Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Panel de opinión

Respuesta de Roberto Álvarez Quiñones

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1) ¿Cree usted que sería posible que en Cuba el descontento existente llegara a expresarse de la misma manera, mediante manifestaciones y revueltas populares a favor de la democracia y de un cambio de Gobierno?

No lo creo, o al menos no lo vislumbro a corto plazo. El castrismo prácticamente hizo desaparecer la sociedad civil y además tiene cinco válvulas que operan a su favor para el escape de presión social o evitar que le entre vapor en exceso a la caldera:

1) La obligación que tiene el ciudadano de a pie de “inventar” diariamente para comer y cubrir sus necesidades más elementales, lo que le lleva demasiado tiempo, esfuerzo y preocupaciones como para pensar en otra cosa.

2) La no existencia de vías de comunicación horizontal en la sociedad, vía Internet u otros medios sociales, asociaciones, etc. lo que impide su movilización y organización, unida a la manipulación de la información y la propaganda constante en los medios, todos propiedad del Gobierno.

3) Las ansias que tiene buena parte de la población de abandonar el país —sobre todos los jóvenes—, en particular hacia Estados Unidos o España, porque “esto aquí no tiene remedio”, meta que se traduce en no buscarse problemas para que no le nieguen la “tarjeta blanca” llegado el caso.

4) Aunque una amplia mayoría no tiene muchas esperanzas de que los cambios anunciados mejoren su vida, buena parte de la población les da al menos el beneficio de la duda y se vuelve a ilusionar con las promesas típicas de la era fidelista. Eso les calma la desesperanza.

5) Las remesas en dólares (llevados a CUC en la Isla) que reciben cientos de miles de personas, sobre todo desde EEUU, que les hace la vida mas “llevadera” dentro de la miseria ambiental isleña.

Y como monitoreando estas cinco válvulas de escape para que funcionen a plenitud agréguese el factor más importante de todos: el aparato de represión más sofisticado, abrumador y eficiente que ha existido nunca en las Américas, en Egipto, Túnez, Argelia o cualquiera otra nación árabe.

Sin embargo, los tímidos cambios (insuficientes) del Gobierno de Raúl Castro para tratar de reducir la improductividad crónica de la economía cubana van a traer dos serios problemas para la dictadura: 1) inevitablemente se van a ir abriendo ciertos espacios para el brote de una sociedad civil independiente, que irá cobrando fuerza lentamente, sobre todo si logra contar con la ayuda de nuevas tecnologías para acceder a Internet, y 2) como la economía artesanal de subsistencia —o del “timbiriche enriquecido”— que propugna el raulismo no podrá emplear al millón de trabajadores que serán despedidos, el descontento y la frustración van a crecer sustancialmente.

De manera que si a corto plazo no veo revueltas en el horizonte, el panorama podría modificarse más adelante en la medida que se haga ostensible el fracaso de las “reformas”. Puede que le entre tanto vapor a la caldera social que termine por estallar. Es algo que no se puede descartar.

2) De producirse ese fenómeno en la Isla, ¿cuál considera que sería el papel que asumiría el Ejército cubano?:

A) De incondicionalidad al Gobierno.

B) De mediador en la crisis.

C) A favor de los manifestantes.

D) Se dividiría a favor y en contra del Gobierno.

Si se produjera una protesta muy masiva en La Habana el Gobierno ya no podría utilizar las bandas paramilitares del partido denominadas Brigadas de Respuesta Rápida y tendría que lanzar por delante a las tropas antimotines del Ministerio del Interior para golpear y disparar incluso a matar. Tengo dudas, no obstante, acerca de si esas fuerzas estarían dispuestas a llevar a cabo una matanza.

Las protestas tendrían que ser multitudinarias e irse de control para que el Gobierno acudiese al Ejército, particularmente a sus fuerzas élites de asalto conocidas como “avispas negras” o boinas rojas (especie de rangers estadounidenses). Si este fuese el caso, la situación sería muy grave y seguramente se produciría una fractura en el alto mando militar derivada de una ruptura en la cúpula castrista, que tendría que tomar la decisión de reprimir a tiros. Probablemente la línea fascistoide —tipo Ramiro Valdés o Machado Ventura— votaría por la represión brutal, incluyendo la masacre. Pero el ala más lucida no estaría de acuerdo, aunque podría estar en minoría, sobre todo si se percibe que la dimensión de la protesta es demasiado peligrosa.

Pero especulaciones aparte, si el Ejército recibiese la orden de masacrar me inclino a pensar que los oficiales al frente de las tropas encargadas de reprimir en el terreno se negarían a hacerlo, o se produciría una división entre ellos, sobre todo porque los valores ideológicos, la utopía marxista, el “futuro luminoso” del socialismo y los ideales de la Revolución, simplemente ya no existen. Los militares tal vez habrían reprimido una manifestación “contrarrevolucionaria” hace 30 o 40 años, pero no hoy. No van a atropellar o matar a hombres y mujeres desarmados para defender a un régimen comunista en el que la mayoría de ellos ya no cree.

Es más, si la orden de matar a mansalva llegase posiblemente esas tropas del Ejército, o una parte de ellas, podrían unirse a los manifestantes, como ocurrió en Rusia y demás países ex comunistas. Eso llevaría a un escenario diferente cuyas proyecciones solo pueden realizarse con una bola de cristal delante.

3) ¿Considera que las reformas que ha emprendido el Gobierno cubano marcan un tiempo de espera dentro del que es improbable una revuelta popular, por muy precaria que sea la situación económica y la vida cotidiana de la mayoría de la población? ¿O son claramente insuficientes y la paciencia de la población puede agotarse y estallar como está ocurriendo en el mundo árabe?

El tiempo de espera en Cuba a ver qué pasa es solo uno de los factores ya citados que constriñen las posibilidades de protestas callejeras, pero es fundamental. La frustración que tendrán los cubanos cuando se vaya haciendo patente el fracaso de la “actualización del modelo económico cubano” como lo llama oficialmente el régimen, va a dar un giro a la situación. No me imagino tanto protestas colosales como las de Egipto, como que surgirán inéditas formas de presión popular al Gobierno, un descontento generalizado que irá erosionando el miedo de la gente a decir y hacer cosas sin el visto bueno del Estado. Ello quizás podría allanar el camino para expresiones más fuertes de inconformidad social, incluidas las protestas callejeras.

Algo que quiero enfatizar es que las exigencias callejeras de democracia que recorren el norte de África no tienen cómo llegar al corazón de la sociedad cubana. La gente en la Isla ni siquiera sabe exactamente lo que está hoy en juego en el Medio Oriente.


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