Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Hijo, Venezuela, Maduro

Un fruto demasiado Maduro

Algunos piensan en Venezuela que Maduro ha comenzado a preparar a su hijo como posible sucesor, aunque otros recuerdan al poeta Machado, y dicen que “es una fruta vana”

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Los dictadores, grandes y pequeños, se repiten e imitan. Y sus hijos también. Nicolás Ernesto Maduro Guerra, el único vástago del presidente venezolano Nicolás Maduro, salta de un cargo a otro disímil con el fin de enfatizar su ausencia de conocimientos —que le permite estar al frente de cualquier cosa— y con la garantía de que siempre lo hará mal gracias a la impunidad que le rodea. Se divierte como el heredero de una gran fortuna mientras se define como “soldado de Chávez”. Una y otra vez exhibe la impudicia de quien sabe que su campo de batalla más cercano es un estudio de televisión, junto a un presentador cómplice; una tribuna amaestrada, un festival musical nacido del despilfarro o una fiesta donde otros le tiran dinero. Por algo es hijo de quien es, debe pensar a cada momento.

Un video muestra a Maduro Junior —como le conocen en Venezuela— bailando al ritmo de música árabe durante la boda de José Zalt, un testaferro chavista sirio dueño de la marca de ropa Wintex, celebrada el pasado 14 de marzo en el lujoso hotel de cinco estrellas Gran Meliá Caracas.

Tras la ceremonia y el banquete, Nicolás Ernesto se subió al escenario a la vez que varios de los invitados arrojaban sobre él varias decenas de dólares.., informa el diario español El Confidencial.

Si bien lanzar dinero es una costumbre en las bodas árabes, varios medios de comunicación y opositores al régimen chavista han mostrado su rechazo por el comportamiento del hijo de un mandatario cuyo país está sumido en graves problemas económicos y sociales, y donde impera una extendida escasez de bienes de primera necesidad.

Con tan solo 25 años, no se le conoce formación académica ni profesional a Maduro Guerra, aunque su carrera meteórica en la administración pública y en la política hace pensar que lo están preparando como posible sucesor del mandatario venezolano dentro de varios años. De él solo hay una referencia de que pudo haber estudiado Economía en la Universidad Nacional Experimental Politécnica de la Fuerza Armada Bolivariana y de que fue flautista del Sistema de Orquestas de Venezuela entre 1998 y 2004, aunque luego no fue capaz de seguir estudios musicales superiores.

Sin embargo, en esa breve carrera el hijo del presidente venezolano ha desempeñado importantes cargos, siempre nombrado a dedo por su padre.

El primero de ellos fue el de jefe del Cuerpo de Inspectores Especiales de la Presidencia, para el cual apenas hizo un curso. En junio del pasado año fue hecho director de la Escuela de Cine y en diciembre designado coordinador general del Festival Suena Caracas.

Lo común en estos tres desempeños es la ineptitud del elegido.

Como jefe de inspectores tenía a su cargo un nutrido grupo de expertos y especialistas —desde abogados y administradores hasta ingenieros— para recorrer el país y perseguir la corrupción, Al final de cada viaje, hacía un informe que enviaba directamente a su padre (si alguien encuentra similitudes entre esta labor y la del hijo de Raúl Castro en Cuba puede estar seguro que no son simples coincidencias).

Sin embargo, poco pudo hacer Maduro Jr. al frente del cuerpo de inspectores, 10 sabuesos que durante meses aparecían en distintos estados (“sin aviso previo, para evitar fuga de información”) con el fin de evaluar la gestión de las decisiones de su padre y perseguir casos de corrupción y de burocracia excesiva.

Al frente de la Escuela de Cine Maduro Guerra logró suscitar los más entusiastas comentarios en su contra, por parte de los miembros del gremio:

“La magia del cine da para todo”, se quejó el actor Roberto Lamarca tras conocer la decisión”. “El hijo de Maduro no sabe nada del Séptimo Arte. De lo que sí sabe es de robar cámara”, acotó el dramaturgo José Tomás Angola. “El colmo del desprecio y del cinismo”, resumió Héctor Manrique, director del Grupo Actoral80. “Imagino las clases: cine de torturas, cine de propaganda, porno suave bolivariano, cine mudo”, ironizó Jonathan Jakubowicz, director y guionista.

Para el festival Suena Caracas el legislativo venezolano aprobó 168 millones de bolívares ($26,6 millones al cambio oficial y poco más de un millón al paralelo), y con estos fondos realizar un evento organizado por la alcaldía del municipio Libertador (centro de Caracas), feudo del chavismo.

Es una “pomposa fiesta” que “ocurre mientras escasean medicinas para tratamiento de epilepsia y enfermedades renales”, señaló el entonces alcalde de la Gran Caracas, el opositor Antonio Ledezma (hoy detenido) en un artículo sobre el festival titulado Pan y circo.

Las críticas vinieron también de los partidarios del proceso iniciado por el fallecido presidente Hugo Chávez. El politólogo y miembro de la Marea Socialista, Nicmer Evans, quien en la página digital Aporrea también se refirió al “pan y circo”, expresó:

“Lo único que lamento es que se disponga de dólares para pagarle a ‘artistas’ que nada aportan a la cultura y mientras tanto, yo no pueda conseguir pañales de adultos para mi madre”, escribió.

Evans catalogó el evento de “un festival que a todas luces es un gran negocio para unos pocos que tienen acceso, a diferencia de gente como yo, a las divisas preferenciales para montar espectáculos”,

Pero como suele ocurrir con los aspirantes a herederos del mando, las críticas y los fracasos poco importan mientras se cuenta con el poder.

En agosto de 2014 Maduro Jr. viajó a Argentina y se reunió con diputados y senadores de ese país, para contarles su experiencia aplicando la ley de (des)abastecimiento en Venezuela, y con la urgencia de que imitaran su labor. Nada dijo siquiera sobre su incapacidad para resolver el problema del desabastecimiento de papel higiénico.

Sobre Suena Caracas no tuvo reparos en acudir a la televisión de su país (favorable a su padre) y decir que el evento estaba a la altura de festivales internacionales como Rock In Río y Viña del Mar.

Todo ello no pasaría de propaganda si al mismo tiempo no dedicara su tiempo a “darse la buena vida”, mientras miles de venezolanos, por vocación, miedo o conveniencia se ven obligados a tareas más ingratas.

Solo pocas horas después del inicio del último ejercicio bélico venezolano, con la participación de 80.000 militares y 20.000 civiles, Maduro Jr. no estaba manejando un fusil, cavando una trinchera o junto a un cañón al sol: se divertía en una fiesta de millonarios y bailaba mientras otros arrojaban dinero. Los seguidores de Chávez podrán ser iguales o parecidos, pero los hijos del chavismo son diferentes.

Vea al hijo de Maduro bailando aquí.


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