Actualizado: 18/04/2024 23:36
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FAR, Militares, Represión

Los generales cubanos, detentores de las riendas del poder

El autor del artículo considera que el verdadero factor de resistencia a los cambios y soporte del régimen es la casta del generalato

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Más allá de las apariencias que apuntan al aparato represivo como principal artífice de los abusos y atropellos que se cometen contra el pueblo, el verdadero factor de resistencia a los cambios y soporte del régimen es la casta del generalato, esos cínicos que disponen del poder real a través de las fuerzas militares. Son quienes garantizan la gobernabilidad a los hermanos Castro, y hasta la futura sucesión dinástica a sus retoños, mientras reciben de prebenda el control de más del 60 % de la economía nacional. Se parapetan detrás de la propaganda que los proyecta como simples profesionales castrenses, ajenos a la actividad represora. Y para cuando llegue la hora del desplome, se reservan el rol de patriotas salvadores del pueblo, en lo que responsabilizarán a los “tontos útiles” de la policía política con los desmanes de la dictadura.

A nivel global se están dando asombrosos cambios políticos y sociales, como resultado de las nuevas dinámicas que traen consigo las modernas tecnologías de la información y las comunicaciones. Tal es el caso del desmonte voluntario del despiadado régimen militar de Myanmar mediante reformas aperturistas, o la ola liberadora que azota a los pueblos árabes del Medio Oriente. En esta última región, en un corto período de tiempo, quedó claro que cuando se llega a la situación de reclamos populares masivos el resultado es el derrocamiento de los regímenes dictatoriales, a pesar de las diversas acciones represivas a las que recurran los gobernantes en sus esfuerzos por conservar el poder.

Cuando en Túnez el pueblo se lanzó a las calles la respuesta del dictador Ben Alí fue relativamente suave, sin mucha represión, y le costó su salida del poder. Algo más cruenta fueron las acciones de Hosni Mubarak, en Egipto, con centenares de civiles asesinados, y también terminó depuesto. El caso extremo lo constituye Libia, donde las masacres ordenadas por Muamar el Gadafi desataron una guerra civil que culminó con su derrota y ejecución a manos de los insurgentes.

En Cuba, pese a los constantes llamados a la resistencia sin cuartel de la élite gobernante, no se debe obviar que desde el exterior llegan influjos nada apetecibles para el escenario de campo de concentración platanero impuesto por la fuerza. Sumado al súbito infarto del modelo de ordeno-y-obedece, le agrietan las bases al régimen el oxígeno de la Globalización, y las tecnologías modernas que le acompañan. Y lo más determinante, es que no hay obstáculos que eviten la contaminación, esta realidad se filtra y transforma gradualmente la conciencia y el conocimiento tanto de represores como reprimidos, detallando el callejón sin salida nacional en que todos están sumidos.

En medio de ese contexto, se vuelve obsoleta la probada fórmula de dominación y control social que aplica la policía política, que consiste en reprimir de manera permanente al 10 % de la población para mantener aterrorizada al resto. Y dejará de ser efectiva cuando un simple 5 % de esa enorme y sumisa masa autocensurada logre dominar el miedo y se niegue a someterse sin chistar. Mas, como probable consecuencia, una súbita rebeldía nacional, al estilo de las que ahora ponen en ascuas a los tiranos árabes que quedan, le significaría al régimen un enorme cúmulo de problemas. En términos concretos, equivale a preparar y disponer de manera acelerada de por lo menos el doble o más de su infantería, el fascio di combattimento conformado por estrategas, esbirros, jueces y cancerberos, amén de la remodelación y aumento del nivel de delación, la parafernalia de espionaje, el instrumental anti-motín y el metro cuadrado de ergástula por habitante. Pero para consolidar todo el cúmulo gigantesco de esa movilización e inversión también debe incrementar al doble, o al triple, su aparato de propaganda y la ya constante e indigerible cosmogonía ideológica, sin conexión con una realidad que la desborda y trasciende.

Y hasta aquí solo se menciona la logística, algo realmente inútil a diez de últimas si se considera que todo el arsenal semejante de los regímenes totalitarios de la RDA, Rumanía, la antigua Checoslovaquia y tal, se quedaron sin poder darle uso debido a la velocidad fulminante y arrolladora del triunfo de la libertad. Otro factor significativo es que ningún régimen totalitario puede permitirse, ni quiere que sea vox populi, que su aparato de policía política crezca más allá de los determinados límites que lo hacen manipulable. Proporciones mayores de esta institución, por su función más informada y sin ley que el Ejército, la convierte en un organismo armado para nada confiable, por la amenazante tentación de un desplazamiento del poder a sus privilegiadas pezuñas.

Por tanto, la limitación de desarrollo del presente modelo represivo queda más en las púas. Además del incosteable incremento de la base represiva que permita accionar hacia un nivel más elevado de coacción social, para mantener ese objetivo funcional se haría necesario incluso pasar a asuntos mayores. Equivaldría a estructurar algo bien distinto y más tenebroso: un sistema de castigo masivo a la ciudadanía. Podría ser semejante a las purgas estalinistas, contabilizando un elevado número de ejecuciones y cifras de prisioneros superiores a la actual, que supera los 100 mil reclusos. Los cubanitos quedarían encerrados en campos de trabajo forzado y reeducación política, como lo practicó en forzosas comunas el experimento chino, el maoísta Gran Salto hacia Delante. O quizás consistiría en algo más simplón: implementar un camping al estilo kampucheano. Algo semejante ya lo acariciaba el primer dictador de los Castro a principios de los 90, disfrazándolo con el rimbombante nombre de Opción Cero.

No se puede considerar como posible ninguna de esas barbaridades, no por falta de ganas de los explotadores, sino por diversas razones obvias que hacen mucho más pequeño y comunicable el mundo de hoy, así como la rampante falta de recursos hija de un nivel de consagrada incompetencia difícil de emular, y sobre todo, lo denunciado en el mundo de ese estadio de terror totalitario. Esto lo hace poco opcional de repetir, y menos en medio de Occidente. Sin embargo, sigue en pie la baja catadura moral y la falta de escrúpulos, el miedo a perder los privilegios y la ausencia de un sentido patrio en la élite estalinista que gobierna el país. Y ese sayón encaja principalmente en los miembros activos del generalato, el motor de sostén del acomodo que está recibiendo el totalitarismo cubano con el otro heredero de la corona, el general Raúl Castro.

Esos compañeros de filas del actual gobernante, poseedores de las armas al por mayor, son los cómplices arteros y callados que discretamente desde la sombra instrumentan, ordenan y ejecutan el nuevo look del régimen, conservando la estructura vertical, militarizada y explotadora de la sociedad. A cambio de sus privilegios pretenden garantizar, sin ánimos de rivalidad por el poder, la siguiente sucesión de la dinastía Castro en lo que consideran un negocio familiar. De hecho, cuentan con impunidad para cuando fracasen en torpes maniobras de enriquecimiento. Así lo demuestra lo sucedido con el general Rogelio Acevedo, en el reciente escándalo de la Aviación Civil. O la situación del Comandante de la Revolución Ramiro Valdés, el mayor responsable en el notorio affaire del cable submarino con Venezuela y el robo desmadrado en los haberes de ETECSA, la compañía monopólica de la telefonía en Cuba. En ambos casos sus colaboradores recibieron el mazazo represivo y la furia de la ley castrista, mas ellos quedaron incólumes, libres de responsabilidad, tranquilizando al resto de la grey militar.

Las fuerzas represivas de la policía política, la contrainteligencia política y militar, los miembros de la PNR, los guardias de prisiones y por último los chivatos y colaboradores activos que se dejan incluir o participan con entusiasmo en la represión de los ciudadanos que comienzan a ser un creciente número de desafiantes inconformes, son arteramente designados por estos generales como los futuros chivos expiatorios que se enfrentarán a los tribunales de una nación liberada del yugo de los Castro y compañía. Estos brutales sujetos están cargando con el trabajo sucio, siendo explotados en esa peña de falso poder en el que se dejan encumbrar sobre la ciudadanía, incitados a protagonizar abusos y atropellos de los Derechos Humanos y a la ignorancia, violación, y hasta la burla de las presentes leyes.

Pese a toda la baba ideológica que les viertan en sus oídos, no serán inocentes por obediencia debida. Por cada general que en Argentina, Chile, Uruguay o Brasil es llevado al banquillo de los acusados por crímenes de lesa humanidad, decenas de subalternos torturadores y violadores han sido condenados a largas penas. Ahora mismo los represores cubanos están cargando con toda la ignominia que la pandilla en el poder está dispuesta a dejarles caer sobre los hombros. Mañana serán los primeros en abandonarlos a su suerte, echándoles encima toda la responsabilidad material de la brutal represión, los abusos, ilegalidades y hasta asesinatos contra el pueblo cubano. Serán juzgados cada uno de los que han golpeado salvajemente, ayudado a ejecutar ilegalmente, “suicidando” en su celda a un prisionero o abandonando a su suerte a enfermos que han perecido por su desidia y desprecio. De lo que sí pueden estar seguros es de que nunca faltarán los delatores entre sus filas porque la delación ellos mismos se han encargado de validarla como una virtud “revolucionaria”.


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