EEUU, Corea del Norte, Trump, Bolton
¿Y si no hay cumbre: conversar o disparar?
Aunque no se ha consumado una ruptura total e inmediata, algunos temen que la anulación de la cumbre lleve a que se imponga en la Casa Blanca la actitud guerrerista de Bolton
La anulación de la cumbre entre Donald Trump y Kim Jong-un enfría las esperanzas de una rápida resolución de la crisis nuclear con Corea del Norte, pero no pone fin necesariamente a un diálogo histórico iniciado luego de meses de escalada verbal, informa la AFP.
El encuentro de l2 de junio en Singapur debía ser el primero entre un presidente estadounidense en ejercicio y un miembro de la dinastía de los Kim, que coronara un período inédito de distensión los últimos meses.
¿Retornaremos ahora a la situación de 2017, cuando el dirigente norcoreano multiplicaba los disparos de misiles y Trump amenazaba con “el fuego y la cólera” a Pyongyang?
“Eso dependerá ante todo de la reacción norcoreana”, responde Lisa Collins, investigadora del Centro de estudios estratégicos e internacionales.
“Si Corea del Norte reanuda sus amenazas retóricas e incluso sus ensayos de misiles, podríamos volver a un ciclo de tensión extrema en el que estuvimos hace seis meses”.
Máxime cuando tal reacción aportaría agua al molino de los halcones de la administración Trump, en la que algunos, principalmente el consejero de seguridad nacional John Bolton, no ocultaban en el pasado que Washington debería primero atacar militarmente a Corea del Norte en lugar de negociar con un régimen poco fiable.
Según Vipin Narang, profesor del Massachusetts Institute of Technology (MIT), “si los Bolton utilizan el fracaso de este proceso como pretexto para acelerar los preparativos de opciones militares”, ello sería “potencialmente peor que recomenzar de cero”. Pero “es demasiado pronto” para sacar tales conclusiones.
Porque el proceso diplomático podría continuar si los dos campos dan prueba de cautela.
Los expertos destacan el tono “educado”, “diplomático” e incluso “curiosamente caluroso” de la carta enviada a Kim, que Trump habría “dictado palabra por palabra”, según uno de sus colaboradores, dejando la puerta abierta a ulteriores conversaciones.
“Espero que podamos reanudar rápidamente el diálogo”, abundó el secretario de Estado Mike Pompeo.
“Si el diálogo a nivel técnico continúa, está muy bien”, estimó Narang: eso significa que “el proceso está en marcha y la cumbre no ha sido cancelada”.
Sin embargo, la estrategia de Trump está más comprometida. Hasta hace poco tiempo, altos funcionarios estadounidenses se ufanaban en privado de haber invertido el proceso diplomático en este tema, que no había dado frutos.
En lugar de laboriosas negociaciones técnicas, se comienza por una cumbre con el objetivo de dar un fuerte impulso y alcanzar un acuerdo general, explicó uno de ellos.
Pero no todo pasó como previsto.
Durante los preparativos para el 12 de junio, estadounidenses y norcoreanos discutieron primero los temas logísticos.
Ello corresponde a la fase de euforia, cuando Trump elogiaba a Kim Jong Un, quien multiplicaba sus gestos de buena voluntad como la liberación de los prisioneros estadounidenses o el anuncio del desmantelamiento del sitio de ensayos nucleares. Pero “en las últimas dos semanas comenzaron a atacar los temas de fondo”, explicó Lisa Collins y constataron que tienen “ideas muy diferentes sobre lo que debe ser la desnuclearización de la península coreana.
Las cosas se complicaron al punto de que los negociadores norcoreanos ya no responden a las demandas ni incluso a las llamadas de sus homólogos estadounidenses, admitió el propio Pompeo.
Por una parte, Washington reclama una desnuclearización “completa e irreversible”, lo antes posible, antes de toda concesión.
La ayuda económica y garantías de seguridad para el régimen norcoreano están sobre la mesa, pero solamente se definirán una vez terminado el proceso o al menos que haya avanzado mucho.
Pyongyang comenzó a indignarse con esta tentativa de desarme “unilateral” y a subir el tono.
“Esa brecha no podía ser superada a tiempo para la cumbre de Singapur”, analiza Narang, lo que probablemente haya motivado su anulación y podría revelarse como una buena cosa.
“Una anulación con una puerta abierta es probablemente la solución menos mala”, señala Aaron David Miller, exnegociador de varias administraciones tanto republicanas como demócratas.
Por el momento no se consumó ninguna ruptura irremediable. Incluso del lado norcoreano, donde pese al reciente cambio de tono, no se ataca directamente a Trump.
Corea del Norte afirmó el viernes que seguía estando dispuesta a dialogar con Washington “en cualquier momento”.
“Reiteramos a Estados Unidos nuestra disposición a sentarnos cara a cara en cualquier momento y en cualquier forma para resolver el problema”, señaló el primer viceministro de Relaciones Exteriores norcoreano, Kim Kye Gwan, quien subrayó que “el repentino anuncio de la anulación de la reunión” efectuado por Trump fue “inesperado” para Pyongyang.
Numerosos dirigentes extranjeros expresaron su decepción, empezando por el presidente surcoreano Moon Jae-in, que evocó un giro de los acontecimientos “profundamente lamentable”.
“Parece que [Corea del Norte] sigue siendo honesto a la hora de poner en práctica el acuerdo y en sus esfuerzos para la desnuclearización y la construcción de la paz”, comentó no obstante el ministro surcoreano de Unificación, Cho Myoung-gyon.
Por su parte, Seúl “seguirá haciendo su parte para llevar a cabo” el acuerdo cerrado a finales de abril por Moon Jae-in y Kim Jong-un en vistas a una desnuclearización de la península coreana, añadió el ministro.
Para Nancy Pelosi, jefa de los demócratas en la Cámara de Representantes, el líder norcoreano es “el gran vencedor” de este episodio, que demuestra que el presidente estadounidense no se había preparado.
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