Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Disidencia, Oposición, Represión

La oposición leal y el Síndrome de Estocolmo

Se “olvida” las condiciones específicas de los opositores de todos los signos ideológicos en Cuba y la política del gobierno cubano frente a ellos

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Hace algunos días el colega Arturo López Levy me envió su artículo “El llamado de Glendower”, publicado en el blog de Emilio Ichikawa. En el artículo, el colega critica a la oposición cubana interna y evalúa los resultados de sus giras internacionales. Le faltó sólo contrastar la posición de los opositores con relación a los “cinco héroes”, con lo cual, hubiera completado la agenda fundamental del gobierno.

El error metodológico fundamental del análisis está en que López Levy contrasta lo que debería hacer la oposición, tomando como referente los puntos de la agenda del gobierno cubano o lo que favorecería los intereses del gobierno cubano. Desde este punto de vista, su propuesta es que los opositores deberían comportarse como una oposición leal, es decir, que siendo todos los días reprimidos con “los actos de repudio” y/o lapidados moralmente por el gobierno cubano y sin derecho a réplica, deberían ser leales a sus verdugos. Así, Levy apuesta a que los opositores sufran el Síndrome de Estocolmo a pesar de la violencia moral, psicológica y física contra ellos. Es un contrasentido lógico juzgar a los que se oponen al gobierno a partir de los puntos de la agenda y/o de los intereses gubernamentales. Cuba no es su gobierno y la nación no se reduce a este.

Desde el referente equivocado, López Levy juzga la actuación de denuncia de los opositores que han salido al exterior como un error, y la ausencia de propuestas de solución a los problemas del país que sería lo adecuado —desde su punto de vista— para negociar en el exterior. En el primer caso, le parece poco inteligente que los opositores defiendan su integridad física y moral —dentro del país no tienen cómo hacerlo— y a la vez denuncien las condiciones de los derechos humanos en Cuba. En el segundo caso, no se ha interesado el colega López Levy en utilizar el maestro Google para enterarse de los programas políticos de las diversas agrupaciones opositoras cubanas dentro del país, de manera tal que desde una posición superficial y rampante da por sentado la ausencia de propuestas viables y sensatas, unas más, otras menos, de acuerdo a las preferencias y elaboración políticas de cada uno, pero todas serias y bien estructuradas y desde todo el espectro político contemporáneo. Quizás, la única salvedad en la que tiene razón Levy, sea el llamado a una huelga general nacional sin tener las condiciones para esa convocatoria lanzada por el disidente Jose Luis García Pérez (Antúnez). Aunque comparándolo con la “actualización” de un modelo “que no nos sirve ni a nosotros mismos”, según palabras del ex presidente Fidel Castro, Antúnez peca por tomar los sueños por realidad y la élite política cubana peca de incapaz.

Se le exige a la emergente sociedad civil cubana una unidad nacional, un arrastre masivo de población y una elaboración de un programa nacional viable y consensuado que ni el gobierno cubano con el control de todos los recursos materiales, militares e informativos logra tener. Es de esta manera que el análisis de López Levy pierde contacto con la realidad.

Le critica a la oposición haber ejercido más “la propaganda y agitación” que una negociación de un programa democrático en sus giras. Sigue abstrayéndose el colega Levy de las condiciones represivas en las cuales se desarrollan los opositores y que son cuestiones vitales, —claro, no para el caso del colega López Levy—, a la vez que les pide una postura diplomática como si se tratara de senadores de sociedades “abiertas” o diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en fin, funcionarios en gira oficial de intercambio con sus homólogos extranjeros. Los opositores son individuales o colectivos y de las más diversas posiciones ideológicas, sin embargo desde el prisma de López Levy, cada uno debía llevar consigo un programa “presidenciable”. No sé cómo se le pide a cada opositor que salga a hacer campaña electoral internacional si dentro del país está rotundamente prohibido.

Los niveles de cohesión que quiere buscar y no encuentra Levy los puede observar, por ejemplo, —ya que no quiere estudiarse las propuestas más profundas y las campañas de la izquierda, centro y derecha opositoras—, en la adhesión de todos los signos políticos a la “Campaña Por otra Cuba”, impulsada por Estado de SATS.

Le critica Levy a los opositores que han salido de gira internacional “no haber influido en la política norteamericana hacia Cuba” en realidad el gobierno cubano con más de cincuenta años en el poder y siendo gobierno tampoco. No se entiende esta exigencia a los que son reprimidos y no tienen el poder de representar a la nación desde el gobierno, ni siquiera desde un partido legal o asociación legal de ciudadanos o simplemente como un ciudadano individual.

Por último, López Levy le critica a los opositores cubanos que luego de volver al país no han tenido un impacto multiplicador sobre sus coterráneos y “olvida” de nuevo el colega en qué condiciones desarrollan su actividad los opositores en Cuba.

El problema central de toda su reflexión, es que no se analizan a los actores sociales en el contexto en el cual desarrollan su actividad cívica y sobre todo, tampoco, se tiene en cuenta la política de los gobernantes cubanos frente a la oposición de izquierda centro y derecha. Un análisis al margen de estas condiciones produce evaluaciones psicóticas.

Un muy serio intelectual cubano, Aurelio Alonso, señalaba en el 2008 que nos gustara o no nos gustara, las Damas de Blanco son nuestras. Y por otra parte, deberíamos preguntarnos si no son el fruto de nuestras propias políticas.

Yo agrego como análisis que hay que terminar por definir que los opositores son tan cubanos como la élite gubernamental cubana, que no han sido “fabricados” en ninguna empresa norteamericana y que las causas de su existencia y sus grados de radicalismo, están en correspondencia con la crisis que azota al país hace más de 23 años y en la incapacidad negociadora del gobierno y su intolerancia con respecto a sus propios ciudadanos, desde los discrepantes hasta los opositores.

En cuanto a la crítica a Estado de SATS, que se comenta en el artículo del colega Levy, debo aclararle que la palabra SATS, no anuncia ningún “explote” social, ni alguna intención de violencia, sino una concentración de energía de los actores sociales antes de salir a escena. Otra vez, si se hubiera ayudado del maestro Google, se hubiera ahorrado su mala interpretación, conociendo la significación del término, que viene del teatro y que es utilizado por dramaturgos como Eugenio Barba. Nada más positivo, pacífico y creativo que el contenido de ese término.

Si se trata de demonizar y ridiculizar al “otro”, esta claro que la superficialidad y el análisis al margen de las condiciones reales donde ejercen su actividad los opositores de todos los signos ideológicos son los instrumentos idóneos, aunque produzcan —por su falta de realismo político— evaluaciones psicóticas. Esta “alergia” e intolerancia del gobierno cubano y López Levy hacia la diversidad opositora o incluso hacia la diversidad crítica al margen del gobierno es un ángulo de análisis por el que habría que empezar.


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