Actualizado: 18/04/2024 23:36
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González, Venezuela, Maduro

Felipe González: ¿esperanza o última carta?

El presidente venezolano Nicolás Maduro se encuentra arrinconado, abandonado a su inteligencia, que es lo peor que podría pasarle

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Una apuesta difícil la de Felipe González en Caracas. Más que hablar de la última carta para salvar a Venezuela del caos, quizá lo mejor sea referirse a una repentina esperanza. Porque hasta hace unos días crecía la duda de que el exmandatario español siquiera pudiera entrar al país. Y uno se pregunta si lo que ocurre es que por vez primera —más allá de la ilusión y las señales anteriores que terminaban por evaporarse al cabo de unos días— el presidente Nicolás Maduro se encuentra arrinconado, abandonado a su inteligencia, que es lo peor que podría pasarle y al inicio de la recta final que podría llevarle a la salida del poder.

Porque antes de hablar de la posible repercusión de la visita de González hay que referirse a otro hecho igual o más significativo: la cancelación de la visita de Maduro al Vaticano, con una torpe excusa de una gripe y otitis que nadie se cree.

En realidad lo que Maduro evitó fue que el papa Francisco le pidiera personalmente la liberación de los presos políticos. Y aquí es donde el asunto se ha complicado verdaderamente para el mandatario venezolano, mucho más allá de la visita de González.

En primer lugar porque enfrentarse directamente con este papa es una acción que ni siquiera Maduro, que construye su política con vaivenes, portazos y palabrotas se atreve a llevar a cabo.

En segundo porque las fuerzas internacionales en juego le son totalmente adversas —al contrario de lo que siempre le ocurrió a Hugo Chávez—, con un obispo de Roma no solo reconocido internacionalmente incluso por los frentes de izquierda sino que cuenta con los apoyos más diversos, desde el presidente estadounidense Barack Obama hasta el gobernante Raúl Castro.

Con una crisis económica galopante, la popularidad por el piso y el precio del crudo en baja y sin horizonte de recuperación, cada día que pasa Maduro se convierte más en un problema y no en parte de la solución.

Si Washington y La Habana han iniciado un proceso de acercamiento, le resulta muy difícil a Caracas mantenerse encerrada en una política que no permite un gesto de distensión.

A ello se agrega que la campaña para ganar la opinión pública internacional de la oposición venezolana avanza con mayor éxito que los esfuerzos de la oposición cubana —para poner un ejemplo— y ha llegado incluso a la plaza de San Pedro, donde dos jóvenes concejales venezolanos permanecen en huelga de hambre.

Así que finalmente González ha logrado aterrizar en el país sudamericano con un entorno internacional favorable.

Varios son los puntos que tiene a su favor el político español, desde su importancia como figura relevante para la izquierda internacional hasta la adopción de una actitud que no busca en momento alguno la confrontación directa con el chavismo sino el desarrollo de un diálogo nacional al que busca ayudar pero no protagonizar.

Difícil de vender el argumento de asociar a González con la “mafia de Miami” y el “imperialismo yanqui”.

No hay que olvidar que González pretende participar no directamente sino como en la defensa de los presos políticos Leopoldo López, Antonio Ledezma y Daniel Ceballos, todos cercanos a la socialdemocracia, en la que el expresidente español también milita. En realidad, lo que cuenta aquí primordialmente es la figura de González, pero ello no implica reducir su labor a un papel simbólico.

Lo que la presencia de González trae a Venezuela es el ensayo de una vía hacia la cordura que pone en entredicho la actuación de Maduro, que hasta el momento ha respondido a la defensiva.

La misión de González busca además convencer a los presos políticos de que depongan su huelga de hambre, algo en lo cual está empeñada la Iglesia Católica venezolana. Todo ello en medio del proceso de enjuiciamiento a Leopoldo López, líder de la opositora Voluntad Popular (VP); Daniel Ceballos, exalcalde de San Cristóbal, y Antonio Ledezma, alcalde metropolitano de Caracas, quien se encuentra recluido en su casa tras una operación de urgencia.

Los dos primeros se encuentran en huelga de hambre desde hace 15 y 17 días, respectivamente. Otras 29 personas permanecen en ayuno: dos prisioneros políticos, un diputado regional, cuatro concejales y 22 estudiantes.

Durante su primer día de visita, y en medio de una conmoción mediática, González ha logrado moverse sin más dificultades que algunos retrasos en sus citas, pero lo más difícil está por venir, y es cuando se celebre la próxima audiencia contra López, el martes, a la que quiere acudir el líder socialista como asesor de la defensa. También está por verse si podrá visitar las prisiones donde permanecen el líder de VP y Ceballos.

Todo apunta a que el oficialismo impedirá con “actos de repudio” esta actividades.

De momento, al parecer la única táctica que piensa emplear Maduro contra González es la repetición del esquema cubano de lanzar las turbas a las calles. Ello unido, por supuesto, a la imprescindible campaña en las redes sociales y lo que parece ser el principal aporte chavista a la chusmería cubana: unir la superstición y los atavismos a los insultos.

Además de calificativos como “escoria”, tan conocidos por los cubanos, Maduro agregó en su cuenta de Twitter una amenaza chamánica: “El que se mete con Venezuela se seca”.

El problema para Maduro es si esta táctica resultará efectiva. Puede servirle para el argumento torpe de que se le permitió la entrada al país a González, pero que frente a la “ira” del pueblo la visita fue un fracaso. Sin embargo, tal respuesta solo contribuiría a justificar el planteamiento de que política intransigente lleva al país al caos.

De una forma o de otra, González le ha ganado la batalla a Maduro con su presencia en Venezuela. Lo que cabe preguntarse entonces es por las razones que llevaron a permitir su entrada. Pero esta respuesta se irá elaborando en los próximos días, a partir de las consecuencias del viaje.


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