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El triste papel del gobierno español en Cuba

La complicidad con el régimen no le gana simpatizantes en los cubanos de a pie

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Triste el papel del actual gobierno español en Cuba en estos momentos, haciendo lo mismo que criticaban al gobierno socialista anterior, pero sin tener la excusa de ser de izquierda.

El canciller español disertó en La Habana sobre transición a la democracia, explicando que las claves que la hicieron posible en España fueron el respeto a la legalidad, el consenso y el deseo común de evitar la confrontación en pos de la concordia, como preparativos ineludibles para unas elecciones verdaderamente democráticas. El periódico español ABC consideró la disertación “una contundente y valiente defensa de la democracia”. Sin embargo, lo hizo como si estuviera en Júpiter o Saturno, y en una institución como el Instituto Superior de Relaciones Internacionales, que dicen las agencias de prensa extranjeras acreditadas en Cuba que forma funcionarios para el servicio exterior cubano, lo cual es cierto, aunque no dicen que también los forma para el servicio de inteligencia cubano, lo que es tan cierto como lo anterior.

Tanto que se llenan la boca los representantes de gobiernos españoles para hablar de los lazos históricos entre ambos países, y al ilustre conferencista no se le ocurre ni la más mínima mención a la realidad cubana, como si los últimos cincuenta y cinco años no hubieran existido. O tal vez nosotros estamos equivocados, y para el gobierno español tener buenas relaciones con la dictadura cubana ya se considera lazos históricos entre ambos países, como eran entre Franco y Fidel Castro. Es decir, que los cubanos de a pie no cuentan para nada, para beneplácito del Palacio de la Revolución.

Tampoco parecen contar demasiado los cubanos sencillos para los empresarios españoles radicados en Cuba. El principal reclamo a su canciller fue quejarse de que la doble moneda les dificulta sus negocios en la Isla. Además, pidieron apoyar la incipiente iniciativa privada en el país, habría que suponer que desde paladares y boteros hasta entrenadores de perros, peladores de frutas y amoladores de tijeras. Como puede verse, también los empresarios españoles tienen preocupaciones mucho más elevadas y estratégicas que las simples necesidades elementales de tantos millones de plebeyos cubanos que, según dicen algunos amanuenses, viven en un paraíso desde 1959.

Y el gobierno de España, además, no solamente se presta alegremente para piruetas de ese tipo, sino que continúa luchando por la camiseta de líder del pelotón de países de la Unión Europea que, con pocas excepciones, parecen dispuestos a considerar seriamente un acercamiento más afectuoso con el régimen. Tanto que algunos se le han adelantado a España en lo de ir a ofrecer y compartir sonrisas con los jerarcas de la dictadura.

Una buena prueba de a quién le interesa verdaderamente esta maniobra del gobierno español, y para qué, está en esos personajes que la AFP desde La Habana presenta como exdiplomáticos o académicos, y nunca como oficiales de inteligencia, cuyos puntos de vista, nada casualmente, siempre coinciden con los de la dictadura.

Ya uno de ellos, bastante activo últimamente, publicó un artículo señalando que el canciller español podría influir en el mejoramiento de las relaciones entre Washington y La Habana convenciendo a Estados Unidos de retirar a Cuba de la lista de países que patrocinan el terrorismo, e intercambiar al rehén castrista americano Alan P Gross por los tres espías cubanos que cumplen condena por espionaje en Estados Unidos. No mencionó nada que pudiera hacer La Habana para mejorar esas relaciones. Sin dudas, ese señor se puede proclamar todo lo independiente y objetivo que desee, pero sus sugerencias son las mismas que proclama continuamente la dictadura sobre esos temas.

Lo más irónico de este circo peninsular es que los verdaderos intereses son los que se conciben para “el día después”. Todos saben que el castrismo está en su etapa final, y quieren estar presentes en Cuba cuando eso ocurra, para tomar ventaja. Eso no significa que los quieran en Cuba: Raúl Castro se permitió el lujo de desairar al canciller y no lo recibió, aunque los españoles estaban convencidos de que lo haría aunque no estuviera en la agenda, por la importancia de la visita. Pero no. Nada personal: asunto de negocios.

No le quedó más remedio al visitante que conformarse con ser recibido por Miguel Díaz-Canel, segundo al mando de no se sabe exactamente qué, y posteriormente en vez de una prevista conferencia de prensa se limitó a leer una declaración, sin aceptar preguntas, donde dijo que España desearía “un ritmo más rápido” en las reformas económicas iniciadas, y “un margen mayor” a la iniciativa privada y a la inversión extranjera, así como “una descentralización en la toma de decisiones”, lo que “se traduciría en una mayor prosperidad de los cubanos”. Como si a la dictadura le interesara la prosperidad de sus súbditos. Pretendiendo quedar bien con todos, también pidió que los ex-presos políticos liberados con licencia extra-penal sean autorizados a viajar al extranjero, y que los de la Primavera Negra que salieron para España por “salida definitiva” —de hecho una deportación— puedan visitar la Isla.

Aparentemente, muchos políticos españoles no entienden las cosas en Cuba. Parece que no se han dado cuenta que otro contendiente colosal, el malvado imperio norteamericano —el mismo que los aplastó en la guerra hispano-cubano-americana de 1898— también pretende estar en el juego, y en estos mismos momentos uno de los más señalados voceros actuales del lobby anti embargo y por la normalización de relaciones con la tiranía, el editorialista del The New York Times sobre el tema cubano, estaba también en “visita de trabajo” en La Habana, dicen que por quince días, durante el periplo del ministro español, y era recibido en el periódico Granma y otros medios al servicio del régimen.

Se podría pensar que, puestos a escoger, los cubanos de a pie, y también los del gobierno, se podrían sentir culturalmente cercanos a los españoles, por aquello del idioma o las comidas, pero tienen muchos vínculos emocionales, familiares, económicos, deportivos y psicológicos con Estados Unidos, sobre todo con el sur de La Florida.

Tal vez el gobierno español haría mejor en no intentar resolver entuertos en Cuba, donde nadie le ha llamado, y mirar un poco más a España, que con continuos escándalos de corrupción, políticos demagogos, monarquía debilitada por conductas reprochables, personajes conocidos que delinquen y pretenden cumplir condenas en hoteles de cinco estrellas, desempleo, y nacionalismos extremos, entre otros muchos problemas, podría algún día despertarse con la noticia de que los revoltosos de “Podemos” les ganaron las elecciones tanto a “populares” como a “socialistas”, no porque tales pendencieros sean tan buenos, sino por lo malos que han resultado tantos políticos españoles.

Quién sabe si de nuevo algún día, en una Cuba libre y en reconstrucción, como sucedió a comienzos del siglo 20, los cubanos reciban en la Isla, con los brazos abiertos, a muchos españoles de a pie como los que entonces fueron a Cuba no a despreciarnos ni a fingir, sino a convivir apaciblemente y sin complejos con los mismos que les habían derrotado en nuestra Guerra de Independencia.


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