Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Venezuela

La hora de la verdad (I)

Para Fidel Castro, Venezuela siempre ha sido la plaza por excelencia para llevar a cabo el plan continental de conquista

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Hace seis años traté este tema viendo venir la tragedia que se avecinaba a los hermanos venezolanos. Hoy quiero volver a tocarlo porque en octubre de este año Venezuela se salva o se hunde. Como verán, las observaciones están basadas en las propias experiencias vividas al lado de Fidel Castro como uno de sus generales.

Lo hago guiado por mi amor a Venezuela y a los venezolanos a los cuales me uní siendo un adolescente de 19 años en el alzamiento contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

Me motivó escribir aquel trabajo anterior cuando leí la noticia de que Fidel Castro presidía la ceremonia de graduación de una promoción de militares venezolanos de la Escuela Superior del Ejército “Libertador Simón Bolívar”, que lo habían elegido como padrino de graduación.

“Para Cuba es un gran honor, un verdadero privilegio, la decisión de ustedes de realizar este acto en nuestro país”, afirmó durante la ceremonia, celebrada en la sede del Consejo de Estado, en La Habana, según informó el diario oficial Granma.

Luego entregó la Medalla Fraternidad Combativa y el título que los acreditaba como oficiales a los 74 militares. Además, obsequió al general Eduardo Antonio Centeno Mena, director de la institución castrense, una réplica del “Granma”, gesto retribuido con un submarino en miniatura de la Armada venezolana y dos bastones de mando.

Todo este trajín de la oficialidad venezolana visitando Cuba, los buques de guerra en visitas amistosas, los grupos de pilotos “intercambiando experiencias” y lo que falta por ver es solo una repetición de una vieja película de los años 70, un re-run como le dirían en Hollywood. Cambian solo nombres de Generales y de navíos. En aquella oportunidad fue el Buque Escuela de la Armada chilena “Esmeralda” en esta oportunidad es el “Goajira” T-63.

Probablemente los guiones del show cambien poco.

Micrófonos por doquier en las habitaciones que se hospedan para saber qué hablan entre sí, visitas a instituciones militares vitrina, pioneritos dándoles vivas y poniéndole pañoletas, cantándole himnos de seremos como el Che y por supuesto no faltaran las noches de Tropicana con sus mulatas de fuego y los ríos de ron para que suelten las lenguas.

¿Exagero?

Bueno, déjenme comenzar con el grupo que visitó Cuba encabezado por el General chileno Anaya Castro en 1972.

Más de cuarenta altos oficiales enviados por Salvador Allende para poder nosotros lavarles el cerebro en Cuba.

La flor y nata del anticomunismo de las Fuerzas Armadas chilenas llegó en aquel avión.

Entre ellos nada menos que el Coronel Roberto Souper, el famoso jefe del regimiento de tanques de Santiago de Chile que se lanzó contra La Moneda el 29 de junio de 1973, protagonizando lo que se conoció como “El Tancazo” tres meses antes de que Pinochet se decidiera cortar por lo sano.

¿No dicen que una imagen vale mil palabras?. Pues veamos una interesante foto.

En ella aparecen, de izquierda a derecha el General Arnaldo Ochoa, jefe del Ejército Occidental (fusilado por Fidel Castro en 1989); el General Senén Casas, Fidel Castro, el autor de este artículo General Rafael del Pino, el General Chileno Anaya Castro y Víctor Drake, el jefe de la Dirección Política del MINFAR en aquella época. Ahora fíjense bien en el rostro de otro oficial entre Castro y yo. Ese, es el famoso Coronel Roberto Souper, el hombre del “Tancazo”. Pero, ¿qué hacia este alto oficial chileno en medio de estas importantes maniobras del Ejército cubano en el extremo occidental de la isla de Cuba?

Simplemente, enviado por Allende para ser “salvado” por nosotros. Habíamos preparado unas maniobras sin precedentes al costo de varios millones de dólares para impresionar a los militares chilenos.

Solo la pérdida del MIG-21PFM tripulado por el Capitán Evelio Bravo Martín se llevó un millón y medio de billetes verdes.

¿Valía la pena el desbordante derroche de estas maniobras y la presencia constante de Fidel como anfitrión en una delegación militar que no tenía ningún nivel de visita de Estado? ¿Sirvió de algo la conversación de más de cuatro horas que Roberto Souper tuvo que aguantarle al máximo líder toda una madrugada destapando ni se sabe cuántas botellas de vino?

Quedó claro después que el coronel Souper fue quien trajinó al Comandante en aquella ocasión prometiéndole apoyar a Allende para después hacer todo lo contrario, lanzándose a los pocos meses con su regimiento de tanques sobre el Palacio de la Moneda.

Recuerdo que el corretaje fue tremendo en Cuba. A revisar las grabaciones ocultas que se hicieron de todos estos oficiales en sus habitaciones del antiguo hotel Habana Hilton, a llamar a las mulatas de Tropicana que tiraron sus bailecitos con los agraciados, a revisar los informes rendidos por los oficiales cubanos encargados de adoctrinar a la oficialidad chilena. Y por último la inquisición:

¡Que me los traigan que quiero hablar con todos ellos!

Pobre general López Cuba encargado de atender directamente a Roberto Souper. Le cayó arriba un bombardeo más grande que el que le cayó en los combates de Bahía de Cochinos.

¡Comemierda, cómo no te diste cuenta lo que tenía en mente ese hijo de puta! Tronó la voz de Fidel en el salón de reuniones del cuarto piso del MINFAR.

Los adoctrinadores estábamos todos con el rabo entre las patas.

Por suerte para mí los coroneles Jaime Stay y Jorge Vargas que me tocó atender aquellos días no participaron en el Tancazo. Meses después cuando le entraron a bombazos a La Moneda ya se sabía que todo estaba perdido en Chile y la reacción fue menos violenta contra nosotros.

Los primeros años de esa década del 70 fueron de una febril actividad por parte de Castro en su propósito de penetrar ideológicamente al estamento militar latinoamericano.

Con los militares peruanos se siguió un patrón similar que con los chilenos.

A los que nos tocó tomar parte en la ejecución de sus planes lo mismo se nos veía llevando en un vuelo especial al general Leónidas Rodríguez a Panamá para entrevistarse con Torrijos, que acompañando al primer ministro general Mercado Jarrín a una velada en Tropicana, o montándome en un avión MIG-21 de dos plazas para llevar de paseo al general César Enrico Praeli, jefe de la Fuerza Aérea Peruana y más tarde jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas Peruanas.

Después del revés sufrido en Chile y más tarde el golpe de perder sus esperanzas con Perú, al verse traicionado por el general Morales Bermúdez, quien entrega el poder a los civiles en contra de sus consejos, Castro continúa su febril actividad de levantar un bastión en tierra firme del continente. Los Sandinistas le dan esa oportunidad y Nicaragua se convierte en punto central de la guerra fría en la región hasta que el rechazo del pueblo nicaragüense a la desastrosa política colectivista de los Sandinistas dio al traste con el régimen de los hermanos Ortega.

He tratado de sintetizar lo mayor posible para no hacer este trabajo tan extenso que los haga perder el interés de una cuestión tan sensible e importante como entender la necesidad que siempre han tenido los gobernantes cubanos de mantener bajo su tutela a países y personajes que le financien sus reiterados fracasos económicos, políticos y sociales.

Lo hago en aras de dedicar el centro del análisis a la obsesión casi enfermiza que desde el propio año 1959 desarrolló Fidel Castro por Venezuela.

¿Casualidad? En su mente no hay espacio a la casualidad. La casualidad es un lujo que no es aceptable para el gobernante cubano. Solo la planificación meticulosa, fría y calculadora puede dar la victoria y ay de quien ose salirse de ella.

En los casos de Chile, Perú, Panamá, Nicaragua o Granada existía el precedente de consenso por parte de los gobernantes de esos países para la intervención y presencia cubana en sus asuntos internos, pero las invasiones llevadas a cabo contra Venezuela por parte de los más aguerridos e importantes generales cubanos como Arnaldo Ochoa, Raúl Menéndez Tomasevich, Ulises Rosales del Toro y hasta el guardaespaldas personal de Fidel Castro Antonio Briones Montoto, muerto en combate en el desembarco por Machurucuto el 8 de Mayo de 1967, apuntaban a que Venezuela era la plaza por excelencia para llevar a cabo el plan continental de conquista.

Ni siguiera la aventura del Che en Bolivia pudo contar con ningún General cubano del calibre y la talla de los Ochoa, Tomasevich o Rosales.

¿Razones? Múltiples. El episodio de Bolivia fue una de esas oportunidades que le encantan al Comandante para matar dos pájaros de un tiro. Su primer propósito crear un objetivo diversionista. Esta es una estrategia muy usada en el arte militar donde se trata de confundir al enemigo haciéndole creer que esa es la dirección principal por donde vienen los tiros. En la primera guerra del golfo el jefe de la coalición de tropas aliadas general Norman Schwarzkopf simuló todo un desembarco anfibio por las costas de Kuwait para confundir a las tropas de Sadam Hussein, mientras el grueso de las fuerzas irrumpía desde la frontera de Arabia Saudita y cortaba al Ejército iraquí en dos, desguazándolos mas tarde.

El segundo objetivo del episodio de Bolivia fue por supuesto deshacerse del otro caudillo iluminado. No hay cabida bajo un mismo techo para dos caudillos iluminados. Mucho menos en un proyecto continental tan bien planeado por Fidel Castro. Por lo tanto el caudillo que pretendió convertir a cada cubano en un hombre nuevo, en una especie de San Francisco de Asís de la revolución debía ser sacrificado. Alfil por peón para allanar el camino al jaque.

Pero volvamos a Venezuela. ¿Por qué precisamente Venezuela? ¿Por qué no, digamos Brasil donde existían selvas majestuosas excelentes para desarrollar las teorías del foco guerrillero? ¿Por qué no Guyana? ¿Por qué no Costa Rica, Guatemala, Belice o hasta el propio México que están tan cerca de las costas cubanas? Estoy hablando de invasión de la flor y nata de generales cubanos, no de los focos guerrilleros que proliferaron en otros países como Colombia, donde solo se apoyó con entrenamiento y armas.

Sencillamente por la misma razón que fue Angola el único país africano que tuvo que soportar un ejército de ocupación de más de 50.000 cubanos durante 15 años. Las aventurillas del Congo, de Guinea, de Argelia, de Yemén eran como Bolivia, simplemente acciones diversionistas. A mí me llamó mucho la atención una reunión que sostuvimos el General Colomé Ibarra y yo con Samora Machel en Maputo a solicitud del presidente Mozambiqueño a principios de 1978.

Samora Machel había solicitado a Fidel Castro la presencia de tropas cubanas en su territorio para defenderse de una posible agresión de África del Sur. Por aquellos días el Gobierno racista de Rodesia, hoy Zimbabwe, había ejecutado innumerables acciones de ataque a campamentos del ZANU en territorio de Mozambique y Samora pedía a gritos ayuda, incluyendo pilotos para que le volaran varios escuadrones de MiG que los soviéticos le habían suministrado.

Hasta que despegamos de La Habana en el vuelo de Aeroflot yo pensé que se trataba de una visita seria, pero ya en el propio vuelo Colomé se encargó de hacerme comprender que era una visita para cubrir las formas. Que Samora Machel viera que el Comandante atendía sus preocupaciones, pero que en realidad no se concretaría nada.

Dije inicialmente que me llamó la atención esta reunión con el Presidente de Mozambique y su Estado Mayor porque en realidad, si la misión nuestra en África según Fidel Castro era proteger a los africanos de las agresiones de los racistas surafricanos, había algo que no cuadraba. Mozambique estaba siendo atacado constantemente por los rodesianos, poseía una frontera totalmente vulnerable con Sudáfrica e indudablemente estaban mucho más indefensos que Angola.

¿Por qué Angola sí y Mozambique no? Por lo mismo que Venezuela sí y Brasil no. Por un solo denominador común que lleva el nombre de petróleo.

Quizás alguien pueda preguntar, bueno, ¿y Etiopía qué?

Etiopía fue una de las grandes palas de la guerra en África. Digo pala porque hasta unos meses antes del enfrentamiento, las tropas somalíes eran asesoradas por los cubanos, encabezados por el coronel Librado Reina Beritán, jefe de la Misión Militar cubana en Somalia. Sabíamos perfectamente la composición de sus unidades, las posibilidades combativas, sus puntos débiles, sus reservas de proyectiles, los defectos de sus jefes, en fin, no tenían la más remota posibilidad de aguantar nuestro arrolladora maquinaria militar suministrada por los soviéticos y nos daban en bandeja de plata la oportunidad de dejar boquiabiertos a todo el tercer mundo.

El conflicto Etíope-Somalí era una bronca ancestral entre ambos países que no tenía nada que ver con nosotros. Pero nos hacía falta un gran show. Un espectáculo que al mismo tiempo que embarcara a los soviéticos en la aventura africana, le demostrara a ese complejo mundo africano la invencibilidad de la maquinaria bélica cubana. Todo se preparó tras bambalinas y el show se dio de acuerdo al guión. Hasta los soviéticos se tragaron la píldora y como siempre la prensa sensacionalista occidental sacó de proporciones la breve campaña del Ogaden. Al igual que Herbert Mattews en la Sierra Maestra 20 años antes, esa prensa servía nuevamente para allanar el camino a la idea estratégica de Fidel Castro.



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