Mujeres frente a cíclopes totalitarios
¿Cómo se sienten las cubanas si les secuestran a sus hijos, esposos y hermanos y los encarcelan por defender su libertad?
Son tiempos aciagos, cuando la familia y, por tanto, la sociedad, reciben mayor peso sobre sus delicados hombros. Pero las mujeres cubanas se han fortalecido por el duro trabajo, la necesidad de remediar la escasez alimentaria, las dificultades con el transporte, los trámites burocráticos hasta para lo más insignificante, las exigencias gubernamentales de asistir a reuniones, actos de masas y trabajos voluntarios desorganizados e innecesarios, las colas para el médico y la búsqueda de medicinas siempre escasas, remendar ropa y procurar calzado, andar las calles en busca de los productos necesarios o vendiendo en bolsa negra algo para "sobrevivir", realizar las labores hogareñas y, además, atender a sus hijos, esposos y quizás una madre o un padre anciano y hasta enfermo.
Aun bajo esas condiciones, las cubanas no pierden su típica belleza latina, con ese aire isleño que en muchas ocasiones es mezcla de razas. De España nos llegó el torrente diverso y picaresco; de África, la voluptuosidad; de China, el misterio exótico.
Esa coquetería; esa sonrisa amplia, aun en los momentos más difíciles; ese arrojo impensado y ese valor espontáneo; esa pulcritud, ese maquillaje y ese perfume, difíciles de alcanzar en tiempos de miseria, pero que se logra casi por arte de magia; esa inteligencia y sed de conocimientos, todo eso y mucho más permite a las cubanas sobreponerse a las dificultades, amar y ser amadas, buscar e irradiar fe y esperanza. La feminidad no se ha perdido, más bien se impone y refuerza cada día.
No a la tortura
Cómo se sentirán esas mujeres si, además, una madrugada, después de muchas horas de inútil registro del hogar para procurar evidencias inexistentes, les secuestraron a su hijo, su esposo, su padre o su hermano, a quienes condenaron a 20 ó 28 años de cárcel y enviaron al otro extremo de la Isla, a prisiones inhóspitas, sin apenas alimentación y atención médica; en fin, tortura física para ellos y psicológica para todos.
Cómo se sentirán teniendo que afrontar las presiones de la policía política para que no denuncien lo que sucede a esos hombres, cuando saben que cada día están más deteriorados y expuestos a agresiones físicas y robos de los presos comunes de alta peligrosidad con quienes deben convivir; cuando no se avizora sensatez por parte del gobierno; cuando los prisioneros de conciencia padecen y sufren, mientras deben escuchar injurias y mentiras hasta por las Mesas Redondas de la televisión cubana. Cuando, al mismo tiempo, el régimen increpa al gobierno de Estados Unidos por el tratamiento dado a los presos posiblemente terroristas de la Base Naval de Guantánamo, pero no permite las visitas de las organizaciones de derechos humanos a la Prisión Provincial de Guantánamo, ni a otras instituciones carcelarias donde los cubanos están sometidos a terribles condiciones. Ni de un lado, ni de otro debe haber tortura.
Pasados tres años de la Primavera Negra, estas cubanas y el resto de los familiares de los presos —incluidos niños y ancianos— sufren enfermedades debido al estrés, el sufrimiento, las dificultades económicas y los problemas del transporte para trasladarse a las prisiones. No obstante, ellas continúan como abejitas, laboriosas, unidas y persistentes. Sus hombres las necesitan, eso las fortalece.
La gran solidaridad de todas partes del mundo; de todos los sectores de las sociedades más diversas, les infunde ánimo. El creciente apoyo del pueblo de Cuba les llena de confianza. No es fácil conmover a cíclopes, pero no imposible. La decisión y la razón triunfarán.
Este 8 de marzo, cuando se festeja el Día Internacional de la Mujer, el mejor regalo para estas mujeres es la demanda de que los prisioneros de conciencia del grupo de los 75 reciban la libertad inmediata e incondicional, y que los demás prisioneros de conciencia y políticos cubanos sean liberados.
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