Actualizado: 01/05/2024 21:49
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Opinión

Desde arriba no se ve

¿Para qué sirve un parlamento que no exige el cumplimiento de los compromisos contraídos? ¿En qué galaxia sobrevive la cúpula del régimen?

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Desde esa altura es fácil advertir como beneficios económicos la distribución caprichosa de una serie de cacerolas vacías y equipos electrodomésticos pasados de moda y de precios desproporcionados, que han cumplido el indeseado cometido de deprimir aún más el caótico poder adquisitivo de los ciudadanos, ahora además seriamente endeudados, al parecer por mucho tiempo.

A los exorbitantes precios y la baja calidad de los productos industriales que se ofertan en las tiendas que venden en divisas —prácticamente las únicas— y la escasez y precios crecientes de los productos alimenticios en el mercado liberado, se une el alto costo del transporte privado y el aumento de más del 300% en el servicio de transporte interprovincial.

Una sociedad condenada

Los representantes del gobierno nada hablan del monto de las remesas monetarias provenientes del exterior —se calculan en alrededor de 1.000 millones de dólares—, ni del vandálico gravamen del 20% que imponen a la entrada de divisas. Tampoco se molestan en hacer referencias a la inflación o el exceso de circulante, ni en explicar cómo en una economía tan "sólida", muchas veces no hay dinero en las agencias bancarias para pagar salarios y pensiones.

Qué decir cuando hablan de las 110.000 viviendas construidas —el plan era de 150.000—, muchas de las cuales son simples terminaciones o agrego de construcciones por mucho tiempo interrumpidas por falta de recursos. Otro fracaso asegurado para un gobierno que, cuarenta años después de monopolizar la construcción y distribución de viviendas y sembrar el deterioro y la insuficiencia del fondo habitacional, ahora plantea que los ciudadanos deben construir unas viviendas que a final de año se anotarán como un logro gubernamental.

Son verdaderamente lamentables, por las implicaciones humanas, sociales y culturales, los golpes de pecho a causa de la supuesta excelencia y superioridad de los sistemas de educación y salud, cuando día a día los ciudadanos sufren el deterioro de esos servicios, agravados por la exportación inmisericorde de los especialistas más calificados.

Si una nación vive en difíciles condiciones socioeconómicas y el gobierno se muestra incapaz de enfrentar los problemas, el asunto es grave; pero si la depauperación estructural y material aumenta, mientras los gobernantes sólo ven perfección, crecimiento y bonanzas, estamos hablando de una sociedad condenada.

Así entra Cuba al año 49 de esa revolución que pretendió crear la sociedad perfecta, con una crisis económica tan grande como la desesperanza del pueblo, con un vacío gubernamental tan grande como la inoperancia parlamentaria.

Los de arriba se niegan a ver a los de abajo, con sus carencias y clamores; los de abajo no escuchan ni confían en los de arriba, mientras siguen viviendo en la simulación y el escapismo, sin perder la esperanza de recuperar un día la voz y los derechos por tanto tiempo conculcados.


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