Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Panel de opinión

Respuesta de Juan Antonio Blanco

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1) ¿Cree usted que sería posible que en Cuba el descontento existente llegara a expresarse de la misma manera, mediante manifestaciones y revueltas populares a favor de la democracia y de un cambio de Gobierno?

Ver respuesta a la pregunta 3.

2) De producirse ese fenómeno en la Isla, ¿cuál considera que sería el papel que asumiría el Ejército cubano?:

A) De incondicionalidad al Gobierno.

B) De mediador en la crisis.

C) A favor de los manifestantes.

D) Se dividiría a favor y en contra del Gobierno.

¿Cómo se define “Ejército”? ¿Suponemos que es lo que los sociólogos llaman un “actor unitario racional” que, como si fuese una sola persona, calcula costos y beneficios a la hora de optar racionalmente por una decisión? Si esa es la lógica detrás del uso del término “ejército’ entonces mi respuesta es negativa.

Hay que precisar más este asunto porque las FAR no son el MININT del mismo modo que “los militares” son una categoría que engloba tanto a aquellos conectados con las empresas del conglomerado dolarizado como a los que apenas ven las alambradas de su unidad y solo tienen privilegios en especie (jabitas, casas de descanso, etc.) pero no acceso en grande al dólar. Y cada General, como cada persona, es diferente. Si se ordena disparar contra las manifestaciones populares —no siempre van a estar concentradas en un solo punto como el Malecón en 1994— la experiencia dice que cada jefe de unidad puede tomar una decisión distinta y lo mismo sucede con los soldados.

Prefiero pensar que estos últimos tendrán gran resistencia a disparar contra civiles en una calle, aunque lo han hecho cuando van en embarcaciones. Pero, por lo general, lo que haga el primero es lo que harán los demás. Si uno dispara, otros lo harán. Si el primero tira el fusil, es probable que los otros lo sigan. Y en una situación como esa de nada sirve la incondicionalidad y sumisión del generalato en el Estado Mayor, si el jefe de pelotón y sus subordinados en la escena de los hechos deciden incumplir una orden criminal.

Lo importante es hacerles saber desde ahora a todos los militares cubanos de las FAR y el MININT que el derecho internacional humanitario no reconoce como atenuante la obediencia debida a órdenes criminales que provengan de mandos superiores. En ese terreno cada cual es y será responsable por lo que haga. Y como dice el dicho “guerra avisada no mata soldado”.

3) ¿Considera que las reformas que ha emprendido el Gobierno cubano marcan un tiempo de espera dentro del que es improbable una revuelta popular, por muy precaria que sea la situación económica y la vida cotidiana de la mayoría de la población? ¿O son claramente insuficientes y la paciencia de la población puede agotarse y estallar como está ocurriendo en el mundo árabe?

El Gobierno cubano hace tiempo que ha optado por actuar como Chacumbele, aquel que dicen “se mató él mismitico”. Lo que finalmente —después de mucho cavilar— llega a decidir medianamente bien resulta que llega tarde, en dosis escasa y por motivaciones erradas. Estas medidas no han sido la excepción.

Quieren crear un sector privado que reabsorba el desempleo (y de ese modo alivie la tensión social) y les equilibre el déficit interno (pagando impuestos desmesurados) cuando ni siquiera ha nacido.

Quieren que la diáspora siga desterrada, pero que financie el surgimiento de ese sector con remesas de las que, además, siguen apoderándose parcialmente con costos e impuestos exagerados para así contribuir a equilibrar sus finanzas externas.

Quieren, en resumen, un sector privado que no trabaje para sí, sino para el Gobierno y un destierro que lo sostenga.

Están perdiendo —no ganando— más tiempo con inútiles piruetas al borde del abismo al que se refirió Raúl Castro. En fin, son cosas de Chacumbele.

La cuestión de si va a ocurrir un estallido “como está ocurriendo en el mundo árabe” es otra cuestión.

Cada país tiene su especificidad y eso marca las modalidades de reacción ante la realidad, pero hay un grupo de factores que constituyen común denominador entre Egipto y Cuba. Entre ellos se destacan los siguientes:

  • Gobiernos autoritarios, prolongados y económicamente fracasados que buscan su legitimidad —ya inútilmente— en el nacionalismo y en enemigos externos.
  • Imposibilidad de disentir, expresar libremente los problemas y encontrar canales políticos para encauzarlos y resolverlos.
  • Sistemas políticos que carecen de instituciones que sean capaces de prevenir, administrar, contener y resolver los conflictos de manera política, por lo que cuando ellos explotan se ven obligados a recurrir a la fuerza para sostener el status quo con lo que hacen más grave la situación.
  • Empeoramiento de la situación social y económica.
  • Extendida creencia de que el Gobierno y sus principales líderes no saben guiar al país para trascender la crisis, padecen de una extendida corrupción y están distantes del padecimiento cotidiano de las mayorías.

Los gobiernos creen tener controlada la situación cuando infiltran, dividen y distraen a los grupos de oposición. Pero cuando la disidencia ante el status quo es un fenómeno de masas —que incluye su propia militancia— ya no saben qué hacer. A menudo responden con métodos represivos tradicionales y eso agrava aun más su situación. El de Cuba va por ese camino hasta el presente.


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