El pretexto de EEUU para entrar en la guerra de Vietnam
El misterio y la intriga han rodeado muchos incidentes que nunca han sido completamente explicados, y que sirvieron de pretexto a EEUU para entrar en guerra con otros países
El 7 de agosto de 1964 Estados Unidos entró de lleno en la guerra de Vietnam con la Resolución del Golfo de Tonkín, que autorizaba al presidente Lyndon B. Johnson a desplegar más fuerzas militares en el Sudeste Asiático, aunque el Congreso no hubiese declarado formalmente la guerra.
Tal acción se consideró una respuesta a los incidentes ocurridos el 4 del mismo mes, en los que se creía que dos destructores estadounidenses habían sido atacados por las fuerzas navales de lo que por aquel entonces era Vietnam del Norte.
Tanto el Maddox como el Turner Joy pasaron horas en el desconcierto de una tormenta nocturna maniobrando para evadir lo que parecían torpedos. Disiparon contra los blancos desplegados en sus radares. Eran cientos. Pero cuando el fragor de la batalla cesó, no se contabilizaron bajas enemigas y tampoco se detectaron navíos en retirada.
Los acontecimientos de aquella noche en las aguas del mar del Sur de China nunca han sido debidamente explicados y, pese a ser uno de los mayores misterios en la historia militar del país, sirvieron de pretexto para abrir un capítulo más en la historia bélica de la Guerra Fría, escribe Miguel Sola en el diario español El Confidencial.
Incluso horas después del incidente, la Marina de EEUU expresó dudas significativas de que aquello hubiese sido realmente un ataque. El capitán del Maddox, John Herrick, envió un mensaje a Washington haciendo patente su escepticismo: “La revisión hace que muchos de los contactos y torpedos de los que hemos informado ahora parezcan dudosos”. “Los extraños efectos del tiempo en el radar y la falta de sueño de sus operarios explican estos resultados. No hubo avistamientos visuales por parte del Maddox. Sugiero una evaluación completa antes de que se tomen nuevas medidas”, escribió.
No obstante, el secretario de Defensa, Robert McNamara, decidió ignorar las advertencias de Herrick y aconsejó al presidente tomar el rumbo bélico: ataques aéreos contra Vietnam del Norte. Johnson, que se presentaba a la reelección ese mismo año, realizó una repentina declaración pública sobre el “ataque no provocado” en aguas internacionales. Tres días después, el Congreso aprobó la resolución y los grandes medios estadounidenses alabaron su presteza.
Hay que destacar que el incidente del 7 de agosto ocurrió en un ambiente de tensión extrema. Con anterioridad, el 2 de ese mismo mes, ocurrió un encuentro real entre estadounidenses y norvietnamitas. Vietnam del Norte reclamaba las aguas del Golfo de Tonkín como de su soberanía. Durante una patrulla de rutina, se convirtió en una acción defensiva con repercusiones mundiales. El 2 de agosto, el Maddox, que se encontraba a 28 millas de la costa de Vietnam del Norte, fue interceptado por tres lanchas patrulleras de ese país. Las lanchas, que estaban armadas con torpedos, se acercaron a altas velocidades y se produjo un intercambio de disparos que ocasionó que tres lanchas patrulleras fueran seriamente dañadas, varios norvietnamitas heridos y cuatro muertos. Ningún estadounidense resultó herido, el Maddox no sufrió daños graves y uno de los cuatro aviones estadounidense que participó en los hechos sufrió daños en el ala, pero no de fuego enemigo.
Tan solo un año más tarde del incidente del 7 agosto, el propio Johnson reconoció que las pruebas no eran suficientes para deducir una agresión vietnamita ese día: “Por lo que sé, nuestra Marina podría haber estado disparándole a ballenas”. Asimismo, McNamara desveló en el documental The Fog of War (2003) que no hubo ningún ataque aquel 4 de agosto. Y, por último, en 2005, la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) desclasificó las comunicaciones militares que tuvieron lugar durante el incidente, lo que llevó a historiadores como Edwin Moïse a concluir que aquella ofensiva nunca sucedió. En su lugar, conjeturan que podría haber sido culpa de la situación meteorológica, bancos de peces cerca de la superficie, problemas en los radares o malentendidos técnicos.
Durante el supuesto ataque los destructores dispararon más de 650 proyectiles. También se utilizaron cargas de profundidad. Y, sin embargo, la luz del día no mostró ninguna evidencia física del ataque: ni restos de los navíos, ni supervivientes, ni rastro de petróleo, ni sangre de ballena, nada. Todavía continúan las especulaciones sobre lo que llevó a los dos destructores norteamericanos a sentirse amenazados, lanzar cientos de proyectiles y dar pie al inicio de una guerra no declarada.
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