras armas en el África y esa fue la catequesis definitiva sobre la reconciliación. Aquel encuentro no solo me ayudo a aclarar innumerables dudas que fueron ocultadas al pueblo cubano, sino que me di cuenta del enorme liderazgo de Nelson Mandela y su decidido convencimiento de reconciliación cuando ascendió a general y nombró jefe de la Fuerza Aérea de Sudáfrica al piloto de combate que más misiones había cumplido contra nosotros durante la batalla de Cuito Cuanavale, el entonces capitán Carlo Gagiano.

Paradójicamente el entonces capitán Gagiano fue el líder de una pareja de Migage F1 que sobre el campo de batalla se enfrentó a la pareja de MiGs-23 liderada por el mayor Alberto Ley Rivas con el primer teniente Chávez Godoy como wing man[4]. Este fue el único combate aéreo en 14 años de hostilidades en que se logró una victoria por parte de los cubanos averiando el avión que volaba el capitán Arthur Piercy fungiendo como wing man[5] de Gagiano.

El capitán Piercy intentando aterrizar el avión averiado en su base aérea en Namibia se le activó involuntariamente el sistema del asiento de eyección del piloto y al no poder abrírsele completamente el paracaídas sufrió heridas muy graves que lo dejaron paralitico para el resto de su vida.

Después de varios años tratando de localizar a Ley Rivas para reconciliarse, Arthur Piercy le envía una hermosa carta que nunca fue contestada, y cuyo texto aparece más abajo.

El jefe de esa pareja de Mirages, el capitán Gagiano como dijimos, llegó a general y jefe de la Fuerza Aérea de Sudáfrica cargo que ocupó desde 2005 hasta 2012. La suerte del mayor Alberto Ley Rivas fue diferente y al ser pasado a retiro continuó honradamente ganándose la vida como chofer de alquiler.

La soberbia y la arrogancia son las muestras más reveladoras de la incapacidad y el miedo. Si queremos que nuestra nación no desaparezca, si queremos deshacernos de una vez por todas del fantasma de una explosión social que culmine en un baño de sangre, si queremos que nuestro país no se convierta en un Estado fallido y provoque una intervención extranjera que nos remonte al punto de partida de 1902; no hay otra alternativa que el diálogo y la reconciliación.

No se puede ignorar, como no ignoraron los alemanes, que sin la unión y la reconciliación con los hermanos al otro lado del oprobioso muro jamás hubiera sido posible lograr lo que han logrado hoy. De tierra arrasada por las locuras de un maniático psicópata a convertirse en la nación más prospera y pujante de toda Europa.

Los gobernantes en la Isla, por mucho que pretendan ignorar las leyes dialécticas del movimiento y la evolución de la naturaleza, de la sociedad humana y del pensamiento, les será imposible evitar que volvamos a ser una sola nación.

Soberanía no es entregarle el país a las grandes transnacionales, soberanía es hacer desaparecer todas las barreras que restringen la total liberación de las fuerzas productivas de los cubanos y se elimine el bloqueo interno impuesto por el régimen, restableciendo los derechos humanos fundamentales de nuestros ciudadanos.

Creatividad, inteligencia, audacia y decisión les sobran a los cubanos a ambos lados del muro acuático que hoy nos separa para poder resurgir de las cenizas. Nuestra generación, los que tratamos de hacer una revolución que hace mucho tiempo fracasó, tenemos el compromiso y la obligación de propiciar ese rencuentro y reconciliación necesaria.

El presidente de Estados Unidos de América, en un discurso histórico sin precedente, ha servido la mesa a los gobernantes cubanos frente a todo el pueblo de Cuba y la comunidad internacional. La suerte está echada. Se ha disipado la neblina de los subterfugios para justificar una dictadura elitista que nunca fue del “proletariado”

La vida nos coloca delante un desafío que pone a prueba el coraje y la voluntad de cambio. No podemos dejar que caiga el telón sin ejecutar ese último acto.

CARTA DEL CAPITAN ARTHUR PIERCY AL MAYOR ALBERTO LEY RIVAS

Buscando a Rivas
Escrito por Arthur Piercy D
Sábado, 08 de enero 2011 14:07

Estoy tratando desesperadamente de encontrar al mayor Alberto Ley Rivas, un piloto de MiG-23 de la Fuerza Aérea Cubana.

Mayor Rivas, nos hemos visto brevemente una vez y fue solo por un par de segundos a 30.000 pies de altura sobre el sur de Angola, en septiembre de 1987. El encuentro en ese momento no fue muy amable, pero espero que la próxima vez que nos encontremos sea con un montón de risas y sin arrepentimientos ni remordimientos.

No estoy seguro de lo que estás haciendo ahora, pero si volar era una pasión tan grande para ti como lo es para mí, entonces estoy esperando que te pongas en contacto conmigo. Como puedes ver en este sitio web estoy ocupado construyendo mi propio avión. Tengo previsto volar este avión alrededor del mundo. Si no fuera por aquel encuentro en Angola hace muchos años creo que no estaría en esta posición de tener un reto tan apasionante delante de mí, y me gustaría que tú fueras parte de él también.

Me gustaría que vinieras a volar conmigo. Aunque no sea por todo el recorrido por lo menos me gustaría pasar por tu casa e irnos a volar juntos. Como ves no te guardo ningún rencor o resentimiento, porque sé que ambos estábamos haciendo un trabajo.

El toque interesante que encuentro más ocurrente es que allí estabas tú un piloto extranjero (cubano) en un país extranjero (Angola) volando una aeronave extranjera construida en Rusia (el Mig 23), contra mí, un piloto extranjero (sudafricano) en un país extranjero (Angola) volando una aeronave extranjera construida en Francia (el Mirage F1), y nos lanzábamos misiles unos a otros y ni siquiera nos conocíamos ni nos odiábamos. En fin, no quiero que nos enfrasquemos en ninguna discusión de quién tenía razón o quién estaba equivocado o quién ganó o quién perdió. En lo que a mí respecta eso es agua bajo el puente. ¡Solo quiero que vengas a volar conmigo!

Así que por favor ¿podrías ponerte en contacto conmigo?

Referencia:


[1] http://internacional.elpais.com/internacional/2010/09/08/actualidad/1283896812_850215.html
[2] Solyanka - Una de las sopas más populares rusas, elaborada con variados ingredientes, carne, pescado, champiñones, aceitunas, rebanadas de limón nata acida, etc.
[3] Gulasch - Una de las sopas más populares en Alemania. Originaria de Hungría se elabora también con variados ingredientes. También en Europa, principalmente Hungría y Austria, existe un estofado de carne con igual nombre.
[4] “Wing man” en la fraseología cubana “Piloto número”. Es el piloto que vuela en formación con el líder de la pareja para apoyarlo durante el combate aéreo.
[5] “Wing man” Idem


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