Actualizado: 22/04/2024 20:20
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Fidel Castro, Cuba

La decadencia total de Fidel Castro

Ni física ni mentalmente está en condiciones para nada

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La última aparición de Fidel Castro ante las cámaras, en ocasión de las “elecciones” del 3 de Febrero, mostró a los cubanos y al mundo su avanzado deterioro físico y mental.

El coro de aduladores que le rodeó, rió con sus “ocurrencias”, y le alabó continuamente ante las cámaras, habrá servido para demostrar el nivel de estulticia a que puede llegar ese grupo de corifeos que se conoce como “prensa” oficialista en Cuba, pero ni aun con todos los esfuerzos en función de resaltar la supuesta “vitalidad” del Coma-andante se pudo lograr el objetivo.

Algunos que le admiran se quejaron de que no era justo permitir que se mostrara en público ese despojo humano en que se ha convertido Fidel Castro, pero pretender echarle la culpa a otros por esta cadavérica aparición en televisión es, como en tantas otras cosas, intentar culpar a los demás de los propios errores y ridiculeces de Fidel Castro.

Hasta ahora el oficialismo había culpado al imperialismo, al bloqueo, a la sequía, a los huracanes, a la contrarrevolución, al subdesarrollo, al sectarismo, a la tecnocracia, a la burocracia, a la traición, a la blandenguería, al acomodamiento, al cambio climático, a la crisis mundial, y hasta al pipisigallo, por los múltiples y continuos fracasos del supuestamente invencible Comandante. Ahora se pretende, y no desde el oficialismo precisamente, culpar a otros por el ridículo mundial de Fidel Castro de hace pocos días.

Es cierto que los ancianos merecen respeto, y hasta veneración. Sin embargo, lo menos que puede hacer un anciano de 86 años, si no fuera tan pedante, vanidoso, narcisista y egocentrista, sería actuar de manera tal que resulte merecedor de ese respeto. Y eso no se logra hablando incoherencias y pasando de un tema a otro sin orden ni concierto, desvariando sobre los neandertales, el planeta Marte, los búfalos, Napoleón Bonaparte, el crecimiento poblacional, las guerras, China, las elecciones en Estados Unidos, o la Antártida. Hablando de todo lo humano y lo divino, pero sin nada más allá de generalidades y superficialidades. Se hace el ridículo en estos casos, sobre todo cuando no se dominan a ciencia cierta los temas de conversación, aunque igual o mayor ridículo hacen quienes le rodean y se comportan como un coro de focas amaestradas.

Los así llamados periodistas cubanos se sorprendieron de que Fidel Castro recordara que el 14 de Julio es aniversario de la Revolución Francesa, una fecha que conoce cualquier estudiante de secundaria medianamente responsable en sus estudios. No se sorprendieron para nada, sin embargo, de sus desvaríos sobre Robespierre y que lo hubiera confundido con Marat, y que hablara atropelladamente de lo que podría haber sucedido si hubiera habido televisión en tiempos de la Revolución Francesa, y de las ideas, los instintos y el conocimiento, y el súbito salto, sin transición ninguna, al congreso de los periodistas, y de ahí a Timor Leste. ¿Esas irregularidades mentales no llamaron la atención a ningún profesional de la prensa oficialista?

Oficialistas que se deslumbraron con las cifras de búfalas y búfalos que el Comandante mencionó que se habían comprado, año por año. El cuento de siempre. ¿Quién tiene información oficial para comprobar esas cifras mencionadas por Fidel Castro? Y más todavía, ¿quién tiene corazón para desmentir esas cifras, en caso de que fueran erróneas?

Esos mismos que se dicen periodistas le dejaron hablar, sin cuestionarle para nada, de los problemas que generó para el país la inseminación artificial masiva, tanto por la poca eficiencia de las gestaciones vacunas como por los elevados índices de mortalidad de los terneros a causa de la desnutrición, como si la inseminación artificial masiva en Cuba la hubieran implantado los marcianos y no el mismísimo Fidel Castro, no solamente contra las recomendaciones de la ciencia, sino incluso contra el sentido común.

¿Quién destruyó la ganadería cubana? No fue el imperialismo ni la contrarrevolución. ¿Quién provocó la muerte de Ubre Blanca con exceso de ordeños para implantar récords mundiales y hacer propaganda a favor de la revolución? No fue el imperialismo ni la contrarrevolución. Sin embargo, el destructor masivo de Cuba vuelve a opinar sobre pastos y forrajes, producción de alimentos, aplicación de la ciencia a la agricultura. De pronto salta a referirse a la explosión del vapor francés La Coubre en 1960, que no tiene nada que ver con lo que se está hablando, y después regresa como si nada al tema de la inseminación artificial y los científicos productores de alimentos para “dure lo que dure la vida en nuestro planeta”. ¡Ni el Caballero de París lo podría igualar!

Además de alucinado, es cínico. Se considera con derecho a alertar sobre errores que no se deberían cometer. Él, el padre de todos los errores y de todas las desgracias de los cubanos, reaccionario y contrarrevolucionario como siempre, se siente con derecho a decir, sin sonrojarse, que el país está “en una etapa en la que es imprescindible marchar con mucho cuidado, no debemos cometer errores”. No tiene recato en decir, ante quienes le rodeaban babeándose al escucharlo, al referirse a más de medio siglo de dictadura totalitaria, que “no todo ha salido perfecto, pero constituye una obligación ineludible perfeccionar y superar lo que hemos hecho”. Y de ahí saltó a la responsabilidad de los periodistas, la ganadería y el crecimiento de la población mundial, como si nada.

Hasta el periódico Granma tuvo que enmendarle la plana cuando mintió sobre la salud de Hugo Chávez. Fidel Castro tergiversó la realidad cuando le preguntaron sobre el caudillo venezolano, diciendo: “está mucho mejor, recuperándose”. Sin embargo, el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, en la versión final de sus palabras, redujo el falso optimismo castrista a tres palabras: “se está recuperando”, omitiendo lo de “está mucho mejor”. No es casualidad.

Quienes prefieran recordar a este carcamal cuando era joven y vital, cuando no le temblaba el pulso para ordenar fusilamientos, confiscaciones, mítines de repudio, destruir la economía, o enviar cubanos a morir en cualquier parte del mundo, allá ellos, están en todo su derecho.

Yo prefiero verlo así, en lo que ha ido quedando ahora, a causa de su soberbia, su megalomanía y su vanidad ilimitada. Ya que, a pesar de toda la destrucción que ha dejado tras de sí, parece que no habrá oportunidad de juzgarlo ante un tribunal imparcial y justo antes de que se monte en la barca de Caronte, al menos podemos ver la forma en que se deteriora física y mentalmente sin ser capaz de reconocer y aceptar que su momento ya pasó, hace mucho tiempo.

Allá aduladores y románticos del comunismo con su nostalgia marxista y su devoción por los tiranos. Porque lo que merece Fidel Castro es que se le desee, como en la maldición china: “Ojalá que vivas muchos años”.


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